Yo Díaz y el Manifiesto Narcisista-Leninista

Yo Díaz y el Manifiesto Narcisista-Leninista

Llamemos a las cosas por su nombre, que siempre es más saludable: ni “plataforma” ni proyecto transversal… Díaz quiere ser reina, como Máxima de Holanda, como Matilde de Bélgica, como Charlène y como Doña Letizia y ha empezado por peinarse y ataviarse parecido, e incluso mejor, diría yo, que esta última. Créanme, amigues, no lo digo desde el virtuosismo y no es una crítica, sino una observación; el mismo Iglesias, como Yo Díaz, un día miró al poder a los ojos y desconoció todo lo demás, primero su Vallecas, después su Alcampo, luego a su familia y, por supuesto, todas las fantasías neuróticas y pueriles y las memeces efusivas por las que un día irrumpiera en la política.

Meses antes de que Pablo se cortará la coleta, yo anticipé (no quiero ser marisabidilla), como Díaz asegura que anticipó la pandemia por encima de todos sus correligionarios, que Pablo quería cortarse la coleta, que renegaba de ella (igual que Yoyo, ha renegado de sus flequillos borrokas, de sus botas “pisamierdas” y sus estilismos asamblearios).

Pablo, como Yo Díaz, tuvo el poder muy próximo y quedó prendado, deslumbrado, y supo que podía ser correspondido (dada la ramplona competencia de nuestro tinder político); y su emoción, esa excitación sexual, si quieren, nunca se sosegó, al contrario, era avivada por la ostentosa mediocridad de Sanchez (auto conducido a la presidencia de la manera más idiota); y quiso presidir, mejor ¡reinar!… ¡llegar a emperador! y no le culpo, ni a Yo Díaz, (a mí también me gustaría muchísimo y soy republicana…)

¿Quién no desearía viajar constantemente, conocer a los más grandes artistas y pensadores del mundo, cenar con ellos… hablar con Isabel II por wasap…? Pablo sí lo deseaba, le encantó Juego de Tronos y se contempló, con perfecta verosimilitud, cetro en mano, sobre un trono…como ahora Yolanda Lanister ¿No es un poquito Cersei? Cualquier mujer inteligente, atlética y narcisa podría serlo.

Hoy, nuestra vicepresidenta segunda confiesa que no está dispuesta a ocupar una esquinita de la izquierda, como el cuarto vicepresidente, Iglesias Turrión, no se vio, esperando en la cola de león. Las mieles del triunfo de la puerta del sol, entre quinquis del compromiso social y niñatos fumados, en otro tiempo tan dulces… cuando sujetó la mano del poder y la besó, perdieron su sabor… ¡Y qué bien iba la coleta en ese entonces! Pero ¡Vicepresidente yayoflauta no!. Eso jamás.

Pablo Iglesias tenía grandes planes para sí mismo, porque es narciso, como Yolanda, y en ninguno de esos planes cabía España, los españoles, ni la coleta. Pablo Iglesias decidió que su maravillosa historia y su auge no terminaban de vicepresidente en absoluto… Y menos a la sombra de un botarate bonito de cara.

Lo primero que vamos a hacer es cambiar de peinado, y pasar al moño. “La coletona esta, con la que solía triunfar” -se dijo frente al espejo- “ya no me gusta.”

«Eres una rémora que me frena» -la reprendía y sermoneaba como a una vieja empleada- … No se puede conquistar el mundo con una cola de burro como telonera, igual que no se puede, como la antigua Díaz, con un flequillo cortado con las tijeras del pescao.

Volvamos a nuestra loba con piel de cordero favorita, cuyas coquetas dentelladas a Sánchez (con labios carmín) no son accidentales. Es más, ya se postula, bajita la mano, como aspirante a la Presidencia y lo primero que ha hecho es quemar en una pira su vieja estética podemita sustituyéndola por un aire femenino, dulce y mesurado, tan Kate Middleton, tan upper class, tan clasicón (salones nude, mecha española), tan misayvermut, tan MoralejaGreen, tan largodomingodenoviazgo en Pozuelo, tan Rocío Monasterio… que no sabemos si aplaudir o salir corriendo aterrorizados. ¿A qué juega la nueva diva de la izquierda? Lo que está claro, es que juega duro mientras imposta su blanda vocecilla, la sonrisa, las manos de gesticulación artefactada, siempre hablando de “amor”, de diversidad, de sostenibilidad e insistiendo en “una plataforma sin egos”, absolutamente avasallada por el suyo propio.

¿Recuerdan a Iglesias asegurando que nunca abandonaría su barrio?… Pero qué poética es la hemeroteca…

Pablo Iglesias odiaba su coleta más que el resto de los españoles, si es que eso es posible, y se la hubiera cortado antes. Pablo quiso cortarse la coleta y llevar gomina y comprar cosas bonitas sin tener que ocultarse de los comunistas y sus miradas inquisitivas; le perdonaron Galapagar y desde entonces vivió en una incomodísima situación psicológica, un spagat sociopolítico dolorosísimo, con una pierna en el Movimiento 15-M y la otra en la piscina climatizada….

El problema del comunismo (casi todos somos comunistas en lo más profundo de nuestro tierno corazón) es que nadie (usted tampoco Yolanda) está a la altura del desapego material y personal que realmente requiere, como nadie está a la altura de la ejemplaridad que le pide ser monarca, ni de la honestidad que demanda el celibato.

 

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