Iceta está que trina contra Lenin Sánchez

 Iceta está que trina contra Lenin Sánchez

«A mí nunca me engañará Sánchez». Así se expresaba no hace mucho tiempo el secretario general de los socialistas catalanes, Miquel (nacido Miguel) Iceta, ante uno grupo reducidísimo de periodistas. Como uno de ellos le preguntara. «¿Quieres decir que no lo intentará o que no te vas a dejar engañar?», el aludido se encogió de hombros en un ademán ambiguo. Ahora el cronista recuerda ese momento cuando, desde Cataluña cuentan y no acaban, sobre el enorme enfado que tiene Iceta tras conocer el asesinato del castellano en el Principado.

Claro está que algunos, los menos crédulos, aseguran que todo es un paripé, una escena teatral bien pactada entre el ‘prota’, Sánchez, y el actor invitado, Iceta. Los más, sin embargo, no están por esa labor, piensan que el PSC, su partido, sufrirá de lo lindo en las próximas elecciones si la letal iniciativa de la pijoministra Celáa sale adelante. Muchos votantes del PSC pueden irse con la música, el voto, a otra parte tras constatar que Sánchez ha engordado la bolsa de chantaje sin culo de Esquerra Republicana de Cataluña, con una ley que proscribe de hecho la enseñanza del español en Cataluña.

Pero, ¿qué contestan desde la Moncloa? Pues que no es para tanto, que no se asuste al personal porque todo está atado y bien atado. ¿Cómo? Pues fácil: con la muy probable sentencia del Tribunal Constitucional que hará añicos la reforma de Celáa. Filtran que lo tienen todo estudiado, que ahora lo que toca es conseguir los votos de los independentistas para los increíbles -en el sentido más estricto del término- Presupuestos Generales del Estado, que luego ya se verá. ¿Se verá qué? Pues que, como, con toda certeza, el bodrio legalicida del Gobierno sufrirá en el Tribunal que aún preside el melifluo González Rivas, un tremendo revolcón.

El intento de laminación de una lengua en un territorio español se quedará en nada. Pero esta pirueta guarda en sí más trampas que una película de chinos. El Constitucional si no se inclina por «mancharse las togas de barro», como siempre suele hacer el representante de Sánchez (antes lo fue de Zapatero) Conde Pumpido, tendría que contradecirse a si mismo y saltarse a la torera su propia doctrina, la sentencia en la que ya declaró que, por lo menos el 25 por ciento de la enseñanza en las escuelas catalanas tenía que ser en español. A Sánchez, se sabe, la legalidad le trae por una higa, por eso ha transmitido a su colega bailarín que el plan estriba en confiar en que el Tribunal se pronuncie cuanto antes, dado que este asunto es de primordial importancia. El plan contiene otra añagaza: llegar hasta los comicios regionales de Cataluña «ya con la sentencia en la mano», por tanto sin que Esquerra pueda presumir de haber volado el español en las cuatro provincias.

Eso encierra otra decisión con signos de verosimilitud. A saber: puede tratarse de aplazar las elecciones hasta finales de la primavera o comienzos del verano de 2021. Para que esto ocurra tienen que darse las siguientes constancias: primera, que ahora mismo no se presente candidato alguno a la investidura para la Generalidad; segunda, que el día 22 de diciembre no se clausure el Parlamento regional; y tercera que, en consecuencia, no se celebren elecciones para el muy repetido 14 de diciembre.

El programa, claro, está perfectamente diseñado para el engaño, cosa que a estas alturas ya entiende hasta el propio Iceta. Para Sánchez no hay otra prioridad que  continuar ejerciendo como el zar de España y para eso es imprescindible que sus Presupuestos pasen el fielato del Parlamento. Esto, por cierto, es lo que asegura un eurodiputado: «Lo de Europa le preocupa menos porque él siempre se cree en condiciones de trolear a los dirigentes de la Unión».

Hay que tomarlo por auténtico ¿o es que las advertencias de todo jaez que hasta ahora le ha formulado Bruselas, le han producido una rola erisipela? Nada de eso. Sánchez supone que con un partido controlado férreamente que ha dejado de existir, un país confinado siete meses más y sujeto por tanto a las fechorías del autócrata, y unos compañeros de viaje (ven que utilizo el estricto lenguaje comunista) que también están locos por seguir montándose en los aviones oficiales, nada le puede colocar en un brete. Iceta está que trina, eso es lo que transmite su partido, pero Sánchez le tiene permanentemente engatusado con la confesión con que termino esta crónica: «Si Iceta se enfada, igual le retiramos la amistad». Lo dice así, hablando de Sánchez, un diputado de la antigüedad al que Sánchez sencillamente ha pasado por la guillotina.

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