No es Torre Pacheco, es toda España


Torre Pacheco ha alzado la voz. Las tensiones vividas en el municipio murciano tras la agresión a un vecino de 68 años por parte de tres marroquíes (dos de ellos en situación irregular) no son un accidente: son el síntoma de una política migratoria errática y blanda promovida por el Gobierno de Pedro Sánchez. Lo ocurrido no sólo expone una falla política sino una peligrosa fractura en la convivencia.
Durante 2023 se registró que 56.000 inmigrantes ilegales llegaron a España, un 82% más que el año anterior según datos del Ministerio del Interior. Ahora, la agresión a un anciano por parte de tres jóvenes magrebíes ha sido el detonante de una indignación que lleva años incubándose en el silencio de barrios y pueblos.
A pesar de la gravedad de la situación, el Gobierno ha adoptado una postura débil frente a uno de los retos más sensibles que enfrenta cualquier Estado: el control de sus fronteras y la gestión de los flujos migratorios. En cambio, se ha instalado en una narrativa complaciente, donde toda crítica a la inmigración irregular es sistemáticamente descalificada como xenófoba.
No hay un plan. No hay integración. No hay control. Sólo hay improvisación, ocultamiento y cálculo electoral. Se dispersa a inmigrantes irregulares por toda la geografía nacional sin coordinar con los ayuntamientos, se niega el envío de más agentes a localidades desbordadas por el repunte de la criminalidad, y se protege más el relato ideológico que la seguridad de los vecinos. El resultado es una bomba social de relojería que ha empezado a estallar.
Cuando los vecinos de Torre Pacheco salieron a protestar, no lo hicieron porque odiaran a nadie por su origen, sino porque sienten que su vida cotidiana está amenazada. La respuesta del Ejecutivo no ha hecho más que provocar que crezca el miedo, el resentimiento y el extremismo. Se desprecia la legalidad, se ignora a las víctimas y se permite que las mafias operen con impunidad mientras se acusa a los ciudadanos de intolerancia. La política migratoria, en lugar de ser una herramienta de orden y cohesión, se ha convertido en un campo minado por la negligencia, el buenismo y la cobardía.
España necesita recuperar el control de sus fronteras, establecer criterios claros para la inmigración legal, garantizar que quienes vengan respeten las normas y que quienes las violen sean devueltos sin demora. No hay convivencia posible sin ley, y no hay integración posible sin límites. La seguridad no es negociable ni excluyente: es el punto de partida de cualquier sociedad libre.
Torre Pacheco ha salido a la calle. Y lo ha hecho no sólo en nombre propio, sino como portavoz de miles de españoles que se sienten abandonados por su Gobierno. La pregunta ahora es si desde el poder se seguirá alimentando el relato o si, de una vez por todas, se tomará en serio lo que está ocurriendo. Porque lo que está en juego ya no es un debate político, es la paz social.
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