El presidente de Enagás predica con el ejemplo y vuelve a bajarse el sueldo
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Merece un elogio sin paliativos la decisión del presidente de Enagás, Antonio Llardén, de bajarse el sueldo un 43,59% en 2024, año en que la compañía semipública de redes de gas registró cuantiosas pérdidas. El consejero delegado, Arturo Gonzalo, también redujo su retribución, aunque en menor medida, un 18,5 %. Y decimos que merece un elogio por la sencilla razón de que no es frecuente que los directivos de las empresas con participación del Estado practiquen el sano ejercicio de hacer depender sus remuneraciones de los resultados de la compañía. Con frecuencia asistimos a resultados económicos negativos de compañías públicas y semipúblicas que, sin embargo, no se traducen en una merma de las nóminas de sus máximos responsables.
Se da la circunstancia de que Llardén ya había reducido su salario en 2023 un 29,64% y en un 14,19% en 2022, año en el que cedió el testigo como consejero delegado a Arturo Gonzalo. Los emolumentos de los directivos de Enagás distan mucho de los habituales en otras empresas del Ibex 35, ya que Enagás es una compañía semipública controlada por el Estado, pese a que la SEPI sólo posee el 5% del capital (el mismo porcentaje que detenta Amancio Ortega).
Las pérdidas de 299,3 millones de Enagás en 2024 se deben al impacto de la venta de Tallgrass y el laudo de GSP en Perú, dos situaciones que han lastrado su cuenta de resultados. Sin tener en cuenta estos extraordinarios, Enagás habría aumentado su beneficio neto un 3,2% en 2024 en comparación con el ejercicio anterior, hasta 310,1 millones de euros. De esta forma, la compañía superó el objetivo anual marcado entre los 270 millones y los 280 millones de beneficio ordinario. Sin embargo, su presidente ha decidido predicar con el ejemplo y bajarse considerablemente el sueldo. Otro cualquiera se habría resistido con el argumento de que las perdidas eran extraordinarias porque la empresa logró cumplir los objetivos. No lo ha hecho y su gesto de bajarse el sueldo le honra.