Más perros que hijos

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  • Carla de la Lá
  • Escritora, periodista y profesora de la Universidad San Pablo CEU. Directora de la agencia Globe Comunicación en Madrid. Escribo sobre política y estilo de vida.

Hace años, veraneamos con los cuatro niños en una playa portuguesa y dio la casualidad de que junto a nosotros alquilaron la casa contigua un grupo de progres españoles sin hijos a su cargo, que a pesar de pasar el día fumados y echados junto a sus perros, mirando al infinitivo (y bien que hacían) se sentían irritados con nuestra incesante actividad, juegos, peleas, lloros y altercados constantes. En una ocasión, hablamos incluso; una pelota, como es normal en todas ellas, se deslizó en el jardín contiguo y tuve que llamar a su puerta para recuperarla.

Progre: Ah… ¿con que tú?

-¿Yo?, se confunde- respondí, a juzgar por la ira que proyectaba.

Progre: Claro que eres tú, y tus hijos… ¡una algarabía constante! ¡Es intolerable!

-Ah… Se refiere a mi familia ¡haber empezado por ahí!

Progre: es terrible, me sobresaltan cada mañana y cada tarde….

-A mí cada minuto. Agradezca su suerte que no vive con ellos.

Progre: No podemos más.

-No se queje, la que no puede más soy yo ¡los ahorcaría! Pero recuerdo que ellos pagarán mis pensiones y las suyas, y las de sus compañeros de mística. Así que devuélvame esa pelota y démonos fraternalmente la mano.

Hoy nuestros pequeños ya son adolescentes y con algo de perspectiva pienso que el tener hijos o no, es la decisión más significativa en la vida de una persona. Lo cierto es que nuestra mentalidad y prioridades han cambiado y ahora mismo en España hay más perros que hijos. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), en 2020 había aproximadamente 4,5 millones de perros registrados, mientras que el número de niños menores de 15 años era de alrededor de 4,1 millones.

El hecho de que muchas personas prefieran tener mascotas en lugar de tener hijos, se debe a varios factores, entre ellos una mayor conciencia sobre la responsabilidad de tener hijos y el cuidado que requieren, lo que les conduce a elegir complacientes y fieles compañeros peludos.

Por supuesto, hay muchos aspectos positivos en la descendencia, como el sentimiento de pertenencia (de tribu) o la sensación de conexión; la oportunidad de verlos crecer y desarrollarse, crear vínculos familiares, saber que alguien querido va a hacerse cargo de nosotros en nuestra vejez, y transmitir valores y tradiciones. Sin embargo, también hay desafíos y sacrificios asociados a la crianza, como la mayúscula inversión de tiempo y dinero.

El coste anual de mantener un hijo en España según el INE en 2020, fue de alrededor de 6.446 euros de media. Este gasto incluye principalmente los gastos en alimentos, ropa, cuidado infantil y educación. Sin embargo, se espera que el gasto aumente a medida que el niño crezca y requiera una educación más cara y actividades de ocio. Y esto, sin contar vivienda y coche.

Por otra parte, la responsabilidad de asegurar su bienestar y la renuncia a grandes cantidades de libertades y oportunidades limitan la flexibilidad en la vida de los padres, incluyendo la capacidad de viajar y perseguir ciertas carreras o intereses. Además, los hijos pueden afectar la relación de pareja para el que la tenga, la vida amorosa, la vida sexual y la social… Pero en mi opinión, el peor de todos los contras de tener hijos es la intensa preocupación por ellos desde que nacen en adelante, tanto por su salud como por cualquiera de los extremos que tienen que ver con esos seres menesterosos que creamos y a los que queremos más. Mucho más, que a nosotros mismos.

Entre las razones estructurales por las que en España no se tienen hijos, podemos hablar del constante aumento del coste de la vida, la inestabilidad económica, la dificultad para encontrar trabajo estable bien remunerado por no hablar de lo que respecta al papel de la mujer en la gestación, la crianza, en la sociedad y su carrera.

Veamos: ¿perjudica el feminismo a la natalidad? No existe una relación directa entre ser feminista y tener menos hijos. Sin embargo, algunas investigaciones sugieren que las mujeres que se identifican como feministas pueden tener menos hijos en promedio. Esto podría explicarse por el hecho de que las feministas tendemos a ser más conscientes de la discriminación de género y, por lo tanto, podemos tener más probabilidades de priorizar nuestra carrera y otras metas personales.

Y ¿a la inversa? ¿Nos perjudica la maternidad a las mujeres? La maternidad en sí misma no perjudica a las mujeres, pero las estructuras y expectativas sociales que rodean la maternidad tienen un indiscutible impacto negativo en nuestra vida, especialmente cuando se combinan con la desigualdad de género, la falta de apoyo institucional y social.

Oh, pero, ocurre que los hijos son los futuros trabajadores y los futuros contribuyentes para nuestro maltrecho sistema económico. Por lo que podríamos empezar a hablar de los buenos ciudadanos, cívicos y solidarios que se sacrifican y tienen hijos, por el bien de la comunidad. Como el antiguo buen ciudadano que comenzaba a reciclar… Pero a lo bestia.

El asunto de la baja natalidad en España y su directa repercusión en el problema de las pensiones nos debe hacer reflexionar sabiendo que no tenerlos es malo para todos. Por otra parte, si la tendencia a la baja del índice de natalidad continua y un número cada vez mayor de personas deciden no tener hijos, esto traerá una sociedad cada vez más anciana, dependiente y más personas mayores, solas, sin allegados ni cuidadores.
Si nos dirigimos a la vertiente afectiva y vital del asunto, no hay una respuesta única y definitiva a la pregunta de si los hijos hacen más felices a las personas que los tienen, ya que esto puede variar según las circunstancias y experiencias individuales. La paternidad puede ser una experiencia muy gratificante y significativa, pero también puede ser estresante y decepcionante. Pero ahora, lejos de las consignas de la moderna psicología, me referiré a Tomás Moro y su interesante disertación en Utopía donde detalla con distintos argumentos que todo lo que vale la pena en esta vida, todo lo hermoso, toda la poesía y el amor, hechas las cuentas, es una auténtica locura. ¡No pensemos!

Mejor trabajemos (y votemos) para crear entornos que permitan a las mujeres tener el control sobre sus vidas reproductivas y su capacidad para participar plenamente en la vida pública sin renunciar a perpetuar la especie. En España, el problema de la natalidad se ha convertido en un asunto de solidaridad y bien común. Y aquí termina la columna de hoy, que están llamando mis hijes.

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