¿Se puede evitar una guerra en Ucrania?
Muchas de las guerras producidas durante más de un siglo fueron consecuencia de una chispa que se descontroló y provocó un incendio de dimensiones descomunales. A la propagación de los incendios siempre contribuyeron pirómanos que, en lugar de encauzar la crisis por la vía diplomática, adoptaron una retórica belicista que terminaron por multiplicar el problema.
Sólo hay que fijarse en lo que ocurría hace un mes en Ucrania y dónde hemos llegado. Lo que parecían unas maniobras militares rusas cerca de la frontera con unos 100.000 efectivos humanos, se han transformado en una crisis que ya no es con Ucrania, sino con Occidente y concretamente con EEUU, así como con la OTAN. El tono y las formas adoptadas por EEUU, especialmente con el presidente Joe Biden y su secretario de Estado, Anthony Blinken, no son nada conciliadoras hasta el punto que el propio presidente ucraniano Zelensky pedía en las últimas horas a la administración Biden que rebajara el tono de sus comentarios porque están generando una espiral de pánico y temor entre los ucranianos que hizo, por ejemplo, que esta semana un soldado ucraniano fruto de la ira y tensión cometiera la barbaridad de ponerse a dar tiros en sus propias filas, acabando con la vida de cinco compañeros ucranianos. Lo mismo han hecho los europeos, encabezados por el presidente francés y canciller alemán.
Algunos dirigentes europeos, aliados tradicionales de EEUU, han visto cómo Biden antepone por encima de todo el interés por perpetuar la hegemonía política y militar de su país antes que velar por unas relaciones diplomáticas de amistad y cooperación entre los países europeos. Por ello, Macron y Scholz están tratando de buscar una solución negociada a la actual crisis al margen de los EEUU. Ya lo dije la semana pasada. Biden se ha convertido en un verdadero incendiario para la seguridad internacional y para la paz en el mundo. Trata de esconder su incompetencia y su gran debilidad mostrada tras la huida de Afganistán agrandando una crisis con Rusia que aún tiene muchas vías para ser solucionada de manera dialogada.
No se puede salir a los medios de comunicación día sí día también afirmando que la invasión rusa sobre Ucrania es inminente como lleva haciendo durante más de un mes. En primer lugar, porque se ha demostrado falso y, en segundo lugar, porque como en el relato de Pedro y el lobo acabas minando cualquier credibilidad. Tampoco se puede negociar nada sobre la base de rechazar de entrada la principal preocupación de tu contraparte, es decir, la seguridad rusa.
La solución a la crisis en Ucrania se llama Acuerdos de Minsk. Sí, esos protocolos que se firmaron entre 2014 y 2015 en la capital de Bielorrusia entre todas las partes afectadas y que muy pocos sacan ahora a colación, especialmente, los ucranianos, porque consideran que el expresidente Poroshenko se bajó los pantalones cuando estrechó la mano al resto de la mesa.
Pero los tratados de paz en las relaciones internacionales están para ser cumplidos. Y en todo caso deben ser revisados para ser capaces de aportar soluciones duraderas. Cuántas veces hemos visto que los negociadores parecían poner teóricamente fin a un conflicto, pero lo que hacían era aplazar grandes problemas. Las consecuencias en el medio plazo siempre fueron desastrosas. Tan sólo hay que recordar el Tratado de Berlín de 1878 o el Tratado de París de 1919. Ahora estamos sufriendo las consecuencias de un cierre en falso del final de la Guerra Fría. Los ejemplos los tenemos en Ucrania, Georgia o Moldavia.
Ya dijo George Orwell que algunos estados son más iguales que otros en la comunidad internacional. Pero por ello mismo al igual que EEUU trata de tener gobiernos amigos arriba y debajo de su geografía, Rusia como cualquier otra potencia a lo largo de la historia persigue unas relaciones positivas con sus países vecinos. Si Ucrania formase parte de la esfera de influencia de la OTAN eso abriría una vulnerabilidad para los rusos a todas luces inaceptable, como tampoco EEUU admitiría que México formase parte de una alianza militar con China o Rusia.
Lo que estamos presenciando en las últimas semanas me resulta familiar en el tono. Me recuerda a la retórica desenfrenada de los americanos sobre el régimen de Sadam Hussein que hiciera lo que hiciera, el objetivo iba a ser el mismo. Ahora, como en aquel momento, volvemos a ver a Francia y Alemania desmarcándose del tono belicista de Joe Biden porque lo que los europeos no pueden admitir es que estalle un conflicto abierto con una potencia como Rusia y que el presidente norteamericano utilice el suelo europeo como campo de juego para sus veleidades belicistas.