Volver a casa de madrugada
No. En absoluto. Ninguna intención de referirme al verso feminista, ése, de reivindicar volver sola y borracha a casa; que es manera de volver en efecto aunque probablemente no la más elegante. Pero sí, desde luego hay derecho a volver sola y borracha a casa. Cada loco con su tema, que diría Serrat.
Cuando estaba en edad escolar, había en el colegio una evaluación mensual y con nota, que podía complicarte la vida si no la aprobabas. Me refiero a la Urbanidad, palabra probablemente desaparecida del vocabulario y a pesar de ello puede consultarse en los diccionarios. Urbanidad: “Comportamiento acorde con los buenos modales, que demuestra buena educación y respeto a los demás”.
Aunque pueda parecer mentira hubo un tiempo generalizado en el que la buena conducta cotizaba en la enseñanza, no como ahora: según la corrección política, el esfuerzo traumatiza al alumno. Y ser buena persona, lo que requiere es práctica –esfuerzo- desde la más tierna infancia. Aquellas generaciones educadas en la urbanidad, cuando llegaban a la edad adecuada salían de noche, para encontrarse y relacionarse -como ahora-, si bien todavía no era imaginable el estúpido reto de ver quién era más capaz de emborrarse en el menor tiempo posible.
Los más pijos, podían pasarse toda la noche con una única copa cogiendo el vaso con servilleta de papel, hoy algo absolutamente impensable, pues guardar las formas hoy en día se tiene por retro, o sea, “evocar el gusto o la moda de un tiempo pasado”, y según la corrección política, ser retro, equivale a ser un facha. Cada loco con su tema, que diría Serrat.
Hoy ya perdidas las formas la sociedad ha creado un monstruo maleducado que sale a las bravas y sin condicionamiento alguno. Al jaleo puro y duro. Siendo un urbanita convencido, me referiré solamente a Palma, aunque sin poder evitar referirme a la costumbre –no sé si continúa vigente- en la part forana de que los jóvenes acudieran a un pueblo vecino, preferentemente rival, simplemente para buscar pelea. Hoy es práctica habitual en centros de ocio capitalinos o del área metropolitana de la Bahía de Palma, y de ahí las constantes noticias de sucesos, señalando apuñalamientos, linchamientos y letales patadas en la cabeza y garganta. ¿También es corrección política?
Esta es una práctica, que ha traído consecuencias muy graves para el sector de las copas los últimos 20 años. Los primeros en pagar fueron empresarios en La Lonja y los siguientes van a ser los de Santa Catalina. Qué envidia la vez que cenamos en Georgetown (Washington DC) y después ir de copas a la calle 18 en el barrio hispano. La acera desierta, en silencio, y el interior a tope tras una doble puerta. Una insonorización, admirable, y una ordenanza local muy severa con el potencial incivismo de la clientela.
Aquí entre nosotros, ha pasado todo lo contrario: el cliente grita a plena voz y paga el empresario su comportamiento incívico y desvergonzado. Lo he vivido al inicio de las quejas de los vecinos de La Lonja, cuando paseaba a las 2 de la mañana: un grupo de jóvenes gritaban a pulmón descosido junto a un coche de la Policía Local, con los agentes presentes. ¡No pasó nada! Es lo que sigue ocurriendo en la actualidad, analfabetos del PSIB-PSOE, y por aquello de ser justos también pasaba con el PP instalado en Cort.
Las autoridades municipales no son conscientes, ni están dispuestas a poner remedio a tanto despelote. ¡Que paguen los empresarios entonces! ¿Esto es fruto, de nuevo, de la corrección política? Cada loco con su tema. O no, y que se lo pregunten al vecindario de las zonas de copas, entre ellas el Paseo Marítimo de Palma: entre las 2 y las 5 de la madrugada, un permanente mal vivir con aquel desfile continuado de adolescentes fruto de la globalización unida a la empatía local, que no muestran siquiera respeto al vecindario. La calle es suya, y solamente suya, porque la Urbanidad ha desaparecido.
Gritos descosidos, peleas incipientes y ni por asomo respeto al vecindario. Ahora el Ayuntamiento de Palma se plantea convertir el Paseo Marítimo en un jardín de las delicias para energúmenos al crear un bulevar mayúsculo y de nuevo la ausencia de una normativa municipal persuasiva. El jaleo será generalizado, la falta de respeto al vecindario también, y de nuevo pagarán justos por pecadores. Porque deja de ser lo mismo regentar un negocio que volver borracha y sola a casa zigzagueante, o sea caracolear, rompiendo la urbanidad sin coste alguno, y porque sí. Una irresponsabilidad, imputable a los políticos a cuenta de los impuestos que pagamos todos.
No estaría de más que de cara a las elecciones locales de 2023 los partidos con posibilidades, o sea el PP y el PSIB-PSOE, nos explicasen qué piensan al respecto, aunque teniendo en cuenta que la corrección política es invento de la izquierda solamente cabe confiar en el centroderecha como avalista de cambios notables, y razonables, de actitud. Está bien que las adolescentes si lo quieren, regresen a casa solas y borrachas.
Lo que no está bien es acudir a la corrección político-igualitaria para convertir el gesto en santoral, y de lo contrario, ¿no va a ser Vox, por una vez, el garante de libertades? Pues que no me jodan, Vox no es la ultraderecha, sino sentido común. Y punto. Cada loco con su tema, sí, pero recordando que existe la Urbanidad, o sea teniendo como referencia innegociable el respeto a los demás. Un derecho que se traduce en volver a casa de madrugada como ciudadanos sin más y con el debido respeto a los vecinos que están durmiendo en su camino. Cada loco con su tema, o no, como diría Joan Manuel Serrat.
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