Las lágrimas de Irene por los violadores

Las lágrimas de Irene por los violadores

Que la cara es el espejo del alma es una de las pocas verdades absolutas en este mundo de relativismos reales o forzados. Que se lo digan a Irene Montero o que se lo cuenten a los ciudadanos españoles, que contemplamos entre estupefactos e indignados cómo la ministra de Igualdad recibía llorosa el vapuleo parlamentario a esa Ley del sólo sí es sí que constituye un chollo para lo peor de nuestra sociedad, violadores, abusadores y pederastas, y un escarnio para sus víctimas. Se abrazó con otra que tal baila, la borrokilla Ione Belarra, al contemplar cómo el Parlamento regresaba a unos tipos penales que castigaban seguramente con demasiada generosidad a esta chusma pero, desde luego, con notable más severidad que la barrabasada legislativa que la semana entrante recibirá la puntilla definitiva en el Senado.

El rostro de Irene Montero y su cuate en el Congreso era fiel reflejo de su alma sucia. Hay que estar muy enfermo u ostentar la condición de malo-malísimo para alumbrar una norma que rebaja las penas a violadores, abusadores y pederastas pero mucho más hay que estarlo para empecinarte en un error —o no, porque ellas siguen en sus trece— que ha beneficiado ya a 980 delincuentes sexuales, de los cuales algo más de un centenar campan ya a sus anchas en nuestras calles dispuestos a hacer lo único que saben, que es básicamente arruinar la vida de mujeres y niños.

Sólo un malnacido puede estar en contra de que se vuelva al sistema anterior de penas, que data de la reforma del Código Penal de 1995 y de las correcciones que efectuó el PP de la mano de Rafael Catalá en 2015 que, entre otras novedades, introdujo el agravamiento de género en la comisión de delitos sexuales y esa bendición que representa la prisión permanente revisable. Y, sensu contrario, la gente de bien es la que más allá de ideologías está a favor de que se vuelva al sistema penológico que mantenía más tiempo a buen recaudo a los delincuentes sexuales. Está de más recalcar en qué bando se sitúan Irene Montero, Belarra y sus amigos etarras e independentistas. Gentuza que sistemáticamente se coloca en el lado del mal.

Hay que estar muy enfermo o ser malo-malísimo para alumbrar una norma que rebaja las penas a violadores, abusadores y pederastas 

La ministra reaccionó como es ella, con un comportamiento infantil más propio del niño o niña consentido al que le niegan el capricho de turno que de un adulto o adulta seria y responsable. Y, cómo no, con toda suerte de mentiras. A cual más cantosa. «Esto es un retroceso», indicó circunspecta tras el maravilloso correctivo, «es increíble que el PSOE vote con una derecha que se ha opuesto siempre a todos los avances». Debe ser que rebajar la sanción penal a un violador o un pederasta es progre y retocarla al alza resulta carca. Pues yo debo ser un carca empedernido porque me parece sensato, lógico y de justicia. Es más, los que saben de esto tienen meridianamente claro que la mayor parte de estos monstruos no se reinserta jamás. A algunos yo los tendría entre rejas de por vida, más que nada, porque son un peligro público para nuestras madres, nuestras parejas y nuestros hijos.

La no sé si no muy cuerda o muy malvada titular de Igualdad montó el pollo padre por una reforma que, en sus propias palabras, es «un retroceso en los derechos de las mujeres». Debe ser que aliviar las condenas de los tipejos que atacan a las mujeres es feminista. Un auténtico disparate. También tildó la imprescindible contrarreforma de «ataque al Convenio de Estambul», ciudad en la que se fijó una hoja de ruta europea contra el machismo. Curiosa paradoja que la cita tuviera lugar en una ciudad donde la mayor parte de las mujeres va cubierta, algunas incluso con niqab o burka, y no precisamente por voluntad propia.

Los expertos tienen meridianamente claro que la mayor parte de estos monstruos que son los depredadores sexuales no se reinserta jamás

Los bulos y los insultantes cuentos chinos de la compañera sentimental del tipo más cavernícolamente machista en 2.000 millas a la redonda, el delincuente de Pablo Iglesias, no quedaron ahí. Reiteró que esta reforma de la reforma se carga el consentimiento como elemento vertebrador de la respuesta penal a estos abyectos comportamientos. Miente y lo hace por quincuagésima vez. El consentimiento ha sido siempre la columna vertebral de todos los ordenamientos sobre la materia desde tiempos del Derecho Romano. Y, desde luego, se alzaprimó en el Código Penal Belloch, conocido como el Código Penal de la democracia, para evitar casos como el del marido que quedaba impune tras haber violado a su mujer precisamente por eso, porque la víctima era su mujer. La reforma de 1995 sepultó muchos anacronismos que habían permanecido inalterables desde el de 1848 con especial incidencia en los relacionados con la violencia sobre la mujer.

Otro que tal baila es Pedro Sánchez, que se cachondeó con alevosía, diurnidad y premeditación de los 24 millones de mujeres que hay en este país genéricamente y de los miles de víctimas de los violadores beneficiados por el chollo de Montero específicamente. En lugar de acudir al Congreso a dar la cara, como es su obligación, e incluso rentabilizar en términos electorales el cambio normativo, optó por huir a Doñana a hacer campaña contra un Juanma Moreno que también los va a barrer en las municipales. No sólo eso. Se negó a respaldar las enmiendas a la que seguramente es la mayor salvajada legal de la historia de la democracia. No votó ni personal ni telemáticamente. Un desprecio insuperable a esos cientos de mujeres y a esas decenas de niños que han revivido su tragedia al contemplar cómo se agraciaba a los hijos de perra que les agredieron sexualmente.

Irene Montero y Pedro Sánchez han hecho el mal y, encima, tiene bemoles, se han reído de nosotros y no dimite ni la una ni el otro

El Partido Popular ha dado una lección de sentido de Estado en la cual teóricamente tenía mucho que perder porque pactar con el sanchismo es lo mismo que acostarte con el diablo y eso a la gente le gusta entre cero y nada. Tender puentes con el indeseable que ha ido de la mano de ETA y de los tejeritos catalanes los cinco años que lleva en el poder podía interpretarse como un suicida signo de debilidad, de marianismo o de colaboracionismo, que viene a ser todo lo mismo. La historia, sin embargo, certifica que acordar las políticas de Estado siempre favorece al que lo practica, especialmente si es desde la oposición, caso de Felipe González con los Pactos de La Moncloa, de José María Aznar con el Autonómico o de José Luis Rodríguez Zapatero con el Acuerdo por las Libertades y contra el Terrorismo. Los ciudadanos siempre premiaron estos gestos de grandeza. Y moralmente es lo que toca en casos tan graves como el que nos ocupa.

Los españoles, y muy especialmente, las españolas, deberán tener muy presente la conducta de Montero y Sánchez cuando franqueen la puerta del colegio electoral y enfilen el camino a las mesas de las papeletas dentro de cinco domingos. No pueden ni deben olvidar que la primera es la gran responsable por acción de las rebajas más siniestras de la historia y el segundo el auténtico culpable por omisión de estos seis meses en los que observábamos, impotentes, cómo las peores bestias de la humanidad acortaban su tiempo de estancia en prisión por las frivolidades o el diabolismo de estos dos pájaros. Han hecho el mal y, encima, tiene bemoles, se han reído de nosotros y no dimite ni la una ni el otro. El 28-M y cuando quiera que el psycho de La Moncloa tenga a bien convocar las generales no hay que perdonar ni tampoco olvidar que esa basura que es el sólo sí es sí no tiene perdón de Dios… ni del diablo.

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