G 13, tocado o hundido
No sabemos si alguien se salvará, pero desde luego ninguno -persona, animal o cosa- lo merece. Como cuando ves la película Los Odiosos Ocho, según vas conociendo lo que han hecho los personajes va desapareciendo la empatía que alguno de ellos te generaba, y terminas deseando que, con mayor o menor sufrimiento, todos terminen palmándola.
El mayor desengaño lo genera Díaz Ayuso, y no porque puedan derivarse responsabilidades por la compra de material sanitario, sino porque su sobreactuación no exenta de soberbia le ha hecho traspasar el borde de la deslealtad. Cuesta mucho creer que la bomba que soltó hace una semana, y que no ha querido desactivar, sea solamente un movimiento defensivo que cumple con los requisitos de racionalidad y proporcionalidad de la legítima defensa.
En quien era percibida como una mujer normal -en el sentido de cercana y cotidiana-, ejemplar en su empeño por defender de forma transversal los intereses y la libertad de los ciudadanos, ahora también se reconoce divismo y autoexaltación. Precisamente los que no son los más listos de la clase tienen más riesgo de perder conciencia de sus limitaciones. El apoyo popular es eso, fama y capacidad de influencia, pero lejos de incrementar las habilidades intelectivas reduce la disposición para el comportamiento humilde y la autocrítica sincera. No es fácil, pero tenía que haber intensificado el esfuerzo de compatibilizar el liderazgo sencillo y equilibrado con la condición de princesa del pueblo.
Para Casado la admiración ya no existía, los apoyos estaban muy menguados y muchos de los previsibles votos le vendrían, si todavía hubiera ocasión, con la nariz tapada, por encabezar las siglas y por la inercia de lo conseguido en elecciones territoriales. Pero ahora, incluso para los que le reconocemos buena cabeza y altura moral, es imposible entender que, por exceso de celo en la persecución de la falta de honestidad, comprara la mercancía averiada de unos contratos de los que la oposición en Madrid no había podido sacar tajada y que estaban más releídos que los Interviu en las peluquerías de los ochenta. Y sin esa justificación, solo cabe la inepcia o la maldad para explicar la persecución implacable a uno de los más valiosos activos del partido.
El resto de piezas son de caza menor y, aunque ahora se cobren, no evitarán que en el corto plazo haya que celebrar una cacería, en forma de congreso, en la que se abata al big one. La previsible caída de García Egea no cierra la crisis, porque ha quedado claro que el secretario general solo tiene valor para el propio Casado y que para el resto no es trofeo que merezca la pena lucir en sus salones. Y es normal que así sea; cuando en 2018 se le aupó a número dos del partido muchos pensaron que no tenía méritos o ascendencia, y ahora, visto su desempeño, los que lo piensan no son muchos sino inmensa mayoría. Con 33 años Napoleón era emperador y Alejandro Magno había conquistado el mundo, pero es difícil que con esa edad y escasísima experiencia cualquier mortal esté capacitado para gobernar el avispero popular.
Por todo lo visto esta semana, y lo que lamentablemente nos queda por ver, el verdadero reto que tienen que enfrentar los líderes naturales del PP -que vienen siendo los autonómicos y municipales- no es si hay que salvar a uno u otro de los implicados, sino si hay que salvar al propio partido. No está escrito en ninguna ley humana o divina que las aspiraciones políticas del centro derecha liberal -ideología que ha demostrado ser muy útil para regir las sociedades libres y democráticas- tengan que ser encauzadas en España a través del Partido Popular. No fueron pocos, incluido el propio Casado, los que pensaron hace unos años que el estigma de la corrupción no se borraría sin salir de la sede-cueva y sin refundar orgánicamente el partido; ahora, que el poder y el liderazgo en el mismo se ha centrifugado, puede que sea el momento de que un Sansón se sacrifique y derribe Génova, 13 con todos los filisteos dentro.
Y no debiera haber drama. Es bueno que los partidos políticos se renueven cuando ya no cumplen legítima o éticamente con sus funciones y sus principios. El PSOE, por ejemplo, no debiera sobrevivir nominalmente al sanchismo, que de facto le ha sustituido. La socialdemocracia constitucional, sobre la que se refundó en 1979, no tiene cabida en un partido que, con sus últimos líderes, reivindica el revanchismo guerracivilista y que se ha armado ideológicamente en los principios y objetivos anticonstitucionales de todos sus socios de gobierno. Pero eso será otro día; porque hoy les toca regodearse con el hundimiento de su rival.
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