Muy gallito con Israel, muy gallina ante Arabia Saudí
Pedro Sánchez se ha ido de viaje oficial a Arabia Saudí a «reforzar» las relaciones diplomáticas y comerciales y a tratar de liderar su plan de reconocimiento del Estado palestino. Está persuadido de convertirse en el mayor defensor de la causa palestina, que pasa, claro está, por condenar la intervención militar de Israel en Gaza y por reivindicar el respeto a los derechos humanos. Lo hipócrita del caso es que se puede ir a Israel a denunciar la falta de derechos humanos, pero denunciar a Arabia Saudí por lo mismo es otra cuestión. Con Israel, muy gallito; con Arabia Saudí, muy gallina. Y es que el presidente del Gobierno, durante las horas que pasará en el país del golfo pérsico, eludirá cualquier referencia al cumplimiento de los derechos humanos constantemente vulnerados en esta región por parte de sus autoridades, que le recibirán con todos los honores.
Israel es una democracia y Arabia Saudí una dictadura que se ha convertido en uno de los principales clientes de Navantia, la sociedad pública española especializada en la construcción naval civil y militar. En un primer momento, Sánchez congeló la venta de armas a Arabia Saudí, pero en años posteriores la cifra de negocio no ha hecho más que aumentar. En 2019 el Ejecutivo multiplicó por 30 las autorizaciones para exportar a Riad, pasando de los 13,2 millones autorizados en 2018 -todos durante el primer semestre, cuando el PSOE aún no estaba al frente del Ejecutivo- a más de 392 millones en 2019 con los socialistas ya en el poder. De modo que si alguien pensó que Pedro Sánchez iba a tener arrestos para reclamar a Arabia Saudí respeto a los derechos humanos puede esperar sentado. No hará mención alguna porque, según Moncloa, la reunión cara a cara con el príncipe heredero y hombre fuerte del país, Mohamed bin Salmán, no es el foro adecuado. Cuando se reunió cara a cara con Benjamin Netanyahu, primer ministro isaelí, sí que lo era. Lo dicho: lo del gallo y la gallina