Iryna Zarutska y el arte de mirar hacia otro lado

Quizá en alguna yurta de Mongolia, en el Gobi, o en el desierto de Namibia, o entre los nemets que pastorean renos en el Ártico ruso quede alguien que no haya visto el vídeo atroz del asesinato absolutamente inmotivado de Iryna Zarutska. Pero no muchos.
El vídeo es espeluznante. Iryna, una ucraniana de 23 años refugiada en Charlotte, Carolina del Norte, huyendo de la peor guerra vivida en suelo europeo desde la Segunda Guerra Mundial, entra en un vagón del metro al terminar su turno en un restaurante de comida rápida. Va con sus cascos y el móvil en la mano, sin temer nada. Desde el asiento de atrás le observa Decarlos Brown, un joven negro que acumula catorce detenciones, de la última de las cuales le ha salvado (libertad sin fianza) una juez que ni siquiera está colegiada como jurista. Decarlos saca una navaja y la abre con aparente delectación antes de precipitarse súbitamente sobre su víctima, absorta en su móvil, a la que apuñala mortalmente, sin cruzar una sola palabra.
Las redes sociales se resisten a dejar el asunto, que tiene tantas vertientes, y ha habido comentarios para todos los gustos y sobre todos los aspectos: la tensión racial en Estados Unidos, la lenidad de jueces ideologizados que no tienen que responder por los delitos que cometan los criminales a los que dejan en libertad, la necesidad de tomarse en serio la salud mental en la vía pública…
Pero el aspecto que quizá más me interesa es otro, no menos grave ni urgente: si no existieran las redes sociales, usted -o, incluso, el estadounidense medio- no hubiera oído nunca el nombre de Iryna Zarutska.
Se habla mucho de «crímenes sin sentido», pero este se lleva la palma. Lo tiene todo para abrir un diario sensacionalista, todo lo que buscaban los periodistas de antaño. Da para una pequeña serie de sueltos más o menos morbosos, para artículos de análisis, para columnas de opinión. Y, sin embargo, Si en los primeros días tras el crimen buscan ustedes «Iryna Zarutska» en Associated Press, le dará un resultado de «0». No existe. Para la prestigiosa agencia, el horrible crimen no había tenido lugar. También estaba ausente de Wikipedia, que inicialmente publicó una entrada sobre el crimen y la retiró, alegando que no es especialmente relevante. Y fue inicialmente ignorado por CNN, NBC, Washington Post, USA Today, Axios, ABC, The New York Times… Por todos los grandes medios del sistema. No había sucedido.
Por comparación, cuando un delincuente habitual hasta arriba de fentanilo murió durante su detención por un policía blanco, solo en la citada Associated Press su nombre apareció citado 74.221. Su muerte dio lugar a una oleada de protestas violentas con incendios y pillaje que afectó a una veintena de ciudades norteamericanas. Se le han levantado estatuas y fue enterrado en un ataúd de oro, llorado (de rodillas) por el alcalde de la ciudad, Minneápolis.
Sin los nuevos medios como este y las redes sociales, usted tendría del mundo la visión que quisieran ofrecerle los grandes medios convencionales. Es decir, viviría en un mundo sin Iryna Zarutska, un panorama decidido por un guion ideológico.
Vea de nuevo el vídeo -si tiene estómago- y recuerde que usted no sabría nada de eso si ya se hubieran hecho realidad los planes de Bruselas sobre la información en Internet, los planes que nuestro Gobierno ya ha convertido en proyecto de ley.