Santoral

¿Qué santos se celebran hoy, miércoles 23 de julio de 2025?

santos 23 junio
San Juan Casiano.
Blanca Espada

¿Qué santos se celebran hoy, miércoles 23 de julio de 2025? Entre los diferentes santos que hoy se celebran, destacan tres que tuvieron vidas muy distintas en tiempo, forma y lugar, pero que están unidas por su entrega, su fe y su impacto en la tradición cristiana: San Juan Casiano, San Ezequiel y la Beata Juana de Orvieto. Cada uno de ellos refleja con las historias de sus respectivas vidas, la resistencia interior, la fidelidad y la compasión, valores que trascienden siglos y fronteras.

Algunos, como San Juan Casiano, construyeron caminos de sabiduría que sirvieron de cimiento para toda la vida monástica occidental. Otros, como el profeta Ezequiel, levantaron su voz para denunciar, consolar y guiar en momentos críticos para su pueblo. Y también hay quienes, como la beata Juana, sin ocupar cargos de poder ni escribir tratados teológicos, ofrecieron su vida cotidiana como un testimonio silencioso de amor y entrega total a los demás. A continuación, repasamos quiénes fueron estos personajes y por qué se les recuerda hoy. Os contamos sus historias al detalle, además de enumeraros al resto de santos que se celebran en este día.

San Juan Casiano

La figura de San Juan Casiano brilla con una luz serena, menos conocida que otros grandes padres de la Iglesia, pero fundamental en la construcción de la vida monástica tal como se desarrolló en Occidente. Nacido hacia el año 360 en la región de Dobruja (actual Rumanía), su vida fue una búsqueda continua de profundidad interior: viajó a Tierra Santa, vivió con los Padres del Desierto en Egipto y se empapó de la enseñanza de Evagrio Póntico, uno de los pensadores más influyentes del primer cristianismo.

De vuelta en Occidente, fundó dos monasterios en Marsella (uno para hombres y otro para mujeres) que se convirtieron en focos de espiritualidad y vida comunitaria. Pero quizás su mayor legado fueron sus escritos: las Instituciones Cenobíticas y las Conferencias Espirituales. Estas obras, basadas en conversaciones reales o reelaboradas con monjes egipcios, ofrecieron una guía equilibrada entre el ideal ascético y la vida comunitaria. San Benito de Nursia, autor de la regla monástica que definió siglos de vida religiosa, bebió directamente de los textos de Casiano.

A pesar de su prestigio en los círculos monásticos, su figura fue durante siglos vista con sospecha en el mundo teológico, debido a su posición moderada en el debate sobre la gracia divina y la libertad humana. Acusado  de fomentar el semipelagianismo, su nombre quedó fuera del Martirologio Romano durante mucho tiempo.

San Ezequiel

San Ezequiel, profeta del Antiguo Testamento, es uno de esos personajes que no deja indiferente. Su nombre, que significa fortaleza de Dios, ya anticipa el temple que lo caracterizó. Nacido hacia el año 620 a.C. en Palestina y perteneciente a la tribu sacerdotal de Leví, fue deportado a Babilonia durante la segunda oleada de exilio judío, junto con el rey Jeconías. Lejos de su tierra, en la región del canal Cobar, Ezequiel se convirtió en guía espiritual de sus compatriotas, manteniendo viva la llama de la esperanza en uno de los momentos más oscuros de la historia de Israel.

A los treinta años comenzó a recibir visiones que lo marcarían como profeta. Su estilo, cargado de simbolismo, advertencias y promesas, no siempre resulta fácil de entender. San Jerónimo lo llamó “el océano de las Escrituras”, un título que refleja tanto su complejidad como su profundidad. Su mensaje tenía dos vertientes: antes de la caída de Jerusalén, llamaba al arrepentimiento; después, ofrecía consuelo a los exiliados con la promesa de restauración.

No sólo  predicaba con palabras. Ezequiel vivió con intensidad su misión: lloraba por su pueblo, realizaba ayunos prolongados y hasta protagonizó milagros, como el cruce del canal para salvar a los suyos o la pesca prodigiosa que les permitió alimentarse. Finalmente, fue asesinado por un príncipe de Judá, molesto por sus denuncias contra la idolatría. Su figura encarna al profeta que no se doblega, que ama hasta el extremo y que anuncia con valentía, aunque su voz incomode. La Iglesia lo recuerda hoy como centinela del pueblo y testigo de la gloria de Dios incluso en tierra extranjera.

Beata Juana de Orvieto

Beata Juana de Orvieto, también conocida como Vanna, nacida hacia 1264 en una familia campesina de Carnaiola (Italia), fue huérfana desde muy niña, de modo que fue criada por parientes en Orvieto, donde intentaron forzarla a un matrimonio que ella no deseaba. Su respuesta fue tajante: huyó y se hizo terciaria dominica, consagrando su vida por entero a Dios y a los pobres.

Su caridad fue proverbial. Se decía que rezaba con especial fervor por quienes la habían tratado mal. Vivió en silencio, pero su fama se extendió por su paciencia, su obediencia y sus experiencias místicas, que incluían fenómenos como la levitación o la bilocación.

Durante los últimos diez años de su vida, pasaba cada Viernes Santo en una especie de trance, tendida en el suelo como si estuviera crucificada. Su devoción por la Pasión de Cristo era tan intensa que parecía fundirse con el sufrimiento del Redentor. Murió el 23 de julio de 1306, y fue enterrada en la iglesia dominica de Orvieto, donde aún se venera su memoria. El papa Benedicto XIV la beatificó en 1754, reconociendo oficialmente una vida que ya muchos consideraban santa por su ejemplo cotidiano de amor, sencillez y entrega.

Otros santos que se celebran el 23 de julio

Además de los mencionados, en este día se celebra también a:

  • Santa Brígida de Suecia.
  • San Severo de Bizia.
  • San Valeriano de Cimiez.
  • Beato Basilio Hopko.
  • Beato Cristino Gondek.
  • Beata Juana de Orvieto.

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