Prohens podría regalar IB3 a sus trabajadores

Prohens podría regalar IB3 a sus trabajadores

Una de las propuestas geniales que se ha sacado de la chistera el candidato a la presidencia de Argentina, Javier Milei, en su afán por adelgazar la hiperestructura del Estado, ha sido la idea de regalar las televisiones públicas a los periodistas que trabajan en ellas. A estas alturas, gracias a la revolución telemática, las redes sociales y la proliferación de canales de televisión privados, hay que admitir que las televisiones públicas han perdido cualquier razón de ser tras haber derivado en un servicio público escasamente demandado por una ciudadanía que prefiere informarse y entretenerse por otros medios.

IB3, sin ir más lejos, consiguió en 2022 unos resultados extraordinarios para lo que nos tiene acostumbrados y aun así sólo alcanzó una media del 5.1% de share. Desde su fundación por Jaime Matas, la televisión pública nos ha costado más de mil millones de euros.

Por otra parte, a nadie se le escapa que las televisiones públicas, todas sin excepción, son meras correas de transmisión del poder de turno. Por lo tanto, estas televisiones oficiales (y oficiosas del gobierno) no pueden aspirar, a diferencia de la prensa privada (en realidad, prensa semipública o concertada, cada vez menos imparcial y más dependiente de la publicidad institucional y la subvención), a uno de los objetivos originales que dio sentido al nacimiento de la prensa: el control del poder propio de los regímenes demoliberales.

De ahí que para justificar su existencia tengan que invocar criterios como la proximidad o la normalización lingüística, unos criterios tan discutibles que uno se pregunta por qué no se apuesta definitivamente por Canal 4 o FIBWI televisión que también podrían cumplir ambas funciones sin ningún coste para el sufrido contribuyente.

La parcialidad, así como la falta de pluralidad y neutralidad ideológica, de la radiotelevisión autonómica han quedado sobradamente demostradas en los últimos ocho años en los que el otrora corresponsal de El País en Baleares, el inefable Andreu Manresa, ha guiado los destinos de IB3. Ahora pretende atrincherarse en el cargo, siguiendo la consigna que el PSIB ha trasladado no sólo a Manresa sino a todos sus cargos de confianza de libre designación que en su día nombró a dedo pero que ahora se resisten a marcharse, insinuando que sólo se marcharán con una sentencia judicial mediante.

Esta es la doble vara de medir del socialismo balear: para ser digitados como altos cargos sólo precisan la preferencia del político socialista pero para marchase, tras invocar hipócritamente elevados y nobles principios humanos, deontólogicos y constitucionales, no se quieren ir ni con agua caliente, amenazando a los nuevos inquilinos del PP con ir a los juzgados.

Una situación, la de unos directivos y periodistas que se aferran con uñas y dientes a unos cargos a los que creen tener derecho, que nos lleva a otra situación no menos problemática: el control de la televisiones públicas no ya por parte de los políticos -que, por lo menos, son elegidos una vez cada cuatro años- sino por parte de sus propios trabajadores y los sindicatos que les bailan el agua. «Recuerdo (…) cómo el Sindicat de Periodistes criticaba el tratamiento de IB3 sobre el TIL antes de emitirse incluso el primer informativo», recordaba en un artículo reciente (https://www.ultimahora.es/opinion/tribuna/2023/08/12/1993303/tele-politicos.html) el periodista Juan Mestre, quien fuera director de informativos de IB3 durante la legislatura de José Ramón Bauzá. Mestre denunciaba las constantes presiones de sindicalistas y políticos socialistas incluso con una IB3 sometida al control, hipotético, del PP. Es lo que también ha ocurrido en Cataluña, por ejemplo, donde los periodistas afines a una determinada facción, ERC, se enseñorearon de la corporación catalana y ahí siguen, impertérritos, gobierne quien gobierne.

El  impasse en el que se encuentra la radiotelevisión balear, con un Govern que ya anunciado que tendrá que modificar la ley antes de expulsar a Manresa, con un proceso de internalización en marcha no concluido todavía, con un bolsín de interinos en cuya convocatoria se ha premiado a ciertos periodistas por el simple hecho de haber formado parte del anterior ejecutivo de Armengol, invita a pensar en alternativas distintas a las que hasta el momento se han ido tomando para salvar el muerto de IB3. Y una de ellas, como decía, sería la propuesta de Milei consistente en regalar la radiotelevisión pública a los periodistas y técnicos que ya trabajan en ella a ver cómo se las apañan sin recibir ningún aporte del Govern.

Estos periodistas no podrían alegar en absoluto que se les he dejado en el paro con alevosía y nocturnidad. Al contrario. Al regalarles los medios de producción e invitarles a seguir adelante, desde Andreu Manresa hasta Neus Albis, tendrían que demostrar su valía como empresarios y gestores, empezando por la ardua tarea de vender publicidad a los hoteleros baleares, famosos por su racanería.

Para conseguir publicidad o abonados de pago al canal, únicas fuentes de ingresos a falta de respaldo estatal, los actuales profesionales de IB3 tendrían que dejar su zona de confort, espabilar y empezar a concebir una programación que de verdad interesara al rey televidente para así aumentar el share mucho más allá de este raquítico 5% logrado en la mejor de sus temporadas.

En el mundo real quien manda es la audiencia, el plebiscito diario al que tiene que enfrentarse un medio de comunicación. Tal vez se darían cuenta de que sin un mayor pluralismo, una mejor calidad, un ajuste de los costes más superfluos y una mayor atención a los gustos del soberano consumidor sería complicado competir de igual a igual con la competencia y hacerse un hueco en el mercado mediático.

Sería una experiencia inolvidable, incluso exportable si sale bien, en la que nuestros profesionales, la mayor parte de fuertes convicciones socialistas y colectivistas, cumplirían el sueño húmedo de tomar el control de los medios de producción que siempre anida en estas almas humanistas y entregadas a los demás: hacerse cargo de su propia empresa en régimen de cooperativa, demostrar que su éxito no depende del sustento del contribuyente y luchar para ofrecernos una radio y una televisión que nos cautiven a todos, un desafío al alcance de profesionales como ellos.

Tal vez para sobrevivir en el mercado tendrían que restar importancia a objetivos originarios como la proximidad y la normalización lingüística, aunque estoy convencido de que sabrían modular estos objetivos a la postre irrenunciables -y por los que ellos han renunciado a dar el salto a la empresa privada, donde seguro ganarían más- con mayores dosis de realismo y pragmatismo. Nadie pone en duda de que, sin directrices políticas de ningún tipo y gracias a su esfuerzo y creatividad empresarial, Andreu Manresa, Neus Albis, Margalida Solivellas y Rafa Gallego estarían en disposición de ofrecernos una televisión ilusionante, plural, próxima, interesante para la mayoría de isleños y barata, muy… barata.

Lo último en Opinión

Últimas noticias