Mariano y Rajoy no hablan entre ellos

Mariano y Rajoy no hablan entre ellos

Mariano y Rajoy no hablan entre ellos, casi nunca se ponen de acuerdo y rara vez consultan a Brey. El presidente Rajoy, que lidera con puño de acero a los populares —mientras asegura ignorar lo que sucede en las filas de su partido— abandona de vez en cuando el perfil bajo para dejar que Mariano haga el trabajo sucio de enfrentarse a los medios de comunicación. Fuera de su hábitat de parlamentario natural, el Rajoy de réplicas brillantes se siente descaradamente incómodo frente a los micrófonos. Mariano balbucea incapaz de responder a lo más elemental simplemente porque a Rajoy le incomoda dar explicaciones. Simpatías o antipatías al margen del anecdotario propio, lo que no admite discusión es la crítica a un presidente del Gobierno que reniega de operativos policiales —habiendo sido Ministro del Interior— o confiesa haberse preparado las películas de los Oscar para una entrevista pero no hace lo propio, ni sabe improvisar, con la reivindicación de un principio básico como la igualdad salarial.

“Indiciariamente” a Rajoy le aburre la política fuera de la gestión. Por eso, cuando se siente asediado activa el modo indolente. No le interesa hablar de lo que no quiere. Y no lo hará. Rajoy es el político eternamente convencido de que la mejor palabra es aquella que queda por decir. Corredor de fondo a piñón fijo, Mariano confiesa su deseo de repetir como candidato y Rajoy advierte a todos que lo será. A ver quién es el valiente que sea atreve a rechistar. Ni la crisis económica, ni los escándalos de su partido —Bárcenas, Guateque, Gürtell,  Lezo… y hasta 65 más que vuelven cíclicamente a escena sin inmutarle demasiado— ni Podemos, ni un par de secretarios generales del PSOE han sido capaces de tumbar a Rajoy. Como buen gallego Mariano sabe —y ya lo decía su paisano Cela— que “en España quien resiste, gana” y Rajoy tiene querencia a quedarse. No va a soltar el maillot amarillo con facilidad. Ya ha sobrevivido a muchas conspiraciones.

Curiosamente cuando peor estaban las cosas, cuando perdió en dos ocasiones consecutivas las elecciones generales contra Zapatero, cuando todos daban por amortizada su multidisciplinar carrera de fondo, sería el PP valenciano —el de Rita y Camps— el que le permitiría atrincherarse en Génova y salir por fin a botar en la azotea cuando, a la tercera, llegó la vencida. De aquello, nada de nada. Nada sobre la financiación irregular. Nada sobre esas “personas” de las que no habla pero a quienes confió entonces las convocatorias más adversas y complicadas. Mariano atesora una extraña colección de destierros. Rajoy se encomienda a lo judicial con auténtica devoción para esquivar responsabilidades, lo hizo con los propios y lo mantiene con Puigdemont.

Cada uno a su manera tratan de interiorizar que Ciudadanos no es la amenaza que todos advierten. Rajoy apuesta por el buen camino de recluirse en Moncloa en plena fiebre aritmética electoral y Mariano apura las caladas de un puro frente al televisor. No se dejen engañar por su aparente indecisión. Rajoy es un superviviente nato y un perfecto escalador. Mariano, gallego profesional.

Lo último en Opinión

Últimas noticias