Ladran, luego cabalgamos
La extrema izquierda se ha lanzado a una estrategia de deslegitimación de sus adversarios políticos. Si hace días fue Pablo Iglesias el que acusó a Vox de pretender un golpe de Estado, ahora le ha tocado el turno al senador del partido de Errejón, Eduardo Fernández Rubiño, que ha acusado al PP de «gobernar con fascistas». El pleno del Senado volvió a ser escenario de una catarata de insultos proveniente de los escaños populistas, empeñados en perseverar en su sectario plan. Y, como ocurrió hace días, cuando el presidente de la Comisión de Reconstrucción, Patxi López, avaló los insultos de Pablo Iglesias a la formación de Santiago Abascal, la presidenta del Senado, la socialista Pilar Llop, se puso del lado del senador de la extrema izquierda en una actitud que demuestra el grado de connivencia del socialcomunismo. Por supuesto, el PP abandonó el Senado tras constatar que la presidenta de la Cámara Alta no iba a concederles amparo, sino a participar con su actitud cómplice en la estrategia de acoso populista.
Lo vivido en el Senado es la prueba del nueve de que la izquierda extrema ha decidido tapar su incompetencia en la gestión de la crisis sanitaria y económica lanzándose sin rubor alguno a una estrategia antidemocrática de de acoso contra PP y Vox, en un intento de generar un clima de tensión extremo que tape la negligencia y mentiras de un Ejecutivo que, mientras pide consenso a la oposición, sigue adelante con su plan rupturista. El recurso que le queda a la izquierda es ese: el insulto y la descalificación permanentes, la voladura de los cauces democráticos de expresión y el asalto a las instituciones del Estado.
A medida que crece el descontento y la indignación de los españoles por la gestión del Gobierno socialcomunista, más se acentúa la ofensiva antidemocrática de una izquierda que, a falta de argumentos, pretende estigmatizar al PP y Vox con el marchamo de «fascistas. Pobre argumento que sólo revela la impotencia de quienes no tienen otro objetivo que ocupar el poder y neutralizar las instituciones. Van repartiendo carnés de demócratas, pero se les nota mucho que están a lo que están: a tapar sus vergüenzas generando un clima de tensión y violencia verbal en el que se mueven como pez en el agua. No hay mal que por bien no venga: ladran, luego cabalgamos
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