La yenka de Olona

La yenka de Olona
La yenka de Olona

Un pasito p’alante y otro p’atrás. Recordamos aquella canción simplona. Era la historia de una adolescente que empezaba a bailar: «Pasito p’alante, pasito p’atrás». Reflejaba -no sé esto es echarle demasiada sociología a la cuestión- no ya la forma de aprendizaje en la danza, sino las dudas de los protagonistas, en todo caso adolescentes, que empiezan a andar por la vida. Nada seguro, poco serio, siempre vacilante. El cronista no tiene idea -y lo confiesa- de por qué la última entrevista de Macarena Olona trajo a su memoria este tema de los setenta. Y es que, a la espera de que la abogada del Estado sea recibida por el que fue su jefe, Santiago Abascal, todo lo que se sabe sobre ella puede ser contradictorio o incluso, como en la geometría de la época, opuesto por el vértice. ¿Ha dejado definitivamente Olona la política? ¿Se dedicará en el futuro al ejercicio de su profesión? ¿Se sentirá a gusto si decide volver en el partido que le aupó al estrellato mediático? ¿Tiene algún compromiso exterior con personajes tan controvertidos como Mario Conde? A falta de mayores concreciones de la citada, persisten las dudas de otra cuestión: en su penúltima aparición, la de esta misma semana, ha avisado con solemnidad casi papal: «Mi compromiso es con Andalucía». Y en este punto la incertidumbre es grande: dado que no puede regresar al Parlamento regional una vez que abandonó el acta, ¿en qué forma quiere hacer efectivo este empeño? ¿Quizá presentándose al Congreso andaluz de Vox como candidata a presidir el partido? ¿Quizá sin afiliarse de nuevo establecer alguna plataforma social tipo FAES en España? Nada se sabe al respecto, entre otras cosas, y eso es muy probable, porque ni siquiera ella sabe exactamente cómo encaminar su vida definitivamente.

En Vox, donde ya no tiene ficha, sus propios compañeros de escaño en Madrid, los que tanto le aclamaban hasta hace días, ahora no tienen muy buena opinión sobre sus últimos volantines políticos. Más bien al contrario. Los más generosos no se salen del guión marcado por Abascal, y se cubren pronosticando que «tiene que pasar el tiempo». Los más rotundos, duros, sus fervientes seguidores de antaño, no conceden a Olona un ápice de sentimiento, ni personal, ni político: «Ha hecho mucho daño al partido y con seguridad que si volviera haría todavía más». Ellos sí que se han partido la caja por Vox, claro está. Y añaden: «Porque, pese a su aparente humildad y sus proclamaciones de lealtad, su enorme afán de protagonismo no le permite pasar desapercibida, ella no es un verso suelto, ella es un verso asonante». Textual. Esto último debe querer decir que rima con quien parece. Es decir: un peligro para un partido con vocación de homogeneidad absoluta.

Lo cierto es que mientras Olona y el que fue su partido se muevan bailando esta indescifrable yenka política, Vox puede aligerarse de votos. Desde la propia Olona al oficialismo del partido, lo reconocen. Abascal y sus gentes siempre han presumido de que, frente a la voluptuosa vida interna de PP y Ciudadanos -siempre al borde de las refriegas internas e incluso de la ruptura- Vox nació. Así se seguía comportando como una entidad férrea, de disciplina acrisolada frente al jefe y sin disidencias endógenas similares a las que hasta la llegada de Feijóo soportó el PP y las que ahora sufren los marginales Ciudadanos que se creen su propia resistencia mientras se desangran por todos los territorios de España, incluido el antiguo feudo de Cataluña, donde Arrimadas llegó a ganar. Olona ha conmocionado esa unidad y Vox, también en esto ya carga con los defectos sempiternos de la derecha del país: la agitación doméstica.

Olona se lamenta, y en esto no le falta razón, de que desde dentro le han vapuleado política, personal y familiarmente. Desde luego. Los mismos diputados a los que me refería líneas arriba van señalando, con enorme desahogo, que su nerviosismo, ya patente durante la propia campaña andaluza, se debe más a cuestiones íntimas que a razones de desánimo tras lo que ella califica como «fracaso de las expectativas». Se supone que de todo tipo. O sea, que sus antiguos correligionarios ni siquiera en este ámbito, dejan títere con cabeza. Es tal el reforzamiento psicológico que Olona siente cuando es aclamada, sea en la realización de un Camino de Santiago que ella presenta como en sus conferencias granadinas que ella se piensa llamada a mayores alturas que la ya muy grande de por sí de la Abogacía del Estado.

Por eso, el pronóstico de este cronista después de haber repasado con varios intérpretes de la yenka de Olona, es que ella quiere volver a la política sin renunciar a su profesión. Algo que en España debería ser posible siempre. Pretende ser por lo pronto en Andalucía la gran influencer de la derecha española, la más patriota, la más pegada a las harturas de los ciudadanos. A esto parece encaminarse. No está desde luego para que su enemigo -que no es otra cosa- el boina verde Ortega Schmidt, le aborrezca en público y en privado, no se sabe si porque no le aguanta en la política o porque le envidia profesionalmente, probablemente más por esto. Será, si este pronóstico se cumple -verso al margen- siempre y cuando en su casa se lo permitan, cosa que no parece probable. Continuará creyendo, como cree, que sus actitudes refuerzan su lucha por España, así a lo grande, como ella lo hace todo. La verdad por ahora es esta: o Vox resuelve este delicado asunto, o sus pronósticos serán cada días peores. Incluso ella lo reconoce pero quizá, nueva como es todavía en la política, no ha caído en que la libertad en los partidos no existe.

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