Ya no es Sánchez, es el PSOE

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Ya no es sólo Sánchez, es el PSOE. Es el PSOE el cooperador necesario sin el cual Sánchez nada podría hacer. Es el PSOE en el Congreso el que suprime el delito de sedición al dictado de los indepes. Es el PSOE el que defiende los indultos y cambiará el delito de malversación para favorecer a Junqueras y evitar que Griñán y cientos de condenados por corrupción entren o sigan en la cárcel. Es el PSOE el que cede las prisiones al País Vasco para que los amigos de Otegi vuelvan a la calle antes de cumplir su condena. Es el PSOE el que ha dejado de creer en España y en la separación de poderes.

Sí, es el PSOE un partido vendido a un solo hombre para instrumentalizar la democracia y satisfacer su ambición. Sánchez necesita al PSOE para sobrevivir, pero el PSOE no necesita a Sánchez; se ha vendido porque quiere, o porque ya son una misma cosa.

Nadie el Ferraz levanta la mano para decir así no. Ningún diputado socialista dice «para esto no nos eligieron». Y nadie cree ya en las melindrosas declaraciones de Page o Lambán que duran lo que un telediario.

Y es que ya no se trata de pequeñas y ocasionales diferencias con el partido lo que estos barones aparentan tener y con las que podrían convivir; es la idea de España y del Estado de Derecho lo que el PSOE está dinamitando obscenamente. Por ello, Lambán, Page u otros pueden seguir siendo cómplices en este PSOE y dejarse de pellizcos de monja con los que disimular patéticamente su incoherencia, o decir basta ya, aquí tienen mi carnet. Es lo único que les hará creíbles.

Alguno intenta autoengañarse con el argumentario enlatado de que ahora hay más paz en Cataluña. ¿Paz a cambio de qué, PSOE? ¿Paz para qué? Ya nos lo han dicho los indultados, para recomponerse y para volver a intentarlo. Y Otegi añade: «No va a haber mejor gobierno que el de PSOE y Podemos».

Pero el PSOE no sólo es Sánchez, sus cargos y sus barones. Los partidos viven de sus votantes. ¿Son también ellos cómplices de la deconstrucción de España? No, aún no. No podemos responsabilizar a los que votaron al PSOE de sus traiciones, pues sus promesas eran lo contrario de lo que han hecho. Quienes votaron al PSOE votaron a alguien que decía que no iba «a dormir tranquilo con podemos», votaron a quien no iba a permitir «que la gobernabilidad de España descanse en partidos independentistas», votaron a quien aseguraba que «clarísimamente, ha habido un delito de sedición, de rebelión, en España, y en consecuencia deberían ser extraditados esos responsables políticos a España», votaron a quien prometía tipificar el delito de referéndum ilegal y defendía que los políticos no deberían elegir a los jueces, a quien repetía 15 veces que no iba a pactar con Bildu, ni con los populismos…

Algunos creyeron todo aquello; otros, en cambio, no nos fiamos de un partido que suma 143 años de mentiras, los últimos tres a la cara. La ventaja de mentir tan groseramente como Sánchez es que, ahora, los votantes que antes le creían lo saben y pueden votar en consecuencia. Así, pueden votarle de nuevo, ratificando y convalidando estos tres años de ignominia y convertirse, ahora sí, en corresponsables de lo que venga. O pueden decir así no, no con mi voto.

La suerte que tiene el PSOE es que cuenta con un gran número de votantes incondicionales, esos cuyo principio es no cambiar de partido, aunque el partido cambie de principios. Son esos electores que se unen a unas siglas como quien se casa para toda la vida, que votan al de siempre, a ciegas y sin pensar, como quien se levanta a mear por la noche; esos que, pase lo que pase, en la salud y en la enfermedad, en la fidelidad o en la traición, no se plantean votar a otro hasta que la muerte les separe. Para Sánchez es una suerte tener votantes así. Para España, piénsenlo.

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