Nadie lo esperaba

Fue uno de los DJs más conocidos del mundo y ahora vive en una cueva en Ibiza

El mundo del espectáculo no ha tratado bien al protagonista de esta noticia

Se llama Álex y en su momento ganó siete discos de oro, pero ahora ha cambiado de vida

El músico guarda un buen recuerdo de su etapa dorada y no le tiene rencor a nadie

Álex durante su última entrevista en Ibiza
Álex durante su última entrevista

Álex, un nombre que en los años 90 resonaba en los locales más exclusivos de Europa, ahora vive una vida completamente diferente. Este DJ y productor de origen checo, conocido por su talento en la música electrónica, tomó una decisión radical que lo llevó a cambiar los escenarios llenos de luces y miles de fanáticos por la serenidad de una cueva en la isla de Ibiza.

En su apogeo no solo era un artista reconocido, sino una auténtica leyenda dentro de la industria. Con siete discos de oro y uno de platino en su haber, se había ganado un lugar entre los mejores del mundo. Su música, una mezcla única de sonidos envolventes y ritmos electrónicos, llenaba estadios con hasta 40.000 personas. Colaboraciones con grandes figuras de la música electrónica como Paul Van Dyk, Richie Hawtin y Carl Cox cimentaron su lugar en la escena internacional. Sin embargo, lo que parecía una vida llena de éxito y gloria escondía una insatisfacción creciente.

«En algún momento la música electrónica dejó de hablarle a mi alma», ha confesado en una entrevista reciente para ‘Somos la Nueva Era’, una plataforma digital que contó su historia a través de las redes sociales. «Era todo sobre el dinero, sobre los números y perdí de vista lo que realmente significaba para mí la música. Me di cuenta de que el verdadero alma de la música estaba fuera de este mundo artificial que habíamos construido».

El paso adelante que ha dado Álex

Álex siente que se chocó con un despertar espiritual que lo empujó a abandonar por completo su vida anterior. Dejó atrás los estudios de grabación, las giras internacionales, las fiestas interminables y optó por la simplicidad de una existencia solitaria. Entre todas las opciones que tenía, eligió Ibiza como su nuevo hogar. «Siempre sentí que la isla tenía una energía especial, algo que me atraía», explicó. Y aunque muchos asocian Ibiza con fiestas interminables, él encontró en sus paisajes naturales y en sus cuevas un refugio de paz.

La cueva que Álex ha llamado su hogar durante los últimos años es un pequeño espacio escondido entre las colinas de la isla. Con apenas unos metros cuadrados, este lugar es el opuesto de la vida glamorosa que una vez llevó. Ahí conserva, además de sus enseres más básicos, algunos recuerdos de su época dorada: recortes de prensa, fotografías de sus actuaciones, y los discos que una vez representaron lo más alto de su carrera. «No los conservo por nostalgia, sino como un recordatorio de lo lejos que he llegado. Antes, esas cosas me definían, ahora son solo objetos».

Para el músico este cambio radical no fue inmediato. Durante un tiempo, intentó conciliar su éxito musical con su creciente descontento. Pero, según él, la industria de la música electrónica estaba cada vez más centrada en el espectáculo y el comercio, perdiendo de vista su esencia artística. «Cada vez era más difícil encontrar el significado detrás de lo que hacía», asegura. La presión de mantenerse relevante, de seguir produciendo éxitos, lo alejaba de lo que realmente disfrutaba de la música: la creatividad, la conexión con los sonidos y sobre todo con la audiencia.

La nueva vida del DJ

Una vez en Ibiza, Alex decidió desconectar por completo. «Dejé de lado el teléfono, el correo electrónico, todo. Ya no quería estar disponible para el mundo exterior». El aislamiento voluntario lo llevó a redescubrir una parte de sí mismo que había olvidado en la vorágine de su carrera. En su retiro, ha pasado horas meditando, explorando la naturaleza y sorprendentemente tocando música, aunque de una manera muy diferente a la de antes. Ahora, en lugar de los sintetizadores y mesas de mezcla, prefiere instrumentos acústicos, como tambores y cuencos tibetanos, que utiliza en sus meditaciones diarias.

Lo que alguna vez fue una vida marcada por las prisas y los compromisos, ahora es una existencia tranquila y minimalista. «No extraño nada de ese mundo», afirma con seguridad. Aunque algunas personas de la industria, y también fanáticos, intentaron localizarlo para volverlo a conectar con su carrera, él ha mantenido firme su decisión de vivir de manera simple. «Hay algo liberador en no tener que ser nadie para los demás», reflexiona.

Si bien su historia ha generado reacciones diversas entre quienes lo conocieron en su apogeo, desde la incredulidad hasta la admiración, Álex está convencido de que este es el camino que debía tomar. La cueva en la que vive, aunque austera, es un símbolo de su nuevo estilo de vida, uno que busca la conexión con la naturaleza y el desapego de lo material. «Vivir aquí me ha enseñado que lo que realmente necesitamos es muy poco. El resto solo es ruido».

Hoy, mientras muchos todavía recuerdan sus éxitos en las listas de música y sus presentaciones en los festivales más importantes del mundo, ha encontrado algo mucho más valioso: la paz interior. En las colinas de Ibiza, lejos de las luces y el bullicio de la vida que una vez conoció, ha descubierto un nuevo ritmo, uno mucho más pausado, pero infinitamente más satisfactorio.

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