Indulto en Barataria

Indulto en Barataria
Indulto en Barataria

Uno de los muchos detalles cómicos con los que Miguel de Cervantes reviste a Don Quijote en sus andanzas de caballero es el de calarle en la cabeza una bacía de barbero. El protagonista cree hallarse ante un mítico yelmo de oro, el del rey moro Mambrino, que le hacía invulnerable, cuando Sancho y él se cruzan con un barbero montado en un asno que lleva puesta la bacía en la cabeza para protegerse de la lluvia y no mojarse su sombrero nuevo.

Las gotas sobre el azófar de la bacía hacen que esta brille de forma llamativa, lo que es suficiente para que Don Quijote se convenza de que se encuentra ante un caballero con el fantástico yelmo dorado. Esto le mueve a arremeter con Rocinante lanzón en ristre contra el atemorizado barbero, que descabalga de su asno y huye ante la briosa carga del singular caballero, abandonando el utensilio de su oficio en el suelo.

Aunque Don Quijote en su extravío le sustrae la bacía al barbero creyéndolo caballero andante, a la vez que obliga a Sancho a no robar los aparejos que traía el asno sino a cambiarlos por los del suyo, el mismísimo Cervantes no exime de responsabilidad a sus protagonistas por actuar poco virtuosamente, pues en los capítulos de la venta hace aparecer de nuevo al barbero agraviado, que les llama ladrones y les exige la devolución de sus bienes.

Estas aventuras quijotescas me han venido a la cabeza en estos días, ahora que se pone en solfa el valor de la Justicia en relación con un posible indulto a José Antonio Griñán, condenado a seis años de cárcel por malversar el dinero de los parados en Andalucía. La sentencia del Tribunal Supremo ratifica que el ex presidente de la Junta no sólo no evitó el robo pese a saber que se estaba produciendo, sino que lo mantuvo dictando “resoluciones prevaricadoras”.

Se trata del mayor caso de corrupción de la España democrática, con un “sistema de presupuestación ilegal”, según el Supremo, que alcanzó cerca de 700 millones de euros, parte de los cuales fueron gastados en ventas como la de Maritornes.

La cuestión del indulto es grave para la democracia, por el serio daño a la Justicia y por el definitivo golpe a la credibilidad de la política ante los ciudadanos. Anular el beneficio que para la sociedad tiene la imposición y el cumplimiento de la pena, por su función esencial de prevención contra delitos de la misma naturaleza, menoscabaría además la ejemplaridad de quienes cumplen honradamente dentro de las administraciones públicas a la hora de garantizar el buen uso del dinero del contribuyente.

El propio Cervantes, por medio de los cuerdos consejos que da Don Quijote a Sancho antes de la partida de éste para tomar gobierno de la ínsula Barataria, proclama el ejercicio de la virtud como máxima de quien está en el poder, ya sea de origen porquero, como Sancho, o principesco. “Porque la sangre se hereda, y la virtud se aquista, y la virtud vale por sí sola lo que la sangre no vale”, afirma el “caballero de la triste figura”.

Se me dirá que en aquel proverbial discurso Don Quijote recomienda también a Sancho que “si acaso doblares la vara de la justicia, no sea con el peso de la dádiva, sino con el de la misericordia”. Pero no podemos olvidar que Sancho va a ejercer en la inexistente Barataria como gobernador y juez al mismo tiempo. Habría sido sorprendente que, en su discurso sobre el buen gobierno, Don Quijote hubiera aconsejado a Sancho indultarse a sí mismo de sus propios atropellos. Es precisamente la separación de poderes la que hoy garantiza que los políticos no sean jueces y parte y puedan indultarse de sus propios abusos, al contrario que el resto de los mortales.

Habrá quien piense que los 680 millones de euros expoliados por el PSOE a los parados en Andalucía no tienen importancia. Como si lo malversado tuviera el valor de una simple bacía de latón y no el de un yelmo de oro macizo, que además haría invulnerable a su poseedor incluso ante la mismísima Justicia. Cosas maravillosas de este Gobierno que superan hasta la portentosa imaginación de Cervantes.

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