Unas listas manchadas de sangre

sangre Bildu

Desde que el presidente Rodríguez Zapatero dijo que Otegi era un hombre de paz y maniobró para lograr que Bildu fuese legalizado, tras haber quedado ilegalizado todo el entorno de ETA -desde la propia banda hasta su brazo político, encarnado por Batasuna, del que Bildu es heredero-, las víctimas fueron maltratadas en España por las acciones de muchos políticos, que permitieron que asesinos, sin siquiera arrepentimiento, tuviesen participación política. En ocasiones, algunos se presentaron huidos de la justicia. En otros, su presencia en un parlamento o ayuntamiento, si lograban el acta correspondiente, era vomitivo. Podemos recordar el caso de Josu Ternera como especialmente repugnante. Desde aquellos juramentos «por imperativo legal» que realizaban los miembros de Herri Batasuna en el Congreso y que, por ejemplo, Félix Pons no consideraba, acertadamente, válidos para obtener la condición plena de diputado, hasta ahora, donde se multiplican los asesinos etarras condenados por asesinatos, por delitos de sangre, en las listas de EH Bildu, las víctimas han ido sufriendo afrenta tras afrenta. No sólo tuvieron que soportar la pérdida de un ser querido; no sólo tuvieron que convivir con los asesinos que los habían matado; también tienen que soportar viéndolos presentarse a las elecciones.

Que el antiguo brazo político de ETA cuente con muchos que fueron terroristas de la banda asesina es algo que hemos visto a lo largo de todas estas décadas. Sus dirigentes eran, en muchas ocasiones, los abogados de los terroristas de ETA; los justificaban; les daban voz en los parlamentos. Ahora bien, el paso dado en esta ocasión, con más de cuarenta terroristas condenados, siete de ellos por asesinatos, es un paso más en la afrenta a las víctimas, una burla a todos.

Aquí no hubo un conflicto político, como dijeron siempre los asesinos y sus extensiones políticas. Aquí hubo una banda asesina que mataba a ciudadanos, en ocasiones, varios por semana. Militares, guardias civiles, funcionarios, directivos, trabajadores, políticos, niños, ciudadanos en general, sufrieron esa barbarie. Todos nos acordamos, por ejemplo, del atentado de la casa cuartel de Zaragoza; o el atentado de la Plaza de la República Dominicana, en Madrid; o el atentado contra Irene Villa y su madre; o el atentado de Vallecas; o el secuestro de Ortega Lara; o el asesinato de Gregorio Ordóñez; o el de Fernando Mugica; o el secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco; y tantos y tantos otros, hasta llegar a la totalidad de sus cientos de asesinatos, secuestros y crímenes.

Esos terroristas sembraban el pánico por toda España, desde bicicletas bombas a tiros en la nuca, pasando por los atentados de mayores dimensiones. Muchos de esos terroristas de entonces van en las listas de Bildu, sin arrepentirse de sus crímenes, sin pedir perdón.

Sánchez y el sanchismo han llevado al PSOE a apoyarse en Bildu para que la moción de censura que lo aupó a la presidencia del Gobierno saliese adelante; para ser investido, ya sea con el voto directo de Bildu o con su abstención; o para sacar leyes adelante (las primeras negociaciones para derogar la reforma laboral, fueron con Bildu, quienes también han sido los que han presentado el acuerdo de la ley de vivienda). Era horrible ver al PSOE apoyándose en el antiguo brazo político de ETA, pero ahora, que se envalentona Bildu e incluye en sus listas a un número mayor de condenados por terrorismo, Sánchez sólo alcanza a decir que «es indecente». Si lo es, que rompa con ellos. Por mucho que los siete terroristas con asesinatos cometidos digan que van a renunciar al acta, no es suficiente, ya que la renuncia se deberá al miedo a que ello perjudicase sus intereses de mantener el actual gobierno a nivel nacional, no a convicción ni a arrepentimiento. Por ello, Sánchez ha de romper con un partido que los incluyó en sus listas, que, aunque los retiren, quedan manchadas de sangre, de la sangre que derramaron en sus asesinatos quienes ahora se retiran. Si no lo hace, los dirigentes del PSOE deberían rebelarse contra Sánchez si no quieren asumir esa traición a las víctimas. Si Sánchez no rompe, estará aceptando unos votos que provienen de unas listas manchadas de sangre -por mucho que digan que renunciarán al acta los siete con asesinatos, pero sigue habiendo muchos otros terroristas en ellas, casi cuarenta- y asumirá ese lema breve, de cuatro palabras, que un señor exhibió en una pancarta detrás de Sánchez, en un acto: «Que te vote Txapote».

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