Patrañas contra certezas
Aquelarre en Ifema. Una realidad difícil de creer y nada fácil de aceptar. ZP, fuera de sus cabales, untó a Sánchez con falsos elogios. La marabunta sanchista traída en autobuses desde pueblos lejanos vitoreaba mansamente a sus líderes. ZP desparramó, se abrió en canal y contó que estuvo el día anterior con su padre, sociata longevo, derramando unas lágrimas que emocionaron a un tipo sin corazón como Sánchez, que se levantó, le aplaudió y agradeció el berrinche. Blandían banderas de España y de la UE, lo nunca visto en un aquelarre del PSOE anticonstitucionalista. Algo estremecedor.
ZP, sin cortarse, alimentó el delirio: «Mi padre tiene 95 años, ha vivido lo que ha vivido y sabéis lo que ha vivido. Tiene la cabeza perfecta, estupenda, (sí, igual que la tuya). Según entré a verle me dijo, ‘estoy más contento que cuando ganaste tú las elecciones’ (ovación estruendosa). Pero, ¡atención…!, añadió, ‘este era un momento más importante, este era un momento más importante’ – machacaría – y, además, aquí viene la doctrina, ‘me ha dado mucho orgullo que hayas apoyado tanto, tanto a Pedro y al partido como cuando tú peleabas por la Presidencia». Ifema era un orgasmo.
Alma Ezcurra, brava diputada de Ayuso que debutaba en la Asamblea de Madrid, se dejó de memeces e hizo añicos a Sánchez con verdades como puños: «Yo sí alcé la voz cuando mi país lo necesitaba y me situé en el lado bueno de la historia. Después de este pleno en el que la izquierda se muestra embriagada de victoria y de poder, y de mucha ideología, poca esperanza tengo de que alguien en la izquierda diga una verdad. A mí me parece que una amnistía, sin el perdón de los golpistas y con el único compromiso de que lo van a volver a repetir, no es amnistía, es impunidad, y la impunidad es servidumbre, servidumbre del Estado hacia los golpistas y de la mayor parte de los españoles a unos pocos. Señorías, amnistía es borrar de nuestra memoria lo que pasó en 2017, es olvidar el ataque a los derechos políticos de la mitad de los catalanes, es borrar el miedo y la incertidumbre en la que sumieron a este país, es borrar la corrupción y los disturbios, y es olvidar, incluso, a los policías que se quedaron en una silla de ruedas. Más aún, amnistía es tragar que los que dieron el golpe tenían razón y los que defendíamos la nación y la Constitución, estábamos equivocados. Los buenos eran Puigdemont y su banda y los malos, los que defendemos la ley y la igualdad, empezando por ustedes y terminando por Su Majestad el Rey». En suma, la amnistía es un fraude democrático redactado por delincuentes para que Sánchez siga en La Moncloa. Las verdades de Ezcurra eclipsaron la farsa de ZP.