La carrera estival hacia la «silueta perfecta» y la promesa de los nuevos fármacos

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Con las vacaciones de verano a la vuelta de la esquina, y las playas y piscinas como telón de fondo, la presión por «lucir bien» se dispara. Todos anhelamos conseguir una silueta perfecta; pero, en algunos casos, se convierte en una verdadera obsesión. ¿Hasta qué punto es saludable esta búsqueda rápida de soluciones? ¿Compensa recurrir a nuevos fármacos como Ozempic, Mounjaro o Wegovy?

La sociedad actual, marcada por la inmediatez, nos empuja a buscar resultados rápidos en todos los ámbitos. La pérdida de peso no es una excepción. Las «dietas milagro», los entrenamientos extremos y ahora, estos nuevos fármacos, se presentan como atajos para alcanzar nuestro peso ideal antes del verano. Sin embargo, los expertos advierten que la prisa en este proceso puede tener consecuencias no deseadas para la salud física y mental.

Lo primero que debemos tener en cuenta es que, tomar este tipo de fármacos no es una decisión que podamos tomar nosotros solos. En España, su dispensación está regulada y solo es posible con receta. Además, no están indicados para todo el mundo.

El Dr. Esteban Jódar, jefe del servicio de Endocrinología y Nutrición del Hospital Universitario Quirónsalud Madrid, referente nacional que ha liderado estudios sobre este tipo de fármacos, advierte de que “estos tratamientos deben ser prescritos y supervisados por endocrinólogos que conozcan cómo es el funcionamiento de estos fármacos. No están indicados para cualquier bajada de peso, sino para personas con un índice de masa corporal (IMC) por encima de 30 o para las que tienen un IMC por encima de 27 con comorbilidades como presión arterial alta, apnea del sueño u otros”. Es decir, se trata de una alternativa farmacológica que puede ser útil para personas con problemas de obesidad, pero si lo que se busca es eliminar un ligero sobrepeso, seguramente no sea una opción.

Aunque su efectividad en la pérdida de peso está demostrada, se trata de medicamentos creados y comercializados inicialmente para el tratamiento de la diabetes y, por tanto, su uso contra la obesidad no está financiado por el Sistema Nacional de Salud por lo que su precio oscila entre los 150 y 350 euros mensuales dependiendo de la dosis necesaria.

¿OZEMPIC? ¿MOUNJARO? ¿WEGOVY?

Aunque los principios activos de los tres medicamentos son distintos -semaglútida en el caso de Ozempic y Wegovy (dosis más altas) y tirzepatida en Mounjaro- actúan de forma relativamente similar: estimulan la liberación de insulina y reducen la glucosa. Además, contribuyen a reducir el apetito y, por tanto, la ingesta de alimentos.

Los estudios han demostrado que los pacientes pueden experimentar una pérdida de peso significativa, que en algunos casos puede superar el 15% del peso corporal inicial. Esto se traduce en mejoras en los marcadores de salud, como la presión arterial y los niveles de colesterol.

La forma de administración también es similar: inyecciones subcutáneas semanales en el muslo, abdomen o parte superior del brazo. Y también los efectos adversos. En los tres medicamentos se señala la posibilidad de sufrir náuseas, diarreas, estreñimiento o vómitos. Además, para las personas obesas que pierden peso muy rápido existe también el riesgo de aparición de enfermedades de la vesícula, renales o alteraciones en el nervio óptico.

Y en personas sin diabetes ni resistencia a la insulina, al reducirse los niveles de glucosa en sangre, se puede sufrir algún episodio de hipoglucemia, con síntomas como sudores fríos, confusión, fatiga e incluso desmayos.

Por otra parte, el uso de este tipo de fármacos como una solución rápida para la pérdida de peso va más allá de lo meramente fisiológico. Podemos desarrollar sin querer una relación poco saludable con nuestra propia imagen y con la comida, e incluso, especialmente en jóvenes, una dependencia psicológica al fármaco. La idea de no poder mantener el peso sin él puede volverse persistente, abriendo la puerta a trastornos de la conducta alimentaria, ansiedad y una disminución de la autoestima.

Sin embargo, el Dr. Esteban Jódar cree que, si hay que poner en una balanza lo que han demostrado estos medicamentos en reducción de peso, reducción de accidentes cardiovasculares en personas diabéticas u obesas y en fallo renal o cardíaco, su efecto es «realmente impresionante y beneficioso».

«Sin cambios en nuestro estilo de vida, no servirá de nada»

Para el Dr. Jódar es muy importante concienciar a estos pacientes de que los fármacos para adelgazar “no son mágicos” y que deben ir acompañados de un programa de cambio de hábitos: “el tratamiento es una ayuda, que no servirá de nada sin un cambio de estilo de vida. Si no se produce este cambio, ineludiblemente se recuperará todo el peso terminada la intervención farmacológica”.

Estos cambios implican necesariamente “un incremento de ejercicio físico tanto aeróbico como de potencia y una reeducación nutricional», ya que «si vemos la obesidad como una enfermedad crónica, no podemos plantear un tratamiento a corto plazo».

En los últimos meses, los expertos hacen cada vez más hincapié en estos aspectos, ya que la pérdida rápida de peso no discrimina entre grasa y músculo. Si no se acompaña de una pauta alimentaria adecuada y ejercicio físico de fuerza, podemos enfrentarnos a importantes pérdidas de masa muscular, debilitamiento general y déficit de nutrientes esenciales.

Lo que sí parece claro es que estos fármacos han llegado para quedarse. Más allá de una moda, se han convertido en una alternativa útil y eficaz para las personas con obesidad. Pero, si lo que sobran son solo unos kilos para vernos mejor en verano, la actividad física y mejorar nuestra alimentación sigue siendo, sin duda, el camino más saludable, seguro y recomendable.

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