Ponsatí regresa erigida en mártir y campando a sus anchas gracias a Pedro Sánchez
La ex consejera de la Generalitat de Cataluña, la golpista Clara Ponsatí, ha regresado a Barcelona tras cinco años huida de la Justicia, un retorno que no tiene ápice alguno de dignidad ni de arrojo, sino que responde al regalo que le ha hecho Pedro Sánchez al derogar el delito de sedición. Dado que ya sólo está procesada por un delito de desobediencia, Ponsatí ha quedado en libertad tras ser conducida ante el juez Llarena. Su chulería al retar al Tribunal Supremo a su regreso a España la delata: huyó para evitar la prisión y vuelve cuando el Gobierno socialcomunista le despeja su horizonte penal al suprimir el gravísimo delito que pesaba sobre ella. En suma, que el presidente del Gobierno de España no sólo ha permitido que Ponsatí se libre de la cárcel, sino que ha contribuido a que quien subvirtió el orden constitucional se presente en Barcelona como una mártir del Estado español y mantenga una actitud chulesca sabedora de que el Ejecutivo socialcomunista le ha dado carta blanca.
Su regreso ha sido un show, consecuencia de la traición sin precedentes de Pedro Sánchez: Ponsatí se ha erigido en víctima y mártir cuando los Mossos la han detenido para conducirla ante el juez, que le ha comunicado que queda en libertad a la espera de que declare el próximo 24 de abril por desobediencia, mientras era aclamada por un grupo de personas que coreaba consignas como «¡Puta España!». Toda una perfomance golpista perfectamente planeada. Ésta es la situación: en lugar de la cárcel, los golpistas campan a sus anchas mientras Pedro Sánchez presume de haber devuelto la normalidad a Cataluña. Menuda normalidad esta que consiste en vender la dignidad de España y de los españoles por los votos de los separatistas que le mantienen en La Moncloa. El regreso de Ponsatí revela el grado de ignominia que atesora un presidente del Gobierno que a la indecencia la llama «normalidad». Este es Pedro Sánchez y esta su imperdonable felonía.