Gràcies, Carles

Gràcies, Carles

Gràcies, Carles o, para quienes prefieran los formalismos, gràcies huido señor Puigdemont. Gràcies, al menos, dirán sus acólitos. Los que aún aspiran a seguir medrando a costa de los impuestos de los españoles. Aprovechados todos ellos de esa cosa nostra autoritaria y xenófoba que han tratado de imponer en Cataluña durante años. Siempre en contra de la Constitución, golpe de Estado mediante para rematar la persecución de todo «lo español». Una broma para ellos, que pagan sus fianzas con dinero ajeno, cuando no escapan a Bélgica para seguir adelante con una pantomima secesionista que es ya un gran incendio que devorará cualquier perspectiva de futuro para la región si no consiguen ser gobernados por los partidos constitucionalistas. La renuncia de la Agencia Europea del Medicamento a establecer allí su sede ha sido el último varapalo de una lista infinita. La broma para estos políticos sin escrúpulos es en realidad una pesadilla para la mayoría de catalanes: los que están en paro, los que buscan trabajo y los que quieren mejorarlo. Este concurso hubiera generado más de 1.000 empleos directos, 5.000 indirectos y un enorme potencial inversor a corto y medio plazo. 

Una inyección económica fundamental tras años de nacionalismo ruinoso y recalcitrante. Un impulso hacia el exterior para una región que ha ido estrechando los márgenes intelectuales de sus fronteras hasta quedar presa de un grupo de pirómanos de la política. No es de extrañar que haya sido la comunidad donde más ha crecido el paro durante el pasado mes de octubre. El incremento de 56.844 nuevos parados se asemeja a los datos de la crisis. Esa ha sido la herencia que ha dejado Artur Mas, primero, y Carles Puigdemont después, quien además se ha destacado como un personaje que deja en nada el esperpento inherente a las obras de Valle Inclán. No es de extrañar, por desgracia para los catalanes, que nadie quiera asentarse allí. Un lugar donde la seguridad jurídica resulta inexistente. ¿Qué imagen internacional puede proyectar Cataluña cuando 2.621 empresas han salido de sus fronteras? Ninguna institución supranacional confiará en esta comunidad cuando sus dirigentes ni siquiera son capaces de garantizar la viabilidad de las propias empresas catalanas. La región es ahora mismo un erial que sólo podría mejorar su contexto si el próximo 21 de diciembre hubiera una gran mayoría de votos para las fuerzas constitucionalistas.

Cualquier otra cosa sería la crónica de una tragedia anunciada. La ineficacia hecha bandera, tal y como sucedió con la gestión de los atentados yihadistas en Barcelona y Cambrils. Unos ataques contra toda la ciudadanía nacional e internacional y que, sin embargo, dieron la sensación de que sólo la comunidad musulmana se había visto afectada. Factores decisivos todos ellos para que la Agencia Europea del Medicamento (EMA) haya preferido Ámsterdam para radicar su sede. Es casi una tragedia histórica si tenemos en cuenta que hace 22 años, en una España mucho peor cualitativa y cuantitativamente, Barcelona se quedó a pocos votos de Londres en su disputa por ser la sede de la EMA. Ahora, sin embargo, cuando estamos a la cabeza del crecimiento económico en Europa —a expensas del lastre final del secesionismo catalán— ni siquiera ha pasado la primera fase a pesar de ser una de las favoritas. No obstante, hay que tener en cuenta que entonces, espoleada por el gran éxito de los Juegos Olímpicos de 1992, Barcelona era una gran capital del mundo. Hoy, por desgracia tras años de adoctrinamiento y procés, es sólo la capital de una región secuestrada por la inane altura política de los golpistas. Una sombra de aquella urbe moderna y abierta que maravilló a la comunidad internacional.

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