Ningún trabajador se fía del déspota

¿Qué ocurre cuando se acentúa el matiz de lo cómico a lo infame? Que el déspota Sánchez pasa a ser la diana de todos los trabajadores. No hay gremio que no se haya manifestado contra los abusos del Gobierno. El PSOE da de baja la O y el farsante quema sus pocas neuronas en el Falcon. La mano de obra detesta a los sindicatos UGT y CCOO, lote de vagos subvencionados que Yolanda Díaz vende como “un factor de ensanchamiento democrático”, cuando les importan un bledo los trabajadores. Por algo somos el país de la UE con los precios más altos y las ayudas más bajas. Los 22 ministros juran que la recuperación económica es un hecho palpable. Será para ellos, que recaudan sin parar. Todavía no se han enterado de que, aumentando el gasto, se dispara la inflación.
El IPC de marzo, ¡9,8!, habrá sido trucado por Tezanos, pues quienes entienden de economía estiman que ya roza el ¡15! Los trabajadores no se tragan más trolas de este Gobierno de inútiles liderado por un ególatra y claman: “¡No se puede tapar la boca de la gente, porque la necesidad sigue ahí!”. La izquierda no defiende a los desfavorecidos, se aprovecha de todos y los arruina con tributos sangrantes. Si “la lotería es el impuesto a la esperanza” (Eugenio d’Ors), la inflación es el impuesto que han de soportar los pobres. El Gobernador del Banco de España avisa de que “la inflación ha venido para quedarse hasta 2023”. O el sátrapa admite su inmenso fracaso económico, y político, y convoca elecciones, o la nación se va a pique.
Sánchez no controla su mente ni su propensión a los abusos. Blando, fatuo, ausente, inculto, tramposo… Así se enfrenta a los trabajadores y al mundo, el más cínico e irresponsable presidente del Gobierno que tuvo España. Nunca cumple con lo que promete pues su divisa es la traición. Le da lo mismo donar, ilegalmente, el pueblo saharaui al rey de Marruecos, ante quien se inclina, que despreciar al rey de los españoles. El caso de Sánchez figurará en los manuales psiquiátricos como “sociópata hipertímico”. Le caracteriza su ligereza y ella es la puerta por la que entra en el camino del fraude. No empatiza con la gente por su frialdad y le abuchean no más pisar la calle. Reñido con el honor, su falta de escrúpulos no duda en eliminar a cualquier persona que le estorbe y si te he visto, no me acuerdo. Para él, todos los seres humanos son, simplemente, números. Ningún trabajador se fía del déspota porque saben que siempre miente y que es un desalmado.
El penúltimo burdo camelo que soltó en el Congreso fue que se compromete «a doblegar la curva de los precios”. Lo que tiene que hacer es doblegar la curva ascendente de su nula eficacia, pues es sabido que el único plan que baraja para bajar los precios, es freír a los trabajadores con nuevos y delirantes tributos. En fin, hasta que la lucidez de Feijóo, el carisma de Ayuso y la fuerza de Abascal no lo saquen de la Moncloa, la recuperación económica será un espejismo.