Un Sánchez cada vez más alejado de la ciudadanía

Un Pedro Sánchez cada vez más alejado de la ciudadanía
Un Pedro Sánchez cada vez más alejado de la ciudadanía

De sobra desconocido que el Presidente del gobierno, Pedro Sánchez, lleva años ensimismado y no viendo más allá de lo que es su persona, su figura y su serie televisiva. En cualquier país democrático, moderno y desarrollado el populismo de Pedro Sánchez no habría superado el escrutinio de la opinión pública desde el minuto uno. Más allá del cachondeo que generó este pasado viernes en las redes sociales su nuevo Aló presidente, lo cierto es que me sorprendió que nadie de los que estaban en la sala de prensa de La Moncloa, levantara la mano y le dijera que su comentario sobre la corbata para salvar el planeta no sólo era una mamarrachada impropia del presidente de un gobierno de la cuarta economía europea, sino que además estaba riéndose en la cara de los españoles.

Las imágenes aportadas por varios medios de comunicación, mostrando posteriormente a un Sánchez encorbatado y viajando en helicóptero Superpuma para hacer un trayecto de media hora en coche, son toda una metáfora de la nula credibilidad del personaje y lo poco que parece importarle los problemas de la mayoría.

Al Presidente le da igual derrochar no sólo ese combustible que miles de españoles no pueden disfrutar por su enorme coste actual y que les ha encerrado en sus casas durante las vacaciones, sino también contaminar cientos de veces más que viajando en un vehículo normal.

Pedro Sánchez decidió hace tiempo enclaustrarse en su propia burbuja, midiendo los tiempos en el corto plazo para salvar su pellejo con el voto de la peor ralea que hay en la política española, y sin importarle ni de lejos lo mal que lo están pasando millones de hogares.

El presidente del Gobierno ha encontrado antes del verano sus tres grandes enemigos, la oposición, Putin y el resto del mundo. Cuando le preguntan por la escalada inflacionista, se refugia en decir que el resto del mundo atraviesa una situación similar. Cuando le preguntan por el deterioro democrático de España, la culpa es del PP. Si le interrogan por la corrupción socialista, argumenta que ni Griñán, ni Chaves se enriquecieron, aún cuando causaron un perjuicio grave a los contribuyentes españoles y generaron un agujero de casi 700 millones que digo yo alguien tendría que reponer. Cuando le hablan del precio estratosférico de la luz, combustible y alimentos, echa mano de Putin. Y así sucesivamente.

En los mentideros madrileños no sólo cuentan que el otoño va a ser malo en lo económico, sino que va a ser muy complicado para Sánchez en lo político-social. El Gobierno ha mantenido callado hasta ahora a los agentes sociales con excusa del susto o muerte a expensas de perder cualquier tipo de subvención.

Me ha parecido asombroso, por ejemplo, la sorprendente y lesiva reforma de las cotizaciones sociales de los autónomos que ha contado con el apoyo de todos los colectivos cuando cualquiera puede ver que los empleados por cuenta propia acaban perdiendo en comparación a lo que tenían. Por un lado, es falso que el que no genera ingresos no paga y que, por otro, se pague menos que antes. Sin contar también que la tarifa plana sólo funcionará durante un año, en lugar de los dos actuales.

Si no hay contestación a una ocurrencia de baratija cuando Sánchez se quita la corbata, difícil es encontrarla cuando nos encerró ilegalmente en los dos estados de alarma, vulnerando los derechos fundamentales de los españoles, o cuando le arrea un sablazo histórico a los trabajadores autónomos. Sánchez se ha convertido en un personaje de tebeo, y como tal actúa, pero hay una responsabilidad compartida por todos para haber llegado a este punto.

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