El test Vinícius

El test Vinícius

¿La sociedad española es racista? ¿Se necesita aprobar una ley que tenga ese  contenido y establecer un catálogo especifico de sanciones por insulto de ese tenor? Personalmente no lo creo. Desde luego la sociedad española no es más ni menos  racista que cualquier país de los llamados de nuestro entorno. Como se sabe, la  principal discriminación que sufren las personas es de naturaleza socioeconómica. Cualquier persona con independencia de su raza u origen, profesión, tiene mayor o  menor aceptación social por los indicadores de su nivel de vida o éxito. A nadie en su sano juicio, salvo algún descerebrado, se le pasa por la cabeza en la España del siglo XXI menospreciar a un semejante por el pigmento de la piel.

Otra cosa, claro está, es el mundo del fútbol. La escandalera que se ha formado por los lamentables episodios de Mestalla tiene un evidente trasfondo racista por los impresentables insultos de quienes están descalificados radicalmente por ello. Pero alcanza la sobredimensión propia con todo lo que tiene que ver con el balompié. Si las injurias que sufrió el futbolista Vinícius, rechazables desde cualquier prisma, no nos equivoquemos, las hubiesen sufrido cualquier otro ciudadano en contexto  diferente, el foco de atención y la polémica tertuliana no hubiera sido de tanto alcance. Incluso me atrevo a decir que es difícilmente imaginable que esas despreciables expresiones que tuvo que soportar el futbolista del Real Madrid se lleguen a pronunciar en un medio de comunicación, en una asamblea de vecinos, en  la cola de un supermercado, por poner algún caso.

Hay un auténtico atavismo todavía en esa incontrolada pasión con la que muchos viven los partidos de fútbol. Está muy bien, y por supuesto nada puede objetarse a reivindicar la lucha contra  cualquier manifestación racista. Pero tampoco nos volvamos locos, ni utilicemos una  vez más hechos concretos para agitar la polarización de una sociedad ya suficientemente enemistada. Porque en cuestiones de ética pública, no hay partidos ni deberían nacer los oportunistas, aunque claro en este caso está justificada su propia razón de ser por lo fácil que es engancharse a eslóganes y no profundizar en la  pedagogía social. Si a esto le añadimos la sal y pimienta de la eterna división entre la Real Federación Española de Fútbol y la Liga de Fútbol Profesional, y el morbo que  despierta cualquier asunto con el Real Madrid, el guiso está servido.

El día en que se revisen de verdad nuestros sistemas educativos, se inculquen valores que integren a toda la sociedad de manera armónica e integrada en toda España, sin  los hechos diferenciales de los territorios y de las banderías partidistas, muchas de  estas cuestiones de este gallinero que sirve para manchar las portadas unos días, y sacar la pancarta antes de los partidos, se habrán superado. Más que el caso Vinícius,  hay el test que nos retrata a todos.

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