LA BUENA SOCIEDAD

Palito, el sello a fuego de los Dominguín

palito dominguín

Ser hija de, hermana de, sobrina de, nieta de monstruos, icónicos por decir algo, puesto a ver quién se atreve a tildar de algo que no sea más que extravagante al clan que cobija a esta mujer, a la familia de esta joven que hoy va a enamorarles.

Empiezo por decir que Palito nació como Lucía. El nombre de su abuela y de su madre. Lucía tiene la teoría de que le pareció un nombre tan grande por las mujeres que lo llevaban antes de ella que decidió que quería que la llamara todo el mundo Palito. «Este nombre me lo puse yo en cuanto empecé a hablar, me crie en el campo y me encantaba recolectar palitos y cuando mi madre me dijo lo que eran, me gustó la palabra, desde ahí ya todo a mi alrededor se llamaba palito, incluso yo». Y de esta manera tan romántica, como si de un cuento infantil se tratara, nació la protagonista. Palito.

¿Nacer en esa familia tan potente ha sido una suerte?

«Yo creo que la suerte uno se la trabaja, hay esfuerzo detrás de muchas suertes de la vida, pero hay otras que sí que son totalmente al azar y tú no controlas. Para mí una de esas grandes suertes fue nacer en mi familia. Desde pequeña se me ha plantado en el cerebro que la expresión artística es un lenguaje más. Que si escuchas tu interior descubres realidades escondidas con las que puedes comunicar sentimientos que cuesta expresar de otras maneras», explica Palito.

«He sido siempre observadora y lo que cuento a través de mi arte es mi visión de la realidad que yo vivo. No tiene por qué tener sentido, cuando crecemos siempre estamos a la búsqueda de ese sentido, algo que cuando somos niños simplemente digerimos de otra manera, cuando somos niños somo meros animales en contacto con un mundo lleno de posibilidades y de realidades infinitas, nada tiene sentido y todo lo tiene. Eso es lo que yo busco con mi arte. Volver a experimentar la vida sin normas y razonamientos impuestos», añade la joven.

Palito Dominguín
Palito Dominguín.

Ha dedicado toda su vida al arte, siempre ha tenido o un pincel o una cámara o un lápiz o una barra de pegamento en la mano. Para ella su lengua materna y paterna es el arte: «Es la lengua que a mi se me ha enseñado desde pequeña y no podía ser de otra manera que hoy viva de esto».

Palito se fue con tan sólo 16 años a vivir a Inglaterra porque la aceptaron en un colegio donde podría especializarse en arte, música y fotografía. De ahí pasó a estudiar la carrera de Bellas Artes en Bournemouth y de ahí hizo un poco de todo.

Su trayectoria laboral ha sido mixta como la de la mayoría de personas. Ha trabajado desde limpiando barcos o en un restaurante, hasta de dependienta en un tienda de ropa o como institutriz en un colegio militar. «Esto me mata, no lo esperaba. Pues hasta cuando trabajé de estas cosas no podía aguantarme a tener 20 minutos libres para ponerme a coser, pintar o hacer fotos o aprender nuevas técnicas de cualquier tipo. Al final decidí que iba a hacer lo posible para que el arte fuera mi vida entera, porque es mi pasión, lo que me hace vibrar, lo que me hace disfrutar de la vida y entender esta dimensión en la que vivimos», cuenta.

Palito Dominguín
Palito Dominguín, cosiendo.

Palito defiende que su arte es inocente y extraña, pero que al mismo tiempo, si uno se adentra en él, es profundo y personal: «A mí me gusta romper con todo lo que he aprendido, todo lo que me han enseñado, la técnica, la proporción, lo correcto, lo real, lo que tiene sentido. Cuando eres niño no piensas en esas cosas, esas ataduras de lo correcto y eso es lo que indago continuamente cuando estoy en proceso de creación».

Revela que muchas veces le preguntan: «¿Pero qué haces, pintas?». Y ella responde: «Yo no pinto, o sea, pinto, pero mezclo mucho más cosas y muchas personas me miran como bueno, ya te centraras y encontrarás lo tuyo. Vaya comentario más absurdo pienso siempre. Para mí las técnicas artísticas son como saber idiomas, cada técnica es un añadido, no me resta, por eso uso la técnica que en ese momento sea con la que mejor puedo expresar lo que siento y si es necesario mezclarlas todas. ¡Como saber diferentes técnicas culinarias, todo es un añadido!

Nos faltaba la italiana que lleva en la sangre heredada de su abuela, Lucía Bosé. Y sigue hablando sin parar, contando cosas interesantes. «Ahora estoy organizando una exposición muy especial para mí que haré en septiembre en Madrid en la que se verá esa curiosidad por los materiales y técnicas diversas». Me falta el torero. Acabo de darme cuenta de que el torero es ella.

Esa niña que conocí en una Copa del Rey organizada por Javier Escobar, en la que los Dominguín Bosé aterrizaron en el Village en masa. No faltaba ni uno. Entre tanto Coronado y tanta Lucía, Paola, Bimba… pasó desapercibida para casi todos esa niña espigada que se movía entre las mesas de billar como una peonza bailarina. Llevaba ya el sello a fuego de los Dominguín.

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