‘Hispanoamérica’, una obra maestra

‘Hispanoamérica’, una obra maestra

El estreno el pasado fin de semana de Hispanoamérica, canto de vida y esperanza, documental de José Luis López Linares sobre el legado de la Hispanidad, es uno de los grandes acontecimientos culturales del año. El gran éxito de público, con el cartel de «sin entradas» en numerosas salas, vino refrendado por la asistencia del Rey Felipe VI al estreno de la película en Madrid.

Se trata del segundo documental que López Linares dedica a la civilización hispana, después de España, la primera globalización, que fue la película más vista en su género en 2021, con más de un millón de espectadores en cine y televisión.

El pasado domingo, después de una de las proyecciones en los cines Verdi, los espectadores pudieron disfrutar de un coloquio con su director. Una de las asistentes provocó el aplauso del público al destacar la voluntad del director de reflejar en su película la belleza de la herencia cultural hispana, musical, artística y arquitectónicamente.

«Sin la belleza nada tiene sentido», respondió López Linares, confirmando que su documental ha querido rendir tributo a las extraordinarias aportaciones estéticas que resultaron de la presencia de España en el continente americano.

Todo ello originado mediante lo que Julián Marías llamó «injerto» de la cultura española en las nuevas tierras del Reino, frente al «trasplante» de la colonización anglosajona en los territorios de la llamada América del Norte, como se encargó de recordar recientemente la diputada popular Mónica Lavín en la Asamblea de Madrid ante un predicador de la leyenda negra invitado por la extrema izquierda.

Rodado en Bolivia, Ecuador, España, Estados Unidos, México y Perú, el nuevo documental de López Linares, ganador de tres premios Goya, cuenta con la intervención de más de 60 historiadores y especialistas en distintos campos, fundamentalmente americanos, como Carmen Iglesias, Dalmacio Negro, Enrique Krauze, Marcelo Gullo, Manuel Lucena Giraldo o Juan Miguel Zunzunegui, entre otros.

Todos ellos vienen a fortalecer, en palabras de López Linares, el espíritu de una nueva generación de ambos continentes «que mira con respeto y orgullo a sus antepasados y quiere que le cuenten la historia de otra manera».

Las líneas maestras del documental giran en torno a tres ideas clave, expresadas además por expertos americanos. Una es que los españoles fueron invasores, pero que la conquista la realizaron los propios indígenas para liberarse del cruel yugo a que otros pueblos les tenían sometidos.

La segunda idea es el reconocimiento de que fueron afortunados por el hecho de que llegaran a aquellas tierras los españoles y no otros europeos que no reconocían a los indígenas como iguales y que dejaban tierras esquilmadas y no ciudades con hospitales, universidades y catedrales. Y la tercera es que ese «injerto» de que hablaba Marías se produjo de ida y vuelta, puesto que América dejó su profunda impronta también en España, desde la medicina al flamenco.

Hay momentos muy reveladores en el nuevo documental de López Linares, como el modo en que la realeza y la aristocracia indígenas se asimilan en igualdad de condiciones a las españolas, como es el caso muy ilustrativo de los incas. Aristocracias indígenas que sólo serán abolidas por Simón Bolívar durante los procesos de independencia de la España virreinal.

A la vez, el filme de López Linares alcanza cenit estéticos realmente conmovedores, como la interpretación del Hanacpachap Cussicuinin, un canto a la Virgen María que es la primera polifonía escrita en América, pero además en quechua, obra de Juan Pérez Bocanegra. O la visita en la selva boliviana al Ensamble Moxos, un grupo musical que representa a la Escuela de Música de San Ignacio de los Moxos, dirigida por Raquel Maldonado, que amalgama la música traída por los misioneros jesuitas con las expresiones nativas.

El canto visual y sonoro a la belleza de la civilización hispana anima cada minuto del metraje del nuevo documental de López Linares, dando sentido así al «canto de vida y esperanza» que reza en su título. Lo que el director de Hispanoamérica ha conseguido es descubrirnos la riqueza del continente cultural que compartimos los hispanos con el propósito, dice su autor, de “recuperar nuestra herencia y reconstruir nuestra casa común”.

En la misma semana del estreno de Hispanoamérica, se celebró el II Foro Nacional de Cultura en la sede de la Fundación la Caixa de Madrid. Organizado por la Fundación Cultus, que dirige la musicóloga Esther Ciudad, se abordaron, además de los retos de la innovación y la digitalización, cuestiones muy similares a las que pone sobre la mesa López Linares con su trabajo cinematográfico.

Como aseguraba Esther Ciudad en estas mismas páginas, «no interesa que la cultura una a España». Si esto es así en la propia España, es evidente que tampoco interesa que la cultura una a la Hispanidad. El potencial del «gran espacio de Hispanoamérica», como lo llama López Linares, es tan extraordinario que despierta recelos y temores ante quienes porfían por su propia hegemonía cultural.

En el citado coloquio con el director después de la proyección de su documental, una espectadora le reprochó que éste no incluyera críticas a la presencia de España en sus nuevos territorios americanos. López Linares le contestó escuetamente que eso ya lo hacían otros y que por eso él había querido contar algo distinto.

Si por mí fuera, habría añadido a su respuesta que para defender la leyenda negra ya estaría el Ministerio de Cultura, ubicado con su titular, Ernest Urtasun, en el meollo descolonizador del wokismo anglosajón, capaz incluso de poner al mismo nivel la civilización hispana con el colonialismo belga en el Congo.

Afortunadamente, como dice Adelaida Sagarra en el documental, «la verdad une», y hasta el propio Ministerio de Cultura tiene que reconocer la verdad del mestizaje como huella esencial de España en América. De otra manera sería impensable que haya decidido organizar en el Museo de América una exposición dedicada a Miguel Cabrera (1695-1768), pintor del Virreinato de la Nueva España, célebre por sus retratos de la Virgen de Guadalupe, además de autor de la serie de la pintura de castas que atesora el propio museo.

Si hay un exponente pictórico de la América mestiza surgida de la aventura española en el Nuevo Mundo, este es Miguel Cabrera. Como señala el venezolano Carlos Leáñez Aristimuño en el documental Hispanoamérica, las tres figuras femeninas tutelares que hacen posible el nacimiento de la nueva civilización hispana son la Reina Isabel la Católica, Doña Marina o Malinche y la Virgen de Guadalupe, ésta última recreada en los numerosos lienzos de Cabrera.

De ahí que nos permitimos saludar la próxima exposición sobre el pintor novohispano organizada por el Ministerio de Cultura como un feliz desmentido a los titulares descolonizadores de Urtasun. Se trata, sin duda, de una celebración del legado hispano que contradice las declaraciones del ministro, como señalé en la Asamblea de Madrid al defender una iniciativa del PP aprobada contra la imposición de visiones sectarias e ideológicas en nuestros museos nacionales.

No hicimos entonces otra cosa que reclamar la necesidad de reivindicar la extraordinaria riqueza de la cultura hispana superando las posturas ideológicas, como hace López Linares con su nueva obra maestra y como es legítimamente exigible a un Ministerio de Cultura pagado por todos.

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