Moralidad con M de Maura
Sigue la Historia como sigue la vida. Rota de nervios, nuestra nación quiere mantener incólumes los principios de sano patriotismo y ética política. La tenebrosidad de bárbara tiranía insiste en hacernos entender que estamos necesitados de una radicalísima transformación. Sobrecogidos como estamos por el espanto de los incendios y por los incalificables atropellos de todo orden que se están llevando a cabo con el asenso y la indiferencia de la autoridad, la manifiesta disconformidad de la mayoría debe ser explicitada el 10-N. No más gobiernos que nos empujen violentamente por los caminos de la ruina y la deshonra a España.
Echemos la vista atrás, no muy lejos, lo justo para balancearnos en el presente. “Gobernar no es escuchar el ruido de la calle para seguir todos los himnos y todas las marchas, gobernar es tener un concepto perfectamente claro de lo que se persigue y una voluntad firmísima de llegar a lo que se quiere”. Palabras de Antonio Maura que ayudan a ratificar la firmeza moral indispensable que se solicita a todos los que alcanzan la talla de grandes gobernantes.
Conocemos las llagas que sufre España. Padecemos los defectos que encierra el liberalismo-democrático español, personificado en los partidos de izquierda y en una prensa en ocasiones impúdica y mercantilizada, a través de la nueva hornada de políticos de profesión. “¿Tú qué eres?”. Ante la respuesta: “Político”, debería rebatirse: “He preguntado que qué eres. Lo de político es una circunstancia temporal y, si me apuras, accidental”.
Maura tuvo, a la hora de intentar hacer resurgir el país, a toda la verdadera España a su lado. La juventud de entonces le brindó su confianza, su energía y su esfuerzo para acabar con los mercaderes de la política que traicionaban a la patria. Ahora igual, necesitamos un político-águila, que sobrevuele la situación y, con altura, nos saque de la jaula doctrinaria; que destaque entre los voceros de lo innoble y lo concupiscente de la politiquería profesional no por sus gritos, ni desfachateces; sino por su integridad, firmeza de principios, de actuación y por su seguridad implacable. Si no es no; pues aplíquenlo en estos momentos tan trágicos para nuestra patria.
“El Gobierno cumplirá con su deber asegurando la seguridad pública, aunque las medidas tomadas a este efecto dieran lugar a represalias y sea quien quiera la víctima”, palabras de Antonio Maura en el Senado el 21 de febrero de 1908 ante los continuos estallidos que ensangrentaban las calles de la Barcelona. El separatismo, incansable, redobla su audacia.
Y sigue la Historia como sigue la vida. La actuación política de la enérgica e ilustre personalidad que fue Antonio Maura queda reforzada por su trayectoria personal. Merece la pena recabar en una madre de religiosidad titánica, la mallorquina Margarita Montaner; en su mujer, la hermana pequeña de también político Germán Gamazo, su apoyo indiscutible; en sus diez hijos, el mayor de ellos, I duque de Maura, también político e historiador, cuya mujer, una guapísima y sofisticada condesa cubana, apoyó a la Corona española con su patrimonio en tiempos muy convulsos; en definitiva, un ambiente proclive para el orden que debe rodear la mente clara que requiere un gobernante. “Las Maura”, en una palabra, han sido y son un elevado talento puesto al servicio del genio creador.
La Historia es una gran artista. Y como tal encuentra su gozo supremo en la semejanza. Por tanto, en elevada analogía, repasemos nuestro pasado para no repetir lo malo y para aprender de los grandes. No quiero entretenerles más, que se me va la voz, y no puedo dejar escapar ese tren.
Clara Zamora Meca
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