Pasos adelante en la imagen de la Familia Real unida

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El proyecto de recomponer las grietas abiertas entre algunos miembros de la Familia Real sigue adelante y consigue, en los últimos meses de este otoño, que se consolide la idea de que las relaciones entre unos y otros estén suavizándose y entren, poco a poco, en una fase de normalización. Pero no hay que obviar que aún quedan líneas rojas que no se deben cruzar, aunque en estos momentos lo prioritario es centrarse en dar pasos adelante y no dar motivos para que se produzcan retrocesos.

Es verdad que nadie podía negarse a aceptar la invitación de la infanta Elena para compartir con ella una fecha tan señalada como la de su sesenta cumpleaños. La primogénita de los reyes anteriores es muy querida dentro del círculo de los Borbón Grecia. Ella es muy cariñosa, ha abogado todo este tiempo de disensiones y enfrentamientos por buscar puntos de encuentro, en volcarse con los que lo estaban pasando peor, ha acompañado a su padre con frecuencia en estos años de destierro en Abu Dabi, permaneció junto a su hermana en los años de plomo del sumario del caso Nóos y nunca ha fallado a su madre en los tristes momentos en los que trascendieron las infidelidades de su padre con Corina Larsen. Así que para doña Elena era vital y no fue difícil conseguir reunir a su familia para festejar su llegada a la sesentena.

Es posible que ella pensara en principio en el Palacio de la Zarzuela para hacer su fiesta de cumpleaños. Pero hace varias semanas que la idea se descartó, porque surgió uno de esos límites que la Casa del Rey y el propio monarca mantienen: el anterior jefe del Estado no debe volver a pernoctar al Palacio de la Zarzuela, aunque haya sido su residencia durante más de cincuenta años, ya que ese recinto alberga la sede de la Jefatura del Estado. Y esa es una de las líneas rojas que los responsables del Palacio de la Zarzuela no están dispuestos a transgredir. Por eso, al final, la reunión en torno a la cumpleañera se celebró en uno de esos restaurantes de vanguardia que están tan de moda en la capital española.

La imagen de los padres, hijos, hermano y hermana, cuñada, sobrinos, tíos y demás familia que desfilaron a la entrada y a la salida del almuerzo fue la muestra de que los lazos de sangre importan y de que, por encima de todo, los desencuentros quedan atrás cuando lo que se quiere es normalizar la situación, dejar atrás y olvidar -si es que se puede- los malos ratos y los posibles desplantes de unos y otros. Todos sonreían a la entrada del restaurante y más aún a la salida, cuando incluso don Juan Carlos expresó su deseo de que ocasiones como la de ese encuentro se produjeran con más frecuencia.

Todo bien, sin duda, aunque de nuevo hubo otra línea roja. Sabemos que todos almorzaron juntos, que seguro que el ambiente fue festivo, que los posibles reproches quedaron atrás, pero… no hubo foto de familia al completo. Don Felipe y don Juan Carlos no se mostraron juntos en ningún momento, por tanto, los medios gráficos se quedaron sin “la foto”, sin esa evidencia definitiva que hubiera confirmado a todas luces que los tiempos de sombra han pasado a la historia y han quedado olvidados.

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