Media España contra la otra media

Media España contra la otra media
  • Carlos Dávila
  • Periodista. Ex director de publicaciones del grupo Intereconomía, trabajé en Cadena Cope, Diario 16 y Radio Nacional. Escribo sobre política nacional.

No sólo es el objetivo sino la obsesión de Sánchez. Bloque por la izquierda, bloque por la derecha. Y en el medio, nada de nada. Por la derecha, el PP de Feijóo, de Ayuso, de Moreno, de Mazón y de Mañueco, confrontado, aún más que enfrentado; por la izquierda, con el psicópata narcisista, que así le califica una pléyade de psiquiatras. En el menester, el individuo se hace acompañar de la chica santiaguesa, Yolanda Díaz, y de un grupito de meritorios, Errejón, la desahuciada Colau y la falaz anestesista de Madrid Mónica García. Dos bloques irreconciliables acuciados por Sánchez para fusilar los acuerdos de la Transición, para derribar piedra a piedra, artículo a artículo, los 169 de que se compone la todavía vigente Constitución de 1978. Sánchez y su cohorte de feroces acólitos, con Bolaños a la cabeza, se empeñan sin parar en la edificación de estos dos bloques que ellos presentan de la siguiente manera: en el nuestro, el progreso, la modernidad, la España plurinacional y feminista; en el opuesto, los arcaísmos provenientes del franquismo más autócrata y rancio. Para esta asociación de funcionarios de la hecatombe, el modelo sigue siendo el de la añorada II República, esa que ahora mismo, en abril, se aprestan a celebrar y a difundir. Mucho daño les hacen los análisis de los más reputados historiadores (estamos hablando no del sectario Viñas o del propagandista de la fe comunista Preston) que insisten en dos verdades básicas: una, el primer golpista de los treinta fue el Lenin español, Francisco Largo Caballero, y dos, el régimen que proclaman fue al menos tan sanguinario como el que lo fuera más durante todo el agitado Siglo XIX español. ¡Había que ver las fauces de los ocupantes del banco azul cuando un Tamames redimido recordaba al Parlamento entero las fechorías de la izquierda republicana.

En este bloque de socorros mutuos se han integrado por ahora los nacionalistas. Los involucionistas catalanes de 2017 y, naturalmente, los herederos del hacha y las pistolas de ETA, los bilduetarras más abyectos. Entre los primeros reina el caos, pero se ha abierto una vía de agua que     divide a su vez en dos partes a los herederos de Convergencia, con Xavier Trias al frente, y a los barreneros beneficiados por el miserable indulto de Sánchez, estos, aparte de ser bastante imbéciles, ya se sabe que son irredentos. ¿Y el PNV? Pues como siempre: a agitar el árbol para intentar que les sigan cayendo nueces. Cuando a estos socios del mediocre dúo Ortuzar-Urkullu se les rememora que sus alabados gudaris del 38 se rindieron como damiselas y, los más (los menos se incorporaron como Galíndez a la CIA) soportaron con paciencia evidente y aprovechada los cuarenta años de Franco, quedan presos de la rabia de quienes no son capaces de negar lo comprobado. Por tanto, ¿qué ocurrirá ahora con la resurrección sanchista de los dos bloques? Pues… que ya veremos. Para ellos, el PNV, la traición viaja en la hélice de su ADN como un base más. Si Feijóo accede al poder poco tardarán en enviar emisarios a la nueva Moncloa, asegurando que, bueno, que nosotros no somos como ellos, que no somos de nada de izquierdas, o cosa así. Falta poco tiempo para constatarlo.

La estrategia bloquista del aún presidente (ausente) del Gobierno consiste, además de en conservar lo que hasta ahora le ha valido para salir de cualquier trance político comprometido, en empujar al Partido Popular a los abrazos del oso de Vox, donde políticos rebotados -vulgo, Santiago Abascal- les esperan para sacarles los higadillos. Como afirma un fundador de Vox que ahora abjura de lo visto, Vox ha renunciado, porque los números son los números, a ganar las elecciones, pretende sorprender con la guardia baja al Partido Popular y comerle la merienda a Feijóo. Es curioso: ¿cuántas veces hemos calificado de «ridícula» aquella ufana declaración de la apóstata Olona: «Usted (a Moreno Bonilla) será mi vicepresidente»? Pues bien, la verdad es otra porque al decir de la citada, aquella inquietante bobada fue una imposición ordenada desde el despacho del propio Abascal en Madrid. La tribu yunquera que domina la política talibanesca de Vox es ahora mismo un socio inigualable de Sánchez. ¡Qué más quiere este sujeto que encarnar en la derecha el más bronco autoritarismo teocrático!.

La situación podría ser tan perversa como irremediable si todos estos avisos se transforman en posibles o, peor todavía, en una realidad palpable. Pues, ¡atención!, estamos cerca de ello. Sánchez, porque sería la culminación de una vida política dedicada a partir España en dos facciones al borde del alzamiento; la derecha más bizarra, la que con gusto despacha Vox, porque, una vez reconocida su incapacidad para sustituir como alternativa al PP, está empeñada en convertir a Feijóo en su rehén, porque, como diría el viejo sabio Pío Cabanillas Gayas: «Es mejor intervenir que mandar». Y en eso están como queda demostrado a diario en Castilla y León, una región sometida en la actualidad a las sorprendentes iniciativas del peculiar García-Gallardo. La diferencia entre el PP de Feijóo  y los taurómacos de Vox es que el presidente popular quiere disputar el poder a Sánchez a campo abierto, con las reglas democráticas del 78, Vox está o en las barricadas o en las trincheras de una guerra abierta contra la «otra España» en la que vale todo, incluso colocarse, en votaciones sucesivas, al lado del enemigo. ¿O qué otra cosa están haciendo Monasterio, siempre envidiosa de Ayuso, en la autonomía de Madrid, o el boina verde Ortega Smith en el Ayuntamiento de la capital de España? Un aviso final: nada mejor le puede suceder al mencionado psicópata que encontrar en la otra parte complicidad para asentar su obsesión por quebrar España en dos mitades en un conflicto a primera sangre. Ese es su fin más deseado.

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