¿En qué momento comenzamos a excluirnos?

¿En qué momento comenzamos a excluirnos?
¿En qué momento comenzamos a excluirnos?

En el mundo cristiano, una de las primeras máximas que se aprenden es que ante los ojos de Dios todos somos iguales, pero cuando estamos ante los ojos de los mortales, lo cierto es que no somos tan iguales.

Y no somos iguales por cuestiones tan evidentes a simple vista como el género, la edad o la raza. Me refiero a que hoy basta con ver a alguien para identificar (¿juzgar?) información tan delicada como su religión, preferencia sexual, nacionalidad, estatus, económico, etc. ¿O quién nunca se ha sentido juzgado ante una mirada indiscreta o burlona por su aspecto físico, acento, o forma de vestir?

Una de las grandes fracturas de las sociedades modernas, producto de la globalización, es aquella que se refiere a la cuestión identitaria, e internet ha sido el epicentro para que personas que nunca se habían sentido encuadradas dentro de los cánones establecidos, encontraran un lugar común en el que reivindicar su dignidad.

Facebook fue el primero en entender que la dignidad y el derecho al reconocimiento necesitaban un lugar de expresión, y por ello fomentó la creación de los «grupos» dentro de su red, para que los usuarios pudieran conectar con personas con intereses comunes y crear «comunidades». Cualquiera podía crear un grupo, y muchas personas se han hecho famosas o millonarias gracias a estos espacios.

No obstante, lo que debería ser un puente de comunicación entre personas con nuevas o diferentes identidades, ha derivado en movimientos terriblemente sectarios, excluyentes y reaccionarios. No olvidemos que una gran parte de los atacantes al capitolio en Washington (2022), pertenecían a un mismo grupo llamado Stop the Steal (Paren el robo), a través del cual reclutaron fervientes y lograron coordinar acciones.

Tristemente, esta clase de acontecimientos revela que muchos de estos grupos buscan reivindicar su derecho al reconocimiento, al mismo tiempo que excluyen a los que no piensan como ellos. Todo esto, casi siempre acompañado de campañas de odio, con fake news, haters, trolls y desinformación incluidas; y redes como Twitter se han convertido en el campo de batalla de sus ideologías.

Hoy, la exclusión ha llegado incluso a temas tan delicados como «el corazón», y es que hace pocos días se lanzó en Estados Unidos una app de citas llamada The right Stuff (lo correcto), con el objetivo de los usuarios puedan contactar con personas de derechas. Así como lo oyes, el ligue tiene bandera política.

En palabras de su creadora Ryan McEnany, lamentan «que haya tenido que soportar años de malas citas y pérdida de tiempo con personas que no ven el mundo» como ellos. The Right Stuff trata de «permitir la posibilidad de disfrutar de una cita con las personas que comparten los mismos valores que tú».

Toda esta situación me lleva de vuelta al título de este artículo, ¿en qué momento comenzamos a excluirnos?

Por supuesto que la exclusión no es algo nuevo, las fronteras e incluso el uso del lenguaje son unas de las primeras formas de mostrar divisiones; también las guerras nos han acompañado desde el inicio de los tiempos. Identificarnos dentro de una tribu, nos permitió esa primera representación de identidad, al mismo tiempo que nos hizo fuertes ante el enemigo.

Sin embargo, ¿cuándo pasamos a renegar de aquel que estaba fuera de nuestro grupo?

Yo creo que es posible reivindicar nuestra identidad sin necesidad del excluir al otro, y esto solo se puede dar si recuperamos los significados universales de la dignidad humana tales como la tolerancia, el perdón, el respeto, la solidaridad, y la empatía, tal como lo menciona Fukuyama. De está manera, tal vez dejemos ver enemigos en todas partes.

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