Es tiempo de determinación, no de teatro
Mientras continuamos con estos duros momentos que nos están tocando vivir, con la sanidad casi saturada debido a que el Gobierno no fue previsor y prudente desde que en China comenzaron las infecciones y se demoró en actuar, teniendo que pasar casi en veinticuatro horas de no hacer nada a unas medidas durísimas que cerraban gran parte de nuestra capacidad productiva -tiempo habrá, cuando se venza a la enfermedad, de analizar la gestión y las razones que nos han llevado a la situación actual-, lo que se precisa es determinación para hacer frente a los problemas, que pongan sobre la mesa propuestas efectivas y viables, cuya articulación sea rápida.
Para eso, hace falta un liderazgo fuerte, firme y decidido, no una reiteración de alocuciones televisivas del presidente del Gobierno que hilvana un lugar común tras otro; un frase hecha tras otra; un lenguaje almibarado, exagerado por lo teatral de la escenificación sin responder con claridad a las preguntas que se plantean y, en muchas ocasiones, sin proponer soluciones.
Hace falta que ese liderazgo se ejerza y dirija el Gobierno con firmeza, sin permitir anhelos nacionalizadores de sus socios aprovechando el estado de alarma ni otras medidas que harían mucho daño a la economía y a muchos pequeños ahorradores, como habría sido la moratoria en el pago de los arrendamientos de alquileres de viviendas -de hecho, la moratoria de hipotecas ya es un peligro enorme-.
Sin embargo, nos encontramos con un tiempo en que lo que importa es el mensaje que se suba a las redes sociales, el emitir palabras huecas de contenido envueltas en ese almíbar pegajoso que no aporta nada, salvo la indignación por ver el tiempo y los recursos perdidos, que puede deteriorar todavía más tanto el problema sanitario como el económico.
Debido a esas duras medidas adoptadas por llegar tarde -tiempo habrá, como digo, para analizarlo con tranquilidad cuando pase todo; ahora lo prioritario es salir de esta horrible situación- se ha parado por decreto la actividad productiva de gran parte de nuestra economía, con el consiguiente perjuicio económico para muchas pymes y muchos autónomos, generando una crisis de oferta, que en la derivada de la suspensión de contratos de trabajo vía ERTE’s o la finalización de los mismos, si las empresas se ven obligadas a rescindirlos, genera otra crisis, de demanda, la de muchos asalariados que pueden perder su puesto de trabajo.
Por eso, se requiere liderazgo y que dicho liderazgo impulse medidas claras, efectivas, ágiles y que generen confianza. Así, la liquidez no puede ser un brindis al sol, sino que tiene que funcionar de manera perfecta, bien sea por avales, bien sea por financiación directa, y hay que emitir una señal robusta de liquidez, como en el Reino Unido, que ha movilizado 330.000 millones de libras (frente a los 100.000 millones de euros de España, y la economía británica no es más del triple que la española), pero dejando claro que si es necesario movilizar más recursos, lo hará, lanzando una señal de confianza al mercado, que no ha de preocuparse por la liquidez, cosa que aquí no ha pasado.
De la misma manera, hay que eximir de las cuotas de la Seguridad Social y hay que condonar los impuestos a pymes y autónomos mientras dure la restricción, para que puedan aliviar sus costes y seguir en pie, al tiempo que facilitar los ERTE’s, tal y como se ha aprobado, pero ágilmente.
Sólo si se pasa del teatro a la determinación, del vacío a la claridad de las medidas, y del almíbar a la firmeza, podremos remontar antes y mejor. Si no, la situación será más complicada, por gran ruptura del tejido productivo y pérdida de cientos de miles de puestos de trabajo; todavía estamos a tiempo de minimizar los daños. El problema es que parece que en España siempre nos llegan las peores crisis con los peores gobiernos posibles.