Socialismo contra los jóvenes

Socialismo jóvenes

Por un motivo extraño de comprensión imposible, todavía hay jóvenes en España que votan socialismo. A pesar de que el socialismo representa todo lo que un joven debería rechazar, muchos aún creen, en su infinita ingenuidad, que abandera la defensa de sus derechos y voluntades frente a sistemas injustos y opresivos. Es tanta la carga ideológica y propagandística que la izquierda ha difundido desde su fundación como movimiento de masas, que asume como amortización sociológica que una gran parte de sus clientes ya no cuestionen la legitimidad, viabilidad o moralidad de sus planteamientos. Es bueno y cierto porque lo dice y hace la izquierda. Y ante esa tesitura, toda deriva autocrática del poder será justificada. Y toda mentira estará protegida en función del emisor que enuncie el engaño. Es lo que estamos viviendo ahora: la razón vencida por el ilusionismo mágico, la verdad derrotada por la lógica invertida.

Los jóvenes en España han envejecido sin darse cuenta. No tienen trabajo, ni casa, ni otro tipo de propiedades que les haga sentirse dignos más allá de sus triunfos nocturnos y sus visitas a perfiles de consumo deteriorado, pero uno no esperaba que la esperable rebeldía se transformara sin esfuerzo en un conformismo de paga que ahonda en la cuestión: estamos ante una generación pérdida por quienes han hecho de ellos un instrumento instruido y adoctrinado. El Gobierno de España les dice cada día a nuestros jóvenes: «No pienses, no estudies, no analices. Para eso está tu Gobierno, que lo hará por ti y lo hará mejor. Y como prueba de buena voluntad, aquí tienes un cheque cultural para que te lo gastes en consumir nuestra propaganda woke en Netflix y Disney. Disfrútalo». Y ellos, pobres infelices, marchan contentos porque ya tienen para su próximo iPhone o su primer Interrail. Forman parte de ese popurrí de frustrados, iletrados y vagos con causa. No tendrán nada, pero serán felices.

En su perpetuo infantilismo acomodado, no saben, porque nadie se lo explica, que gracias al socialismo de este Gobierno se ha intervenido el mercado de la vivienda, de trabajo y de alimentación, y que por tal motivo no pueden alquilar ni comprar una casa, no encuentran un contrato laboral decente -se lo tienen que inventar- y no pueden comprar la mitad de productos básicos de la compra porque su salario o su ingreso mínimo vital sólo les garantiza la supervivencia hasta el siguiente fin de semana.

Alguien debería explicarles a todos los hijos de educación socialista que celebrar la pobreza no es ningún éxito y que un subsidio permanente es el reconocimiento moderno de la esclavitud con sonrisa. España es el país con el número de parados jóvenes más grandes de toda Europa y, sin embargo, no se les ve incomodar en las calles protagonizando lo que sin duda sería una honra a sus padres y abuelos. Aunque sólo fuera por cariño a mantener un legado de lucha. Ni eso.

La mayoría pertenecen a esa generación de cristal que nunca han leído al filósofo y poeta Henry David Thoreau su reflexión sobre el hombre y el Estado: mientras el primero no tenga seguridad y confianza en sí mismo, el Estado prosperará, decía el escritor de Massachussets, ya que el Estado, proseguía, existe gracias al miedo e incertidumbre de cada uno de sus miembros.

Cuando uno escucha a esa reunión de líderes mundiales en Davos –colectivistas de toda condición– vender las bondades del Estado y bendecir el intervencionismo en la vida del ciudadano, se entiende mejor la victoria de Milei en Argentina y cómo su triunfo llegó, en gran parte, gracias a millones de jóvenes argentinos que conocen mejor que nadie cómo el socialismo es la primera causa de su pobreza y el problema principal a su desarrollo personal. El presidente argentino es un fenómeno de masas entre nuevos votantes y viejos desencantados con la casta, que siempre ha sido socialista, aunque la propaganda haya hecho su trabajo en sentido contrario.

No debe sorprender. La mayoría de los ciudadanos, cuando no se ven presionados o sometidos por un gobierno, prefieren escuchar a un líder serio que defiende la libertad y prosperidad de las personas antes que a un autócrata sonriente decir que el Estado les controla por su bien. Mientras Milei reconocía el duro trabajo de quienes generan empleo y riqueza, Sánchez, caudillo de Moncloa y conducator de la nueva dictadura del subvencionado, presumía henchido de que lo importante no es gestionar una sociedad, sino administrarla, esto es, controlarla, dirigirla y adormecerla hasta que obedezca sin rechistar.

Ahora les toca a los jóvenes de España asimilar esas ideas y entender que lo único que transforma el socialismo cuando gobierna es la riqueza en pobreza, la libertad en esclavitud y el progreso en retroceso. Por eso deriva siempre en dictadura, porque dicho modelo ideológico y económico no se puede imponer si no es eliminando derechos individuales. Mientras el Gobierno que más empleo ha destruido, más impuestos ha creado y más ha saqueado al ciudadano regala a los pensionistas de voto cautivo su tradicional cheque de agradecimiento, a los jóvenes se les sigue engañando con caridad y bono cultural. Hasta el comunismo, y más allá.

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