Los revolucionarios de papá
En este disparatado, grotesco y chusco episodio por el que está pasando España a costa de quienes pretenden subvertir el orden público mediante la comisión de flagrantes delitos y que por oscuros intereses quedarán impunes, no podían faltar aquellos que se apuntan a “la revolución” como quien se apunta a una turística visita guiada. Contemplando a los “pulcros e higiénicos” representantes de la CUP y leyendo sus “vastas” propuestas intelectuales así como sus “cautivadores” llamamientos a la “revolución” y a “su democracia”, vemos brotar de nuevo los típicos revolucionarios de papá que jamás han dado palo al agua pero siempre han tenido las espaldas bien cubiertas. Pregonan el viejo y rancio comunismo, el socialismo utópico como culminación de la dictadura del proletariado donde vocean hipócritamente la tan anhelada desaparición de las clases y la implantación de una sociedad justa, igualitaria y democrática.
Tienen su mito y líder en Marx, artífice de semejante embuste que tantos millones de vidas causó, que vomitó tan abyecta ideología en el seno de una familia potentada de Tréveris y de cuyo padre vivió hasta bien entrada la madurez. Pasó luego a depender de otro millonario y “cofundador” del comunismo, Federico Engels, que le prestó dinero hasta el fin de sus días. Pero nunca visitó una fábrica, jamás se manchó las manos en una mina. Semejantes “profetas de la hipocresía” forman parte de esa falsa izquierda donde su presunto buenismo les lleva a desear una sociedad socialista para todo el mundo, mientras disfrutan como nadie del sistema que vilipendian, sistema que con todos sus fallos, les ha permitido pertenecer a una clase superior a la de aquellos a quienes dicen cobijar, unas cuentas bancarias que no admiten preocupación y unos estudios en universidades privadas al alcance de muy pocos. Pregonan para los demás una sociedad más justa mientras que en su forma real de actuar, demuestran que el capitalismo no es tan malo y que la fortuna no es un baldón. Y para mayor acomodo, los papás de muchos de ellos se sientan en confortables consejos de administración de empresas importantes.
Que la sociedad no piense. Mantengámosla sometida a un férreo “cinturón de castidad” social, político y económico. Que el racionamiento, las colas, la crisis habitacional, la falta de los más elementales productos de primera necesidad sean un imperante en esa “nueva sociedad del igualitarismo”. Y compañeros revolucionarios, seremos como el Ché, hasta la muerte, solo para el pueblo. Estos revolucionarios de papá, tomadores de calles y universidades, viven a todo tren sin aportar nada. Su único objetivo en la vida es cubrir una irreal satisfacción personal luchando por una supuesta “justa causa”. Vida tediosa repleta de contradicciones mentales —que no morales— de aquellos sin las más mínimas carencias materiales. Qué fácil, señores de la CUP, es ser revolucionario de papá. Qué sencillo es hundir al individuo en la oscuridad ideológica mientras la sociedad nos surte de antojos y caprichos pudiendo parasitarla.
Qué cómodo es vivir de forma acomodaticia vendiendo falsamente que se ha sido okupa o brigadista. ¿Quién no se apunta a vivir en un mundo aparte donde vegetar en una comuna o en una casa ocupada no va a afectar a nuestras engordadas cuentas bancarias?. Poco amigos de invertir en higiene y peluquería, vocean que la existencia de pobres se debe al mal reparto de la riqueza por culpa de los pudientes. Qué insultantes resultan estos revolucionarios de la nada que tras sus prédicas, se encuentran bañados en billetes. No les preocupan los pobres lo más mínimo, ni la desigualdad, ni buscan una sociedad sin clases. Y menos la democracia. Como dijo Robinson Jeffers, escritor, poeta y dramaturgo estadounidense: “Manténgase alejado de los incautos que hablan de democracia y los perros que hablan de revolución”.