Perspectivas y sombras para el resto del año 2019

Perspectivas y sombras para el resto del año 2019

Tras el débil arranque del año 2019, los menos pesimistas prevén un
repunte de cara al segundo semestre de este año. ¡Ojalá sea así! ¿Por qué
ese reverdecer económico? La clave serían las políticas acomodaticias que
se van dando en las principales economías que no están presionadas por
ramalazos inflacionistas, y por consiguiente van fraguando en una política
monetaria confortable, con la Reserva Federal atemperando los aumentos
de los tipos de interés, al punto que los mantiene para este año, y tanto el
Banco Central Europeo como el Banco de Japón y el Banco de Inglaterra
seguirán una orientación digamos que complaciente.

Saltemos a China, donde se redoblan estímulos fiscales para mitigar las
consecuencias de la guerra arancelaria, bajando impuestos y poniendo en
marcha un ambicioso plan de infraestructuras. Empero, ese frente
comercial abierto y las incógnitas que se plantean acerca de las
posibilidades de que se alcance un acuerdo entre Estados Unidos y China,
que han rebajado la tensión mundial durante estas últimas semanas,
parece que se oscurecen. El impacto en el comercio mundial y, por ende,
en toda la economía podría ser más o menos agudo.

Y, mientras, el estrecho de Ormuz concentra a parte de lo mejorcito de la
flota norteamericana, con el portaaviones Lincoln como estandarte, a
modo de preludio de una conflictividad bélica susceptible de
desencadenarse en cualquier momento. Irán e Irak están en el punto de
mira de la marina estadounidense. El petróleo, en la trastienda. Arabia
Saudita podría frotarse las manos porque el escenario beligerante del
Golfo se enturbia. Y el precio del crudo, que ya está disparándose,
retomaría una escalada mortal de necesidad para el producto interior
bruto de algunos países occidentales, como, por ejemplo, España donde
los optimistas presagios gubernamentales a la hora de formular la
Actualización del Programa de Estabilidad 2019 – 2022 se basan en un
precio del petróleo de 68,9 dólares/barril de Brent para este año 2019 que
iría descendiendo a 67,6 dólares/barril para 2020 y en 2021 y 2022 se
movería sobre los 65 dólares/barril. Las dudas sobre que ésa sea la
tendencia a futuro del precio del petróleo, lógicamente, son
fundamentadas a la vista del panorama actual.

De lo que no cabe duda es de que el menor endurecimiento de las
condiciones financieras favorece a los mercados emergentes donde se
reanuda el flujo de capitales, baja el coste del endeudamiento soberano y
se fortalecen sus monedas frente al dólar. Recordemos que muchas
economías emergentes y en desarrollo se encuentran con unos niveles de
deuda, entre pública y privada, muy altos.

No obstante, y a pesar de las perspectivas más o menos positivas para lo
que sería el resto de este año 2019, el futuro económico más inminente
está excesivamente vinculado a riesgos a la baja.

¿Dónde se concentran esos riesgos? Las causas de los mismos son las
reiteradas en el transcurso de lo que llevamos de este año y que podemos
resumir casi telegráficamente en: una tregua comercial, precaria y a punto
de romperse; las tensiones pueden estallar; la negativa repercusión en la
industria automotriz con trastornos en las cadenas de suministro
internacionales; una China cuyo crecimiento podría sorprender a la baja;
los indudables y punzantes riesgos del Brexit, con la posibilidad de un
Brexit duro y sin acuerdo que provoque serios problemas en la Unión
Europa y los atisbos de contiendas bélicas que pululan. Agreguemos a ello
la posibilidad de que se produzcan, de forma inesperada, cambios rápidos
en las condiciones financieras y las vulnerabilidades que ello comportaría
por el fuerte endeudamiento de los sectores públicos y privado en varios
países, e igualmente el círculo vicioso entre los entes soberanos (Estados)
y el sector financiero, por ejemplo, en Italia donde la banca es la gran
titular de su deuda pública.

Todo ello, a la postre, implica sombras en las perspectivas globales que en
estos momentos se ciernen sobre la economía mundial. De un lado, la
débil expansión en varias zonas del mundo. De otro lado, las
complicaciones que se vislumbran porque hoy el margen de maniobra
monetario y fiscal convencional, es limitado. Los intentos por combatir el
páramo de la crisis financiera de 2008 han exigido quemar muchísimos
cartuchos monetarios y fiscales. ¿Queda munición para redoblar esfuerzos
en ese sentido?

En otro orden, entran en escena los objetivos de la política fiscal que
deben tender al equilibrio entre respaldar la demanda y mantener la
deuda pública por una senda sostenible, en función de las circunstancias
de cada país. Y en lo concerniente al sector financiero, habrá que abordar las fragilidades proactivamente, desplegando herramientas
macroprudenciales porque cada vez más la banca, en el mundo, ha
devenido en sistémica a raíz de la crisis financiera de 2008. Han
desaparecido muchas entidades bancarias y se han engendrado grandes
instituciones financieras que, en mayor o menor grado, son susceptibles
de presentar riesgos sistémicos.

En los países de bajo ingreso que son exportadores de materias primas,
con especial acento en las economías emergentes y en desarrollo, será
preciso ver hasta qué punto son capaces de diversificar su economía,
reorientándola hacia otros sectores teniendo en cuenta las expectativas
poco prometedoras de los precios de las materias primas.

En fin, a todo eso, la política monetaria deberá continuar guiándose por
los datos y asegurando el anclaje de las expectativas inflacionarias. Ya no
caben aquellos anuncios altisonantes de subidas de tipos de interés a la
brava porque hasta la mismísima Reserva Federal, al igual que el Banco
Central Europeo, reconocen que habrá que actuar según fluyan las aguas
económicas. O sea, entre estar o navegar al pairo…

 

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