Rechazo a la corrupción y la pobreza que viene

Rechazo a la corrupción y la pobreza que viene

Dentro de las motos averiadas que un día sí y otro también intenta vender el Gobierno, superado en todos los frentes, está la especie de que se ha abierto la puerta a la corrupción «porque no es un tema que preocupe a los españoles».

¿Le ha dado, acaso, un aire al señor Sánchez? La corrupción siempre ha preocupado a los contribuyentes españoles porque esa obscenidad siempre ha vivido por estos lares. Se desayunan con alguna irregularidad mañana, tarde y noche. Lo afirma el muchacho cuando están entrando en la cárcel sus conmilitones de los ERE y no sólo porque el rosario de juicios por corrupción se extiende en el vasto mapa español desde Finisterre al Cabo de Gata.

Si existe un asunto que ha encabronado al contribuyente -así lo perciben también los barones socialistas- es la rebaja de penas por llevarse el dinero que no le pertenece al que trinka. Si la oposición aprieta el dogal en este asunto y no se olvida, será uno de los elementos decisivos para sacar al conducator del palacio de la Moncloa.

Hay que escribirlo por corto y por derecho: Sánchez se atreve a perpetrar lo perpetrado por dos razones fundamentales. La primera es que tiene compromisos con los suyos pillados con las manos en la masa; la segunda, porque es lo exigido por aquellos que malversaron a caldero lleno, que son los mismos que le sostienen en el poder.

Junto a ello, se alza también la sensación generalizada de que en el año recién estrenado los españoles no instalados en el poder serán más pobres; no creen a los ministros y portavoces gubernamentales que les venden mantras de «brotes verdes». Se empeñan en engañar -con la ayuda prístina de Prisa- olvidando que las amas (os) de casa van todos los días a la tienda.
¡Pobres!

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