Illa se encomienda a San Pancracio

Illa Cataluña
  • Xavier Rius
  • Periodista y cofundador del diario E-notícies. He sido redactor en La Vanguardia y jefe de sección del diario El Mundo. Escribo sobre política catalana.

El pasado, mientras iba al funeral del periodista José Macca, oí a Salvador Illa en Carlos Alsina. Fueron apenas siete minutos, pero bastaba para hacerse una idea del presidenciable del PSC. Empezó Alsina con un zasca: «¿Usted habría preferido que no hubiera elecciones porque para eso había pactado con Pere Aragonés los Presupuestos de este año?».

Enseguida pensé: te han pillado, Illa. Porque, en efecto, hace tres semanas firmaron solemnemente los Presupuestos en el Palau de la Generalitat. El líder del PSC esquivó la pregunta cómo pudo. Lo que hacen la mayoría de políticos: preguntas una cosa y te responden otra. «Cuánto antes voten los catalanes, mejor», se defendió.

Luego aprovechó para hacer campaña. Se vendió como el candidato para «avanzar» en vez de «seguir perdiendo oportunidades». La cantinela de siempre. El de «pasar página» y el «reencuentro». Salvador Illa cree que lo tiene ganado. Va de vencedor. Como Feijóo en la última semana de la campaña de las generales.

A continuación se encomendó a San Pancracio aunque, al principio, lo confundió con un dios en vez de un santo. Quizá porque la jornada electoral recae en esta festividad. «Es el santo que se invoca cuando se quiere reclamar prosperidad» se justificó.

Que conste que era también el santo preferido de mi abuela materna. Ella -que había pasado la guerra, la posguerra, la dictadura- solo le pedía a la vida «salud y trabajo», la fórmula de san Pancracio.

Carlos Alsina le aclaró entonces que «es también el santo de los juegos de azar» y recordó que era la oposición de los Comunes al Hard Rock, el supercasino en Tarragona, que había dado al traste con los Presupuestos.

«Esto es una excusa que se han buscado», respondió el candidato socialista. Y es de las pocas cosas en las que coincido. El no de los Comunes a los Presupuestos de la Generalitat es un ataque de cuernos.

El proyecto lleva la friolera de catorce años en cartera. El día que se apruebe, si nunca se aprueba, los promotores habrán dado ya carpetazo al asunto. En los Presupuestos del año pasado ya estaba.

«No se puede parar», enfatizó Illa. Aunque lo que más gracia me hizo fue cuando afirmó que había que cumplir con «los procedimientos administrativos del Estado de derecho».

No está mal para un partido que acaba de aprobar la amnistía. En las redes todavía pueden encontrarse vídeos suyos: «Ni amnistía ni nada de eso. Lo repito para que quede claro». O este otro: «Ni Cataluña será independiente ni habrá amnistía ni habrá referéndum de autodeterminación». En vista de la credibilidad de los socialistas en la materia, el referéndum está al caer.

El dirigente socialista aprovechó para ir metiendo cuñas publicitarias sobre él mismo: «Cataluña necesita una persona que haga de presidente, que tome decisiones, que se dirija al conjunto de la sociedad catalana».

Entonces llegó el segundo zasca de Carlos Alsina, que, como hombre de radio, son muy sutiles. «¿Desea usted que Puigdemont esté cuanto antes en Cataluña o en España?». Lo decía por la amnistía.

Pero Illa seguía con su rollo del «tiempo de reencuentro». Me recordó la «crisis de convivencia» que decía Pedro Sánchez cuando no necesitaba los votos de Junts y de Esquerra.

Hasta se permitió lanzar alguna pulla. «Algunos dicen que no estaban, pero han estado cogobernando juntos», afirmó en alusión al partido de Puigdemont. «El PSC está preparado y yo estoy preparado», insistió. Todo el mundo le da por ganador salvo el caso de las mascarillas o sorpresa de última hora. Incluso en el caso remoto de que Pugidemont se presente.

Pero el problema no es ganar, el problema es gobernar. Pere Aragonés ya lanzaba un primer mensaje en una entrevista en La Vanguardia el pasado domingo: «Veo inviable un pacto de gobierno con el PSC».

De hecho, la primera entrevista que dio la nueva portavoz del PSC, Nuria Parlón, también en La Vanguardia, fue para implorar generosidad a sus rivales. «Sería razonable que el independentismo nos dejará gobernar», dijo la también alcaldesa de Santa Coloma de Gramenet.

Mientras que Turull, el mismo viernes, ya afirmaba que «en ningún caso» llegaría Illa a presidente con los votos de Junts. Y al día siguiente insistió que el candidato socialista era el «del no a todo lo que sale de Cataluña». «Tiene vocación de gobernador civil», añadió.

Los números, en efecto, no salen. El último barómetro de la Generalitat le daba una horquilla de entre 36 y 42 escaños. Aunque con la amnistía y la polémica de las mascarillas ha ido bajando. El Periódico, que no es precisamente un diario anti Illa, ya lo rebajaba este martes a entre 35 y 38. El PSC tiene ahora 33 diputados, un 23% de los votos.

Pongamos que sube diez diputados y supera la cuarentena. Incluso con 43, ¿con quién va a gobernar? La cámara catalana tiene 135 escaños. O sea, que la mayoría absoluta es de 68.

Los Comunes son sus aliados naturales -como con el tripartito (2003-2010) porque solo pueden llegar al poder con los socialistas. Pero solo con ellos no basta. Y ni siquiera se han puesto de acuerdo con el Hard Rock.

Además, sus relaciones se han agrietado desde que Collboni los desalojo de la alcaldía de Barcelona y flirtea con Trias para gobernar. Por eso, la presidencia de Illa, en caso de alcanzarla, puede ser un calvario. Más o menos como la de Sánchez. A merced de Junts y ERC. El presidente del Gobierno no ha podido presentar ni los Presupuestos. Que es lo que ha tumbado a Pere Aragonés. Ustedes ya me entienden.

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