‘El País’ mutiló la entrevista a Barrionuevo

Barrionuevo
'El País' mutiló la entrevista a Barrionuevo

Por lo menos una pregunta. La larga entrevista que, sorpendentemente, otorgó el ex ministro del Interior, José Barrionuevo Peña, al llamado diario global, fue recortada convenientemente. Resulta que Barrionuevo revelaba al final del interrogatorio que, tras el fracaso de la operación de guerra sucia emprendida para secuestrar al etarra Larrechea, él mismo y el entonces secretario de Estado de Seguridad, Rafael Vera, acudieron a la Moncloa y presentaron su dimisión a Felipe González. Éste no la aceptó. ¿Por qué? Fácil: porque de haberlo hecho hubiera supuesto que él, presidente de Gobierno, estaba perfectamente al tanto de la operación, era cómplice de aquella intervención realizada, y convertida en fiasco, en suelo francés.

Recordemos el caso: con el PSOE en el poder, ETA reforzó su línea más sanguinaria, representada ya entonces por Josu Ternera y Eugenio Echeveste, Antxón, y secuestró a una persona indefensa, el capitán de Farmacia, Alberto Martín Barrios. Corría el año 1983, octubre, y la banda amenazó con asesinar al oficial militar si el Gobierno de Felipe González no ponía en libertad inmediata a una decena larga de presos terroristas. El Gobierno no cedió y, ganando tiempo, mandó, por orden directa de José Barrionuevo (confesión suya en el periódico citado) articular una estrategia para, a su vez, secuestrar a un jefe etarra e intercambiarlo por Martín Barrios. Tres y geos y un inspector de Policía de Barcelona, el policía Argüelles, bajo la dirección del comisario Francisco Álvarez, luego jefe del Mando Único, para la lucha contra el terrorismo, viajaron a Francia, localizaron al etarra Larrechea, perfectamente identificado desde hacía tiempo, e intentaron raptarle sin éxito. ¿Por qué? Pues porque el tipo en cuestión, un armario de 1,92 de estatura y de más de cien kilos de peso, no cupo en el maletero del cuatro latas de entonces, un Renault utilizado por los presuntos captores. El forcejeo duró un rato y ¡oh casualidad! los agentes fueron sorprendidos por los componentes de una patrulla de la Gendarmería francesa que, a cambio de callarse como muertos y no detener a nuestros policías dejaron huir al delincuente.

Aquella chapucera operación terminó en un fiasco descomunal y Barrionuevo y Vera, que no sólo la habían alentado sino que la habían organizado, se hicieron responsables y declinaron sus puestos ante Felipe González. Esta revelación, hasta ahora inédita, figuraba como respuesta a la cuestión planteada por el redactor que, insólitamente, consiguió para su diario, una entrevista con el siempre callado José Barrionuevo Peña. La clave de la mutilación de esta respuesta es, para el propio Rafel Vera que, de haberse publicado, hubiera supuesto la confirmación, tantas veces apuntada, de que Felipe González, festejado en esta época como gobernante decente y honesto, fue siempre el jefe del contraterrorismo de Estado, la X del Gal de la que muchas veces se ocupó el juez Baltasar Garzón antes de venderse sin escrúpulos al Gobierno del PSOE.

En todo caso, la pregunta que debemos hacernos es ésta: ¿cómo es posible que Barrionuevo, que durante años fue víctima de una campaña feroz de El País contra su persona al punto de exigir incluso su encarcelamiento, le haya concedido ahora esta entrevista en la que se reivindica como responsable delegado del secuestro del etarra Larrechea? La contestación es que hasta el propio ex ministro, recluido casi permanentemente en su tierra natal, Almería, le ha llegado la razón del por qué los ministros del primer Gobierno de González, no fueron invitados al recuerdo de los cuarenta años de la victoria socialista del 82. ¿Cuál ha sido este motivo directamente obligado por Sánchez Castejón? Pues que el todavía presidente del partido no deseaba que en la pléyade de los primeros ministros socialistas figurara Barrionuevo. Alfonso Guerra le comunicó a Barrionuevo el argumento de su ausencia y éste decididó tirar por la calle de en medio, y aclarar, de una vez para siempre que, si bien él fue el subjefe del contraterrorismo, el jefe máximo fue naturalmente Felipe González.

Este asunto está realmente trayendo cola. Y es que algunos de los que hasta el momento han permanecido silentes como difuntos, se inclinan ya por ir contando lo que saben, que es mucho, de la guerra sucia contra la banda asesina ETA. No ha entrado en juego en este instante el que por entonces era diputado por Vizcaya del PSOE (luego terminó apareciendo en un mitin del PP en Zaragoza) Ricardo García Damborenea. Él fue uno de los promotores del GAL, urdido en sus entrañas más cutres en el Gobierno Civil de Vizcaya que regia a la sazón el golfo de Julián Sancristobal. Este tipo, a raíz del crimen perpetrado contra el senador socialista, Enrique Casas, propuso, y en algunos casos consiguió, repartir pistolas entre sus correligionarios para, presuntamente, defenderse de los ataques de ETA. De este proceder sabe mucho el actual portavoz del PSOE en el Congreso de los Diputados, Patxi López, entonces asistente personal y directo de Damborenea para todo lo que éste creyera de menester.

Toda esta peripecia de Barrionuevo se hubiera evitado si Sánchez hubiera permitido su presencia y la de sus compañeros de gabinete en el acto de homenaje a los cuarenta años del triunfo de González. Cometió el error y ahora ha quedado claro, por confesión propia, que tanto el mismo presidente del Gobierno de entonces, Felipe González Márquez, como su ministro del Interior, José Barrionuevo Peña, fueron los máximos dirigentes de una organización terrorista que perpetró una treintena de crímenes, alguno de ellos contra individuos ajenos a la propia banda terrorista ETA. Ahora que se celebra como una época gloriosa la de aquel PSOE felipista, queda la confirmación de un partido, el antecesor de Sánchez, manchado por la corrupción (el contraterrorismo la propició y ¡hasta qué punto!) y los asesinatos. Es el partido de Sánchez, el gobernante más felón, más facineroso, que ya es decir tras conocer lo antedicho, de la Historia reciente de España.

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