La inmigración que cambia Europa

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De repente, los dirigentes europeos (todos), desde socialdemócratas (Alemania, Francia, Reino Unido, etc.) a liberales, quieren hacer una enmienda a la totalidad de las políticas implantadas en toda la UE por la canciller teutona Merkel. Y a toda prisa.

Las situaciones en países como Francia, UK, Alemania e Italia ahora parece sumarse España. Es grave y los gobiernos tratan sin mucho éxito de poner sordina a una cadencia cada vez más preocupante en lo referido a lo que llaman «inmigración irregular». El ascenso incontenible de los populismos de extrema derecha y extrema izquierda en países como los nórdicos, tradicionalmente refugio de migrantes de todas las latitudes, hacen que adopten políticas como las implantadas a toda prisa, por ejemplo, como el canciller socialista Soltz, el presidente Macron o el también socialista británico Keir Starmer. España tiene también un problema muy serio que hasta ahora Sánchez no ha querido ver y las circunstancias le obligan a bajarse del limbo.

De lo que no hay duda alguna es que la inmigración cambiará Europa; ya no se pueden poner puertas al campo. Los migrantes van a seguir llegando. Ahí están las desesperadas Islas Canarias, y lo único que se puede hacer es que la UE adopte posiciones comunes y cuasi únicas en lo que se refiere a la «irregular». La que llega con papeles, trabajo y honradez hay que acogerla como los europeos hicieron con los españoles tras la Guerra Civil y la II Guerra Mundial.

A trabajar, cotizar, pagar impuestos y ganarse el respeto de los nacionales. El hecho que Tezanos haya dicho en su último informe del CIS que la inmigración se ha convertido en el principal problema en el ánimo de los españoles es un dato.

Ya sé que es la única verdad que ha dicho desde que está al frente del carísimo Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). Por algo será.

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