Via Crucis en Son Moix

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Raillo, siempre él, escribió la primera línea de la derrota, tal vez inmerecida por el esfuerzo de sus compañeros sometidos a un asedio inevitable durante 50 largos minutos,al término de los cuales no pudieron impedir el destino trazado por su capitán. Fue a los 2 minutos de los 5 que el pésimo colegiado que es el gijonés Pablo González Fuertes, advertidos estaban mis lectores y así debieron estar los futbolistas, había prolongado un partido que iba para empate heroico. Al revés de lo sucedido hace una semana ante el Rayo Vallecano. Entonces se ganaron dos puntos y ahora se ha perdido uno.

Dice Javier Aguirre que «los árbitros y la suerte no entrenan conmigo», le falta añadir que sí lo hacen sus pupilos. Contagiados por sus colegas, tanto el expulsado como Dani Rodríguez y últimamente Muriqi, que reclama falta cada vez que pugna por una pelota o a la primera caída desde el primer segundo, se dedican más a protestar que a intentar jugar lo que hemos de reconocer que hacen con cuentagotas. Tampoco habla de ellos el técnico, asegura en sus ruedas de prensa, se guarda los gestos y muecas para el día de partido. Y luego pasa lo que pasa.

¿Y qué pasa?. Pues que si siempre haces las mismas cosas no puedes esperar nada diferente. Jugar con cinco atrás ya dijimos que no garantiza una defensa más férrea, ni salir con dos delanteros un ataque más profundo y efectivo. No existe centro del campo pese a que Antonio Sánchez, en un alarde de voluntad y acierto, recorra los kilómetros que Dani Rodríguez ya no puede transitar. Con cuatro oponentes y la ayuda de Kubo, la Real tuvo más que suficiente para dominar el cuero y el juego, mucho más a partir de la inferioridad numérica local.

Pero aun once contra once, el único disparo del anfitrión entre los tres palos de la meta de Remiro, que estuvo de vacaciones toda la tarde, fue el del gol. Después ya no hubo manera. La metida de pata de quien como portador del brazalete debería dar ejemplo, serviría de coartada para justificar no solo la derrota sádica que, puestos a perder, podría haberse sentenciado con menos sufrimiento.

Los cambios también premeditados. En un choque cuyo desarrollo hubiera exigido la presencia de un delantero rápido, hábil y fresco, cual se supone que debe ser Radonjic, ni Morlanes, ni Sergi Darder, ni Abdón podían aportar nada sorprendente para tranquilidad de una Real a la que habría que pedir muchas explicaciones de no haber conseguido tres puntos sin mayor esfuerzo que el suicidio voluntario de unos profesionales cuya edad tendría que aparejar más experiencia y menos ingenuidad.

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