Jorge Javier, el salvador
Jorge Javier y Sálvame, dos marcas unidas como Dorian Grey y su retrato. Dos caras, la del presentador y el programa, que se han deformado hasta la monstruosidad, donde la fealdad, y la belleza son una expresión psicológica y Jorge Javier es un ejemplo interesante como el de Oscar Wilde.
Con veinte años míos, él unos treinta, vivíamos a ambos lados de la calle Alcalá junto al Retiro y bajábamos a nuestros perros a la misma hora de la noche. Era encantador y atractivo por su alegría y elocuencia, dentro y fuera de la televisión, donde ya salía mucho con Ana Rosa, creo.
Y entonces triunfó porque tenía que triunfar, era muy bueno, extraordinariamente inteligente y carismático y se mudó, y le seguí en la televisión donde no mucho después apareció ese fenómeno alucinante y al mismo tiempo asqueroso de Aquí hay tomate, que yo no me perdía nunca, pero que ya se le atragantaba a personas con algo más de conciencia y moral (que los míos a los veintipocos).
Lo recordarán, Jorge Javier despedazando a los famosos patrios con el contrapunto femenino y mucho más moderado de Carmen Alcayde. Muy divertido, muy salvaje. Pero este formato sanguinario y psicopático llegó a su culminación, a su era rococó con Sálvame, un Tomate mucho más largo, con más colaboradores, con más presupuesto y menos límites aún.
A mí Sálvame me duró poco; enseguida (ya tenía los treinta) comenzó a ocurrirme algo, llamémoslo conciencia, filantropía, estética, escrúpulo, estómago… Al verlo, incluso sólo teniendo la tele encendida, me hacía sentir mal, me deprimía. No era un programa para mí (como tantos) pero tenía su gran público y lo abandoné sin aspavientos como quien se quita la coca cola porque le sienta mal.
Sin embargo, porque es imposible escaparse y negar la influencia de Sálvame en España (en el mundo) y en todos nosotros, su omnipresencia, su estilo, sus valores (o la ausencia de los mismos) y su frenética actividad, he sabido del programa y de las salidas de pata de su presentador y acólitos siempre que han tenido lugar.
Tengo amigos ahí dentro, personas queridas y admiradas, incluso he aparecido un par de veces en algunas performances absurdas y desatinos varios donde hemos desdramatizado la actualidad (algo que creo que es necesario hacer).
¿Sálvame Arte? Bueno. Originales sí que han sido. Audaces, valientes, desternillantes, impertinentes bien. Porque miren, hacer algo destacado en este mundo es dificilísimo, es lo más difícil que hay, para bien o para mal. Y Jorge Javier lo logró con creces con una altísima puntuación en la cultura disruptiva de nuestro mojigato país. También han sido, y tampoco es discutible: chabacanos, crueles, cotillas, zafios, mentirosos, torticeros, y obtusos… E incluso, mal que les pese: aburridos.
Cuando empezaron a hablar de sí mismos, la cosa se convirtió en residual: Lidia y Charly, que si el marido de Padilla (que en paz descanse), que nos hemos peleado en el camerino, que tú esto y yo lo otro, que las hermanas Terelu… Chillidos, cotorras, yogures, bailongo chuminero, donde las noticias sobre el exterior llegaban con cuenta gotas tras un cebo groserísimo que además escondía indefectiblemente una mentira…
Pero el final, la enfermedad y la muerte llegaron, igual que el triunfo, cuando a Jorge Javier se le fue la vanidad de las manos y su ego le hizo considerarse todopoderoso, Dios, y comenzó como un cómic de Chávez a imponer sus ideas políticas como estructura del programa, tanto a sus compañeros como a los espectadores. Arrodillaos, soy el salvador del mundo. Sálvame no, el salvador. Si no piensas como yo apaga la tele. Si tienes alguna idea distinta de mis neurosis, no vuelvas al plató. Jorge Javier levantó Sálvame y se lo cargó.
Me pregunto si alguien a su alrededor ha tenido el valor o el amor de decírselo (o las dos) como también me pregunto si él, agudo y sensible, es capaz de salir de ese narcisismo elemental y analizar. Y cambiar. ¿O fue a propósito? ¿Se cargó Jorge Javier su programa para librarse de él? ¿Lo estrelló con todo el equipo dentro, como una madre que asesina a sus hijos y se quita la vida porque no quería seguir viviendo esa vida de estúpido increíblemente bien pagado?
Nunca sabremos lo que se siente, nosotros que no hemos tocado esas estrellas, ni hemos sido los amos de la televisión más de una década, ahí es nada, hasta reventarnos las meninges de soberbia y arrogancia.
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- Jorge Javier Vázquez