Lo que el PP no perdona a Soraya
Van a cumplirse exactamente ahora seis años desde que el Gobierno Rajoy fue apeado con deshonor del poder en aquella moción de censura en gran parte fake que el entonces presidente del gobierno ni supo ni quiso doblar. Seis largos años.
La imagen icónica que quedó impresa en la retina de millones de españoles en el día de autos cuando el dúo Sánchez/Ábalos perpetraba la decapitación en compañía de otros (lo más granado de cada casa política y con el PNV oficiando de traidorzuelo) es el bolso de la vicepresidenta Soraya Saénz de Santamaría presidiendo el banco azul en ausencia de titular, un banco azul que estaba en subasta en esos mismos momentos. Después se supo lo del Arahy y las copas consiguientes. ¡Qué desastre!
Rajoy fue un extraordinario gestor de la pésima herencia económica dejada por el inquietante Zapatero. Tuvo que administrar una ruina con la permanente espada de Damocles sobre la testa de España a punto de su «rescate» o, dicho de otra manera, para que aquí pasara a mandar la troika, esto es, la UE, el FMI y el Banco Central Europeo. Sólo por ello merece pasar a la Historia.
Escrito lo anterior y a fuer de objetivo no se puede decir precisamente que su gestión política ante la rebelión catalana ni las conjuras de la izquierda fueran notables. Resultó un fracaso sin paliativos. Y lo de hoy de Sánchez tiene su origen en aquellos polvos.
En ese Gobierno jugó un rol determinante una mujer inteligente, preparada y buena persona que fue Soraya Sáenz de Santamaría. El presidente siempre le entregó los encargos más difíciles y que requirieron mayor carga de trabajo. Hizo lo que pudo en Cataluña, que no fue poco. Sin embargo, una parte del Partido Popular (se vio con claridad en el Congreso Extraordinario del mes de julio de 2018 para elegir sucesor de Mariano) nunca le perdonó, ni siquiera ahora, que salvara al Grupo Prisa, por un lado, y al canal televisivo conocido como La Sexta propiciado desde el poder por Zapatero. Algo que le sigue persiguiendo hasta el día de hoy.
Pueden estos críticos llevar su parte de razón; sin embargo, le resulta muy difícil creer al columnista que aquéllo lo hiciera motu proprio y que no respondiera a un encargo presidencial directo, es decir, al modus style rajoniano.
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