Sánchez y la prostitución: 165 metros cuadrados de hipocresía
Resulta contradictorio e hipócrita que el PSOE se muestre dispuesto a abolir de forma definitiva la prostitución en España al considerar que esclaviza a las mujeres y que el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, residiera, antes de llegar a La Moncloa, en una vivienda comprada por su suegro, Sabiniano Gómez, célebre por sus negocios de prostitución. El inmueble, de 165 metros cuadrados, está situado en una urbanización exclusiva de Pozuelo de Alarcón y tiene un valor de 700.000 euros. La residencia particular del matrimonio fue comprada personalmente por el padre de Begoña Gómez, que se la cedió después a su hija para que se convirtiera en el hogar familiar.
Ahí vivieron junto a sus hijas antes de ser elegido presidente del Gobierno. No se trata, en ningún caso, de establecer juicios morales, sino de poner el acento en lo que tiene de cínico el hecho de que Pedro Sánchez se muestre convencido de que para combatir la explotación sexual de las mujeres es indispensable prohibir la prostitución y, al tiempo, disfrutar de una vivienda abonada por alguien que ha hecho de la prostitución un negocio que, por lo visto, le ha resultado altamente rentable.
Lo que no tiene pase es criminalizar la prostitución y disfrutar de una lujosa vivienda que se adquirió en parte gracias al negocio de prostíbulos. Nada más normal que un padre con capacidad económica le regale una casa a su hija, pero en este caso hay una circunstancia que convierte lo que en apariencia es normal en algo diferente. El discurso de Pedro Sánchez en relación con la prostitución no casa en absoluto con el hecho de que el secretario general del PSOE y su familia se beneficiaran de forma más o menos directa del negocio que Pedro Sánchez dice condenar por suponer una explotación de la mujer. Salvo que el candidato a la presidencia del Gobierno se aplique el dicho de «consejos vendo que para mí no tengo».
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