Opinión

Infidelidades de altos vuelos con cargo a nuestros impuestos

En torno a las andanzas de los protagonistas del mal llamado caso Koldo -porque estamos ante un escándalo de corrupción de proporciones gigantescas que afecta directamente al Gobierno de Pedro Sánchez- hay situaciones, como las que hoy recoge OKDIARIO, que más allá de lo que determine la justicia revelan la catadura moral de sus protagonistas y el desahogo con el que hacían uso del dinero público.

En 2019, el por entonces todopoderoso ministro de Transportes, José Luis Ábalos, viajó a Abu Dabi para asistir al Congreso Mundial de la Carretera. En la delegación oficial viajó Jésica, la pareja sentimental del que fuera número dos del PSOE. Se quedaron en tierra la mujer del ministro y su hija, que tenían previsto acompañar a Ábalos, que se empeñó en convencerlas de que era un viaje corto y no merecía la pena. A cambio, se comprometió a llevarlas en su próximo viaje a los Emiratos Árabes. En efecto, la familia viajó cuatro meses después acompañada de Koldo García y el jefe de Gabinete de Ábalos. Pero el entonces ministro, sin embargo, cuando llegó el momento de partir se excusó alegando «motivos sobrevenidos». O sea, que en el primer viaje a Abu Dabi, la mujer y la hija del ex ministro no se subieron al avión en el que Ábalos voló en compañía de Jésica y en el segundo, el que no se subió al avión fue Ábalos (tampoco, obviamente, Jésica), pero sí su familia.

Con independencia de los vaivenes maritales y extramaritales de Ábalos, lo que parece evidente es que lo que sí voló en ambos casos fue el dinero público. Y de forma manifiestamente obscena: un primer viaje oficial del ministro en compañía de su amante y un segundo en el que la familia de Ábalos y dos asesores a los que el ministerio les paga la estancia viajan pese a que no va el ministro, que se ausenta a última hora por «motivos sobrevenidos». Surrealista. El mal llamado caso Koldo es un escándalo de corrupción que afecta directamente al PSOE y a Pedro Sánchez y que está trufado de matices que son la quintaesencia de la inmoralidad pública. Porque el colmo es que las infidelidades de los ministros corran a cargo de nuestros impuestos.