¿Es Pablo Iglesias un pistolero?
¿O cómo se puede llamar a un tipo que coloca las siglas grabadas de dos partidos en una pistola? El individuo nunca da puntada sin hilo; ahora, a quienes arremeten contra él por amenazar indirectamente (o directamente, mejor dicho) a la odiada derecha, les contesta, por él mismo o por la tribu de sicarios que aún le ríen las gracias, que no, que quienes son unos pistoleros son Casado y Abascal, los que, llegados al poder, se van a comportar como unos consumados fascioterroristas. Lo ha tenido todo pensado, incluso la elección del medio que le ha publicitado su escoria, y en el que milita algún imbécil, compañero de viaje nunca mejor dicho, que le otorga a este periódico que lleva nombre de matarratas, un aura de neutralidad. Tontos del habla los hay a millones en este país; son los que por la mañana sueltan sus pensamientos en publicaciones conservadoras, y por la tarde se convierten en cómplices de sujetos tan indeseables como el referido, un activista de obediencia claramente leninista.
Volvamos al caso. Nunca desde 1978 a la fecha un escribano había perpetrado una agresión como la de Iglesias en un medio de información. Claro está que la insidia tiene sus antecedentes, pero hay que buscarles en aquella II República nefasta en la cual los socialistas, más que los comunistas, se dedicaron a amedrentar, con advertencias soeces y letales, a cualquier político que no fuera de su infecta cuerda. ¿O es que no queremos recordar, ya que estamos en la patochada de la “memoria”, quiénes fueron los asesinos de Calvo Sotelo? ¿Por qué se oculta, siempre que se puede, que los matarifes eran miembros de la guardia de corps del ahora bendecido Indalecio Prieto? ¿Cuántas amenazas tuvo que soportar Melquiades Álvarez, fundador del Partido Reformista, hasta ser ametrallado por milicianos de la peor calaña? o ¿cómo se libró por los pelos el líder de la CEDA, José María Gil Robles, de ser “paseado” después de recibir en las propias Cortes de la Nación, avisos reiterados de que iban a por él.
Estos son los antecedentes en que se puede basar, y se ha basado, la infame intimidación de Iglesias. La izquierda, la sanchista y la comunista, no va a escatimar medios para que el Partido Popular, junto con Vox, el partido adosado, gane las elecciones. Iglesias desde una de las atalayas que se le han ofrecido para seguir vomitando odio y avisos de “sabemos a qué colegio van tus hijos” (no es broma: un parlamentario aragonés ha recibido esta advertencia), ha perpetrado un artículo que, se puede decir también así, es el embrión de lo que se nos viene encima. No es ésta una alarma infundada, ¿o es que tampoco han leído o escuchado los ditirambos y los aplausos encendidos que le ha dedicado su tropa? Lean éste, solo es un ejemplo: “Pablo, tienes toda la razón: a por ellos”.
Y llegado este momento otra pregunta más: ¿está percibiendo la gente el miedo que quieren instaurar en España Pablo Iglesias y sus sicarios? Pues les traigo la respuesta de un empresario que la pasada semana se negó a engrosar la claque de sus colegas que se gastaron las manos de tanto aplaudir el mentiroso Sánchez. Me ha dicho: “Lo que está sucediendo me recuerda a la denuncia contra los nazis de Becket, aquella de “vinieron a por lo judios…”. Y me añadía: “Cuando algunos en esos ambientes empresariales denunciamos cosas como éstas, la respuesta es. “¡Bah! no es para tanto”. Convendría no olvidar esta reflexión, sólo sustituyendo a Beckett por el pastor luterano Martin Niemöller, auténtico redactor de aquellos versos escalofriantes que terminaban así: “…Luego vinieron por mí, y no quedó nadie para hablar por mí”.
Lo dicho: esto no va a quedar así. No es únicamente el exordio más repugnante de un tipo al que encima le seguimos pasando un sueldo. Iglesias se ha hecho portavoz del rencor que este Gobierno fatal ha colocado en una parte de la población española. Siempre suele suceder que los fans de sujetos como el antedicho son, en realidad, mucho peores que el original, desde luego más peligrosos. Y es que tienen que hacer méritos y aquí, en nuestro país, la testosterona es un arma de destrucción masiva más mortífera aún que la pistola Luger de los nazis que ahora ha sacado de su armario el antiguo vicepresidente del Gobierno.
La luz que nos alumbra no es la única que está subiendo el temor en España, los fogonazos made por ejemplo en Iglesias, esos sí que nos pueden deslumbrar hasta achicharrarnos sin piedad. Estos están en lo que están, y el montonero que los azuza, Iglesias, lo único que ha hecho es enseñar el camino a los todavía tibios, los que siempre necesitan de una excitación brutal para cumplir con los trabajos que manda el jefe. ¡Ah! y un apunte más: me cuelgo literal y disciplinadamente de la RAE para recoger el adverbio, “mercenariamente”, que recoge el Diccionario para señalar a los que actúan con pistolas. Mercenario de la izquierda más radical, esa es la profesión que mejor le cuadra a Pablo Iglesias Turrión.