Trump versus Sánchez

Trump versus Sánchez

En una semana donde se puesto en solfa al presidente de los EEUU, donde cualquiera ha podido leer toda clase de análisis sobre el inquilino de la Casa Blanca y donde lo que menos le han llamado es aprendiz de déspota, convendría desmitificar tanta leyenda urbana. La presión sobre Trump se produce clara y llanamente porque estamos en un año electoral y porque la izquierda estadounidense como la española siempre agita los fantasmas que cree pueden reportarle votos. Hay un dato que es real y pocos medios difunden. Los muertos a manos de la policía en EEUU han disminuido en la era Trump respecto a su predecesor Obama. En 2015 hubo 1.146 víctimas (fuente The Guardian) y el año pasado 1.004 víctimas (fuente The Washington Post). Así que con independencia de que la gente pueda protestar cuanto quiera, me parece un insulto a la verdad hacernos creer que con Trump la situación se ha deteriorado y empeorado en un tema como el del racismo que ni siquiera supo solucionar el primer presidente de raza negra, Barack Obama.

Precisamente es el presidente español, Pedro Sánchez, quien siempre que comparece aprovecha la mínima oportunidad para buscar su cuota de revanchismo con su homólogo norteamericano y sacar pecho por una gestión que no ha sido más que incompetente. El pasado domingo mintió con descaro al decir que las víctimas en Nueva York de coronavirus superan a las de todo el territorio español. Y se quedó tan ancho. Eso ocurrió el mismo día en que el vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, publicaba una fotografía de la liberación del campo de concentración de Mauthausen porque salían los ‘Antifa’ ahora tan presentes en las noticias por provocar el caos y los saqueos en las calles de EEUU. Resulta paradójico, o más bien cínico, que los mismos que desde aquí exigen responsabilidades al presidente de un país (Trump) donde no pueden votar y tienen, por tanto, influencia nula sobre la toma de decisiones, son luego unos zalameros con Maduro en Venezuela, Daniel Ortega en Nicaragua o la Cuba comunista. Trump no viola derechos humanos, pero los otros sí.

El estilo político de Donald Trump podrá gustar más o menos, pero sigue habiendo grandes diferencias con el de Pedro Sánchez que dejan al español en el puesto del peor presidente de nuestra democracia. De entrada, Trump no basa su gestión al estilo bananero de creer que la administración es su propio cortijo donde puede colocar a su antojo a todos sus ‘amiguetes’. Pedro Sánchez sí que lo hace. Nepotismo en estado puro. El caso de la dirección general de Transportes que ha saltado a la luz esta semana es un buen ejemplo, pero también lo fue poner a su exjefe de gabinete al frente de Correos o a su sociólogo de cabecera, José Féliz Tezanos, al frente del CIS para servir barómetros tan mal cocinados y pagados con nuestros impuestos que en las últimas elecciones desbarró sobremanera con lo que había anunciado.

La división entre el poder ejecutivo y los medios de comunicación es clara en los EE. UU. Aquí el presidente Sánchez no sólo ha regado con 15 millones de euros a las televisiones privadas, sino que mantiene en situación de permanente interinidad a una administradora única al frente de la televisión pública que no sólo no rinde cuentas ante los españoles, sino que ha devuelto a la televisión de todos a los peores años de oscurantismo y manipulación partidistas. Y si no le gusta lo que un corresponsal extranjero pregunta, utiliza a la embajada española para reprender a los jefes del periodista. Mientras que Trump no suspendió nunca su contacto directo con los medios de comunicación, Sánchez aprovechó la crisis del coronavirus para emitir su ‘Aló Presidente’ con las preguntas censuradas de los periodistas durante un mes y con algunos periodistas sin derecho a repreguntar durante casi dos meses.

Mientras que en EEUU la separación de poderes es bien clara, aquí Sánchez impuso como fiscal general del estado a una exministra suya que debe investigar ahora todas las demandas presentadas contra el Gobierno del que hasta hace medio año formaba parte y donde debe abstenerse de intervenir en aquellos procedimientos judiciales de los que tuvo conocimiento en su etapa como ministra de Justicia. Tampoco se le ocurriría a Trump entrometerse en una investigación judicial, como lo ha hecho aquí el Gobierno de Sánchez e Iglesias con el 8M, para hacerse con unos informes confidenciales y secretos solicitados por una juez. Al presidente estadounidense no se le pasaría por la cabeza limitar derechos constitucionales como la libertad de movimiento individual de sus ciudadanos o el derecho de reunión y arrojarse a sí mismo unas prerrogativas excepcionales propias de los regímenes que luego dice combatir.

En definitiva, ¿qué se diría de Donald Trump si gobernase en EEUU con el estilo de Pedro Sánchez en España? Seguramente el impeachment de hace unos meses sería una broma comparado con el que ahora se estaría preparando contra él.

Lo último en Opinión

Últimas noticias