Por qué se utilizan tantos psicofármacos en salud mental si un 80% no requiere tratamiento
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La vicepresidenta de la Sociedad Española de Psicología Clínica-ANPIR, Laura Armesto, lo ha dejado claro: el 80 por ciento de los trastornos mentales se pueden tratar sin incluir psicofármacos. Unas palabras que no vienen de un artículo de prensa o de un comentario médico, sino que procede de profesionales de la psicología que aducen que es «excesiva la medicalización de los problemas de salud mental». Entonces, ¿qué se debe hacer según qué casos?
Esos especialistas inciden que todo esto «contrasta con la realidad del día a día, en la que solo recibe tratamiento psicológico una de cada diez personas diagnosticadas de trastornos mentales comunes y en la mayoría se terminan recetando psicofármacos, lo que no soluciona el problema».
En este sentido, la experta apunta que «es de agradecer la relevancia que ha tomado la salud mental en los últimos años, pero a veces nos olvidamos de las personas con TCA, trastornos de personalidad, psicosis, y trastorno bipolar, que necesitan un tratamiento especializado, multidisciplinar». Así, constata que los modelos de trabajo «deben estar orientados a la recuperación y no tanto, como sucede en la actualidad, a controlar solo las crisis o los momentos más álgidos», apunta Armesto.
Por otro lado, las desigualdades socioeconómicas condicionan gravemente la salud mental de quienes las sufren. «La salud mental tiende a empeorar a medida que lo hacen las condiciones de vida. Rentas insuficientes, bajo nivel educativo y social, desempleo o falta de apoyo social son condicionantes importantes. Conforme desciende la clase social y el nivel educativo, la prevalencia de ansiedad y depresión aumenta», asegura la experta.
Problemas de salud mental generales
Según el Ministerio de Sanidad, el problema de salud mental más frecuente es el trastorno de ansiedad, que afecta al 6,7% de población (8,8% en mujeres, 4,5% en hombres). Si se incluyen «signos/síntomas de ansiedad» la cifra alcanza el 10,4%. Su frecuencia es relativamente estable a lo largo de la edad adulta: entre el 10 y el 12% de las mujeres entre 35 y 84 años tienen registrado este trastorno, y alcanza el 16-18% cuando se incluyen los síntomas.
-El trastorno depresivo aparece en el 4,1% de la población (5,9% en mujeres y 2,3% en hombres), creciendo la frecuencia progresivamente con la edad hasta alcanzar el 12% de las mujeres y el 5% de los hombres de 75 a 84 años.
-La reacción de adaptación, ya sea de carácter depresivo, ansioso o mixto se presenta en el 2,3% de la población (3,1% mujeres, 1,4% en hombres), la frecuencia crece con la edad, y se estabiliza entre los 45-84 años en torno al 4,5% en mujer y 2% en hombre.
– El síntoma trastornos del sueño, es el más frecuente y afecta al 5,4% de la población (15,8% en mujeres, 5,1 en hombres). Aunque aparece también en niños, adolescentes y jóvenes (alrededor del 1,5% en ambos sexos), se incrementa con la edad, estabilizándose a partir de los 75 años (13,5% de las mujeres y el 11,6% de los hombres). El otro síntoma recogido, tartamudeo/tics, presenta mayores prevalencias en hombres y en edades jóvenes (5-20 años). Su prevalencia global es baja, en torno al 2%.
Peculiaridades de la salud mental
«La organización de la atención sanitaria se basa en un modelo de servicios médicos que no encaja del todo con las peculiaridades de la salud mental, cuya parte psicosocial tiene un enorme peso. En este contexto, los profesionales de la psicología clínica tenemos pocas posibilidades de coordinar o liderar servicios», dicen desde la Sociedad Española de Psicología Clínica-ANPIR.
Los psicólogos clínicos están preparados para abordar todo el espectro de complejidad de salud mental, desde la atención a las características sociales, hasta los aspectos puramente psicopatológicos. Así, apuestan por servicios orientados a la recuperación que incluyan psicoterapias aplicadas por especialistas en psicología clínica, así como evaluaciones para comprobar que los programas que se implantan funcionan y aportan soluciones a la población.
Asimismo, destacan que el género, el lugar de residencia y los recursos económicos condicionan el acceso de los ciudadanos a la atención a la salud mental. En este sentido y, a pesar de que este año la salud mental se reivindica como un derecho universal, desde la sociedad científica lamentan que existen importantes desigualdades en el acceso a la atención a la salud mental.
Diferencia entre hombres y mujeres
Un ejemplo de ello es la diferencia en el tratamiento que se da a hombres y mujeres, puesto que se tienden a considerar los problemas de salud mental desde un sesgo muy biológico. En el caso de las mujeres, señalan, se suelen atribuir a características genéticas o factores hormonales, minimizando el impacto de los factores sociales, los antecedentes traumáticos o las situaciones de violencia y estrés social que pueden estar sufriendo en ese momento las pacientes.
Además, las mujeres tienen más probabilidades de recibir un diagnóstico de depresión o ansiedad, trastornos para los que se les prescriben hasta el doble de psicofármacos que a los hombres, según algunos autores.
Las inequidades en el acceso a la atención a la salud mental también tienen que ver con el código postal, puesto que el ratio de especialistas en psicología clínica por habitante varía mucho en función de la comunidad autónoma de residencia.
El acceso a recursos especializados de psicología clínica es, en definitiva, muy complicado en la actualidad. De hecho, solo una de cada diez personas diagnosticadas de depresión accede a psicoterapia en la sanidad pública. En el caso de los pacientes con trastornos mentales más graves, la mayor parte son atendidos en la sanidad pública, aunque se encuentran con demoras en la atención que tienden a cronificar y empeorar su pronóstico.
La vulnerabilidad
Si esta vulnerabilidad se sufre durante la infancia, el daño se magnifica en la etapa adulta, puesto que se trata de personas más expuestas a factores potencialmente traumáticos y que generalmente cuentan con menores redes de apoyo.
Además, existe una fuerte relación entre haber sufrido algún trauma en la infancia (maltrato infantil, haber padecido violencia física o psíquica, abandonos, negligencias en el cuidado, abuso sexual) y el desarrollo de trastornos de salud mental: hay estudios que señalan que más del 70 por ciento de las personas con Trastorno Límite de Personalidad han sufrido en la infancia algún tipo de trauma psíquico.
Los factores socioculturales, como el entorno familiar, social, laboral y las condiciones de vida, también influyen en el riesgo de desarrollar trastornos mentales.
Desde la Sociedad inciden en que, para garantizar el acceso a la atención a la salud mental a todas las personas, sin importar género, clase social o nivel económico, se requieren políticas de organización más adecuadas.
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