Apuntes Incorrectos

La ‘gente’, su dinero y el sinsentido común

Pedro Sánchez gente

El presidente Sánchez se ha programado hasta treinta actos públicos para persuadir a ‘su gente’ de todo lo bueno que ha hecho hasta ahora en su favor. Quiere pisar la calle, pero el problema es que la calle no lo quiere ver ni en pintura. El sábado en Sevilla reunió casi a más guardaespaldas que a adictos y no pudo evitar las sonoras pitadas con que fue recibido. El lunes convocó en La Moncloa acorazada contra las protestas a 50 ciudadanos escogidos por su fidelidad partisana que le preguntaron sobre las cuestiones en las que el mandarín es un experto: el cambio climático, el nuevo modelo energético planetario y… hasta la obesidad infantil.

Mi impresión es que los actos procesionales a cielo abierto se van a convertir en una tortura. Se han programado porque las encuestas públicas, y, sobre todo, aquellas de las que él dispone, reflejan una victoria amplia del PP en las futuras elecciones y la mayoría absoluta con el apoyo de Vox.

El verano ya se ha acabado, el choque con la realidad va a ser traumático y los ciudadanos no están para soportar ni más propaganda ni más triunfalismo. Yo no he conocido a otro líder político tan impopular. Incluso el ominoso Zapatero fue desalojado de palacio sin tanto oprobio.

Aznar, que ha sido el mejor presidente de la democracia, el que nos introdujo en el euro contra la opinión de la mayoría de las fuerzas vivas -propias y ajenas-, que estaban resignadas a ingresar en una segunda velocidad europea; el que inauguró nuestra vocación atlantista, ganando la simpatía inédita de Estados Unidos y de Reino Unido, cometió la osadía de apoyar la invasión de Irak, para la que una opinión pública meliflua, indolente e infantilmente pacifista no estaba preparada.<

Ya dijo Thatcher que hay que dar con la tecla, que hay que estar perfectamente seguro de cuándo la sociedad está dispuesta a aceptar un giro de timón de 180 grados. La famosa U-turn. Si te precipitas estás perdido. Luego Aznar tenía ese carácter castellano seco, una pose tan altiva y ese rictus hierático que lo convirtieron con el tiempo en un político antipático, nasty, a pesar de haber llevado por primera vez a la derecha al poder después de Franco y del monopolio de Felipe González, y de ganar sus segundas elecciones por mayoría absoluta.

Pero Aznar siempre pudo pasearse por la calle sin una legión de escoltas, sin escuchar los gruesos reproches con que reciben a Sánchez allí donde va. Que ni siquiera eran parecidos en la manifestación por el magnicidio del 14M, que aprovechó obscenamente el PSOE de Rubalcaba. Y fue así quizá porque había dejado la economía como nunca antes, y la renta per cápita más elevada que en décadas. A Sánchez lo desprecian, lo abroncan, lo insultan en los pueblos y en las ciudades, allí donde se presenta. Es el político más detestado desde Fernando VII, pero él lo encaja todo con esa mandíbula de hierro que luce cuando lo ponen en alguna dificultad. Por ejemplo en el Congreso. Cuando le llevan la contraria los propios y lo desafían -a estos se los carga sin piedad-, y la oposición. Pero esta actitud lo aboca a vivir en un mundo alejado por completo de la realidad, a encerrarse en su torre de marfil.<

Es sorprendente que, según las encuestas, el Partido Socialista todavía pueda conservar 90 diputados. Aunque no tanto, si se tiene en cuenta la enorme cantidad de gente subvencionada y chapoteando en el lodazal de la economía sumergida, que rechaza ingresar en el mercado legal, que no quiere un empleo corriente porque no le sale a cuenta. Esto es lo que explica esos 90 diputados. Ése es el ambiente, el clima peronista que quiere instalar en el país, humillando a las empresas, señalando nominalmente a Sánchez Galán o a la señora Botín -y mañana serán otros-, diciendo a voz en grito que las grandes compañías tienen cogido por el ronzal al PP y a la derecha mediática. ¿Qué diferencia hay entre estas palabras de Sánchez y las que proclaman a diario Maduro, o Petro en Colombia, o Boric en Chile, o Lula en Brasil, o Kirchner en la Argentina?

Estos ataques gratuitos a las empresas, que son la base de cualquier país desarrollado y decente, reflejan la nueva sociedad que desea construir el socialismo radical que nos gobierna: no formada por gente animosa, con sus sueños y ambiciones intactos, determinada a poner todo su empeño en conseguirlos, sino gente dependiente del Estado, del poder ejecutivo, gente que «no se aburguese», instalada en la precariedad esperando la paga a final de mes, tan agradecida como servil, pastueña, moralmente corrompida, un lastre, una rémora contra el progreso. Una sociedad que censura el individualismo, yonqui de lo público, alérgica a la instrucción -ya sea en la escuela o en la universidad-, receptiva mansamente a los dictados del poder, entregada al colectivismo y a la persecución de las almas nobles que luchan por mantener su autonomía y su dignidad, una sociedad dispuesta a acabar con el disidente, con los espíritus libres todavía al abrigo de la contaminación de una ideología sectaria y extrema.<

En Sevilla, en La Moncloa, Sánchez se presentó como el baluarte de la política del sentido común. Pero todo aquéllo que citó como ejemplo representa justo lo contrario de esta virtud natural: la revalorización de las pensiones que destrozará el presupuesto del Estado, la subida del Salario Mínimo que hará menos empleables a las personas menos cualificadas, el aumento de las becas sin control para comprar a los jóvenes malversados por un modelo educativo contrario a la excelencia, o el ingreso mínimo vital disuasorio para la búsqueda activa de un puesto de trabajo.

El último conejo de la chistera es la aprobación del subsidio de desempleo para las trabajadoras del hogar, una causa loable pero inoportuna en estos tiempos de crisis, que tendrá el efecto de incrementar todavía más el fraude y la economía irregular. Su objetivo evidente no es incrementar el bienestar del país, sino comprar descaradamente votos entre colectivos concernidos por sus pequeñas causas, sin plan general alguno para fortalecer la economía, algo fuera de las capacidades de un individuo que detesta y castiga a las empresas, que son la fuente principal de progreso. Si cree que así podrá reconciliarse con la ‘gente’ que pomposamente ha situado como centro de su eslogan, no le arriendo las ganancias. Los pensionistas ya no se dejan comprar. Han vivido estupendamente con el PP cuando ha gobernado. Otra cosa son los jóvenes y aquellos en situación más acuciante, confundidos sobre las consecuencias de políticas aparentemente bienintencionadas pero nefastas. Nunca se sabe. Quizá suceda como en Chile, donde el intento de imponer una Constitución de aroma totalitario ha fracasado por completo. No hay que perder la esperanza, y con más motivo en España, donde el PP tiene una gran experiencia de gobierno, siempre cosechando un éxito irrefutable.

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